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Marchas que nos abren los ojos al mañana

* Por Jorge Fernandez Díaz. Hay años que rompen la continuidad histórica. La prolongan y la proyectan, pero permanecen como años clave en los que los acontecimientos parecen confabularse para significar, en el presente, pasado y porvenir.

En 1810, los dominios españoles de las Américas se sublevan del Virreinato de la Nueva España al del Río de la Plata. De Buenos Aires a Caracas, dirigentes como Hidalgo, Bolívar, O'Higgins y San Martín libraron la gran guerra continental contra el dominio español: 1810 fue el año decisivo.

Como lo fue 1848 para la revolución europea que se manifestó de Francia a Alemania, de Italia al Imperio Austro-húngaro. Segundo acto de la Revolución Francesa de 1779, la de 1848. Ferrocarriles, luz de gas, telégrafo, maquinaria industrial: el progreso genera su propio descontento, los excluidos quieren ser incluidos. Y los excluidos del voto no eran sólo campesinos y obreros sino burgueses, profesionistas, gente de negocios a cuyas demandas políticas Guizot, primer ministro, contestó: "Hazte rico. Luego votas". En Alemania, una mayoría de profesionistas se unió para formar el primer Parlamento que manifestó, no sólo la oposición entre "liberales" y "demócratas", sino la franca oposición a un proletariado que pedía protección social y a una burguesía que deseaba libertad de empresa. En Austria-Hungría, el emperador Fernando se oponía a las "máquinas" porque creía en las virtudes del "sudor" y prohibió las locomotoras en su territorio. Pero la burguesía nueva quería hacer dinero, quería comunicaciones, quería comercio. Y los obreros exigían sindicatos.

Fueron los estudiantes de la Universidad de Viena quienes tomaron la iniciativa revolucionaria. Lograron reducir a diez horas la jornada de trabajo. La prensa fue declarada libre. El gobierno cedió y admitió la elección de una Asamblea Constitucional. En Italia, aun dividida, en 1848 se ganaron constituciones liberales, de Sicilia y Saboya al Piamonte. Pero los movimientos fueron, al cabo, aplastados por la fuerza del imperio austro-húngaro y por la primacía de la lucha por la unidad de la península.

1848, dicho lo anterior, legó una política liberal y una voluntad democrática. El triunfo de las monarquías contra la sociedad fue efímero si consideramos que, al cabo, lo que pedían en 1848 estudiantes, empresarios, obreros y campesinos fue lo que, al cabo, dominó como ley de la sociedad civil europea.

1968 fue otro año de convulsión revolucionaria. Del Mayo parisino a la Primavera de Praga al sangriento octubre mexicano (sin olvidar a Berkeley y a Tokio), las sociedades plantearon demandas de democracia y libertad. Se ha hablado de derrota de esos movimientos. No lo creo. El Mayo parisino aisló al Partido Comunista del proyecto social democrático, renovó al anquilosado Partido Socialista de Guy Mollet y le dio catorce años de poder con François Mitterrand. La Primavera de Praga desenmascaró al imperialismo soviético en Europa central, abrió la puerta a la Polonia sindicalista de Lech Walesa y al cabo a la democracia en Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y la propia URSS de Gorbachov.

En la actualidad, la marcha de cien mil ciudadanos a México DF y ahora la que llega, dos mil kilómetros más lejos, a Ciudad Juárez, es un gigantesco "Basta" tanto a la criminalidad como a la respuesta del gobierno. El movimiento ciudadano en México le plantea problemas al partido en el poder, Acción Nacional, al partido despedido del poder, el PRI, y a la actual izquierda mexicana. El gobierno tiene el problema doble de: 1) negociar con Washington un asunto que concierne a los dos países (las pandillas son mexicanas; el origen de las armas y el destino de las drogas son de los EE.UU.); y 2) mantenerse en el poder en 2012.

La sociedad civil marchó. Muchas cosas la identifican. Sobre todo, su perfil centrista. Faltan campesinos. Faltan obreros. Lo claro es que es la clase media la que se ha movilizado.

En España, son los jóvenes y los estudiantes quienes ocupan la Puerta del Sol y exigen políticas que los partidos no ofrecen. ¿Qué políticas? Nada menos que las de una sociedad posindustrial, tecnológica y movida por Facebook y Twitter. De ambos lados del Mediterráneo se perfila una nueva sociedad protagonizada, del Atlántico al Mar Rojo y de Siria a Yemen y Bahrein por una generación de jóvenes desconocida antes de aparecer y portadora de una idea tan propia como la de la Revolución Mexicana de 1910-1940: crear instituciones, sociedades, formas de vida que correspondan a la cultura local y sepan contribuir a la cultura global.

Esbozo apenas los cambios en curso. Quiero asociarlos a cambios del pasado que comparten con los actuales un tiempo muy ceñido. Reconozco los fracasos o dificultades de la independencia hispanoamericana a partir de 1810. De la democracia y la sociedad civil en Europa a partir de 1848. De los brotes de renovación en 1968. También los movimientos actuales sufrirán derrotas, retrasos, desviaciones. Lo importante es que la idea y la dinámica del cambio ya está plantada y en marcha. Será difícil volver atrás. Abramos los ojos. Hoy sucede para mañana.