"Mamá, me acaban de 'spoilear'": el vaciamiento del castellano al servicio de la comodidad
En su condición de lengua romance, nuestro idioma es uno de los más ricos en cuanto a diversidad de vocablos y significados, pero en los últimos años sufre un serio achatamiento.
Por Agustín Szafranko
@agustinszaf
aszafranko@diarioveloz.com
En una publicidad de una conocida empresa de servicios de Internet dos mellizos se pelean y uno llama a su madre para acusar a su hermano: "Mamá, me acaba de 'spoilear'". La mujer devenida en autoridad castiga al "agresor" y revisa desesperada al damnificado, en busca de la herida. La escena, que a muchos despierta alguna que otra sonrisa, no hace más que encender una alarma.
¿Cómo es que niños, jóvenes y adultos en tan pocos años adoptaran este tipo de términos llamados anglicismos? La respuesta instintiva remite a los avances tecnológicos. Es evidente que es difícil crear alternativas castellanas a palabras como flash, mouse o tablet, debido a que sus denominaciones nacieron con el invento.
Pero el término "spoil", la palabra de la que proviene "spoilear", se traduce textualmente como el verbo "estropear", y en este contexto histórico se lo relaciona con la deleznable acción de contar el final de una historia, serie o película, por lo que alberga en sí mismo un significado despectivo. ¿Por qué usamos "spoilear"?
Ocurre algo similar con palabras como "chequear" (ya españolizada), "hot", "link", "staff", las binominales "in/out" y "smart". Todos estos vocablos sí tienen alternativas existentes en castellano: las respectivas "revisar", "caliente/sensual", "vínculo", "equipo", "dentro/fuera" e "inteligente", todas perdieron gran cantidad de terreno, ¿pero en aras de qué?
Lejos del reduccionismo del imperialismo pedagógico, la respuesta que encuentro radica en el período de achatamiento del pensamiento por el ocio desmesurado que al que somos adictos como sociedad. Aunque no parezca tener demasiada relación, podrá notarse fácilmente que todos esos anglicismos, cuya utilización "aumenta de forma exponencial" según la Fundación del Español Urgente (Fundeu), son palabras mucho más cortas y rápidas de pronunciar.
Es claro que los anglicismos no nacieron con el surgimiento de Internet, ya que en deportes como el fútbol, el rugby y el hockey al ser deportes británicos desembarcaron equipados con términos en otros idiomas. Pero es innegable que el caudal de palabras provenientes del inglés se robusteció exponencialmente en los últimos años.
Estos vocablos cortos, livianos y de pronunciación casi instantánea carecen de la reflexión y la polisemia que caracteriza a nuestro castellano repleto de sinónimos. Dignos de una cadena de ensamblaje, estos términos se adueñaron de la opinión pública y del uso social gracias al predominio del ocio, el espectáculo y la diversión en nuestra cotidianidad.
Las palabras por sí mismas dejan de cargar con sus significados, que ciertamente siempre son relativos e intrínsecos, pero se convierten en pequeñas piezas de fácil dicción monosilábica que avanzan en concordancia con la proliferación de los íconos, memes y efectos especiales que caracterizan nuestra era por el lado visual.
El receptor de estos sonidos prácticos y chatos no necesita de una interpretación profunda para su decodificación, ya que la codificación en el momento de la producción es casi inexistente, es instantánea. Son pedacitos de palabras preconcebidos e invariables, que no se prestan a mayor complejidad que su único sentido.
Así, se asienta una monotonía lingüística imparable que amenaza a la gran riqueza de vocablos que contamos en el castellano, a través del cual podemos enunciar una idea de infinitas maneras. La estandarización a cargo de los anglicismos atentan a derrumbar esta maravillosa cualidad.
Lo mismo ocurre con las imágenes. El ícono, cuyo reinado nació con la televisión y se afianzó por completo con Internet, supone una decodificación simple ya que la relación entre significado y significante está conformada no por la arbitrariedad de las palabras, sino una mucho más inmediata, signada por la semejanza a lo que está representando.
Con una recepción más pasiva y menos reflexiva, el esfuerzo intelectual disminuye y el ejercicio del cerebro deja de enfocarse en lo racional, para abocarse a lo perceptible y lo emocional. Con respiración más pausada, podemos decir que nuevamente estamos frente a otro ejemplo de retroceso de la palabra, la reflexión y el pensamiento, frente al avance de la imagen, el ocio y las emociones.