Malditos periodistas
*Por Miguel Wiñazki. La libertad de prensa está sitiada. Y lo más escandaloso es que algunos sectores celebran ese cerco. El autoritarismo es una enfermedad asintomática en principio, que se gatilla siempre a través de la lógica del chivo expiatorio.
Alguien es el gran culpable, y debe ser ajusticiado. Toda lapidación en contra del chivo expiatorio está legitimada. Siempre aparecen excusas para atentar contra le entidad designada como fuente de todos los problemas.
La prensa que no es oficialista es el chivo expiatorio, el demonio deseado hoy por el poder político y sindical para exorcizarse a sí mismo ante cualquier contratiempo. La caza de brujas es simple.
Si algo sale mal, escupimos a los periodistas.
Si hay un chivo expiatorio, siempre hay unos Inquisidores Jefes que alimentan la turbulencia repartiendo mordazas entre su feligresía rentada.
Asombra el poder persuasivo de los Inquisidores Jefes ¿Moyano es uno? Solo pretenden desprenderse de sus propias responsabilidades para depositarlas en un imaginario monstruo conspirativo, y logran de pronto complicidades fácticas y delirantes para que su cometido concluya "exitosamente".
Esa hipnosis, esa anestesia ante el poderío tan dañino de los Inquisidores Jefes es letal e inadvertida . Avanza insensiblemente. No se perciben los efectos devastadores del autoritarismo sino cuando ya ha invadido por dentro al cuerpo social dañando sus reflejos democráticos.
La demonización de los medios de comunicación que no son oficialistas , el agravio permanente a los periodistas a través de campañas pagas, los escraches, la diatriba contra la prensa profesional sostenida por el dinero de todos, generaron un clima en el que lo gravísimo de pronto parece natural para algunos sectores. La ponzoña inoculada desde las campañas antiperiodísticos publicas es efectiva.
El veneno es alucinatorio : los "malditos" periodistas se perciben en ciertos segmentos seguidistas de la Inquisición como réprobos y sin distinciones.
Se multiplican las generalizaciones, los anatemas y las descalificaciones. Ese lluvia masiva de radiación propagandística contra la prensa explota de pronto. Y de la propaganda insensiblemente se llega a la acción, al bloqueo y la censura.