Malcorra y la rotación geográfica
El atributo de ser candidata a Secretario General de ONU.
Antes de la señora Canciller Susana Mabel Malcorra, el penúltimo argentino que tuvo la fantasía de ser Secretario General de las Naciones Unidas fue el embajador Carlos Ortiz de Rosas, El Duque, en los años olvidables. Naufragó en el intento, sin llegar a presentarse. El ex canciller Dante Caputo, en su momento, movilizó al ministerio entero para ocupar la presidencia de la Asamblea General de la ONU. Sitial honorífico que no sirve, en el fondo, para nada. Otro Argentino que supo proyectarse en foros multilaterales fue Alejandro Orfila, que llegó a comandar la OEA, Organización de Estados Americanos, que ya por entonces era inútil. Para coronar esta serie al voleo, el filósofo Víctor Massuh, en los peores años, fue elegido presidente del Consejo Ejecutivo de Unesco, otra organización de pomposa intrascendencia.
Para decirlo con la mejor onda, a Malcorra se le presenta el formal obstáculo de la rotación geográfica. Es la superstición que mantiene vigencia en los organismos internacionales.
Ocurre que el último Secretario General europeo fue Kurt Waldheim, de Austria. Se mantuvo en la plenitud de la Guerra Fría hasta finales de 1981 (y sólo al concluir los dos mandatos pudo saberse que Waldheim había sido un criminal de guerra).
A don Kurt lo sucedió el encantador Javier Pérez de Cuellar, diplomático de Perú. Se mantuvo hasta 1991, para ser sucedido por Boutros Boutros Ghali, de Egipto.
Para la rígida superstición, Europa tuvo el cargo de Secretario antes del latinoamericano de Grulac. Entonces el turno le corresponde al continente relativamente agotado.
Para colmo, de los ocho secretarios que el organismo tuvo en 70 años, ningún europeo del Este (del subgrupo que regenteaba la extinguida Unión Soviética) pudo jamás mojar la Secretaría General.
Por lo tanto Europa, para las cancillerías sensibles, mantiene la prioridad. A pesar del obstáculo natural, Mauricio Macri, Presidente del Tercer Gobierno Radical, transgrede e impulsa la candidatura de Malcorra.
Junto a la biografía, el nombre -Susana Malcorra- hoy puede leerse en las comunicaciones de todas las cancillerías del universo.
Ficción de la democracia
Hasta septiembre, Argentina está en campaña internacional por Malcorra.
De los 193 estados miembros, que componen la organización, resultan fundamentales los cinco países gravitantes, miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido. En la ficción de la democracia estos cinco son mucho más iguales que los otros 193. Tienen la facultad de vetar.
En una lectura apresurada, "es más fácil que el camello entre por el ojo de una aguja" a que la señora Malcorra sea elegida la próxima Secretario General. Pero no exclusivamente por la folklórica rotación. Por el factor humano.
Entre los innumerables Buscapinas que ofrece Europa del Este figura la señora Irina Bokova, de Bulgaria. Es la candidata más sólida de la región. Actual Directora General de Unesco, la Bokova hace campaña electoral, en la práctica, desde su segundo mandato. Amontona cancilleres africanos. Colecciona alianzas con pequeños estados como Tuvalu, Antigua y Barbuda o Tonga. Por la ficción de la democracia valen lo mismo que Alemania, Brasil o Japón.
Aunque Unesco sea un poco menos seria que ONU, los cancilleres y jefes de estado, los que deben convencerse, son los mismos.
Sin embargo la ventaja de Bokova es, en simultáneo, la desventaja fundamental. Dista de ser bien considerado el salto desde una burocracia multilateral a otra.
De acuerdo a la evaluación, el adversario más consistente que hoy tiene Malcorra, en su cruzada, es António Guterres. Ex Primer Ministro de Portugal, Guterres es un socialista más pragmático que romántico. Ingeniero de una versatilidad conceptual que no molesta. Fue presidente de la Internacional Socialista, y sobre todo Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados. La ACNUR.
Es, aparte, unánimemente respetado en Europa, el continente que no puede desairar a Portugal.
Como Premier, Guterres estuvo de visita en Argentina, en 1997, en un viaje apurado que incluyó una visita a Señor Tango. Su único dato impugnable, hasta aquí, es que llegó acompañado del embajador Asís.
Apasionamiento doméstico
Pero lo apasionante de la campaña internacional de Malcorra se concentra en el plano doméstico.
Si Malcorra gana, si a partir del 1° de enero de 2017 tiene su oficina en Nueva York, importa saber desde ya quién va a ser el reemplazante.
Si Malcorra no gana (que no es lo mismo que perder) se impone imaginarle un destino.
En materia de méritos para sucederla, Alfonso Prat Gay, El Amalito, es quien aparece en el primer plano. Debe aceptarse que de entrada quiso ser canciller.
Aunque a menudo suela hablarse encima, Prat Gay es de los pocos del TGR que puede presentar logros.
Al cierre del despacho, el Presidente aún ni le agradeció el arreglo logrado con los holdouts.
Los que lo valoran al Amalito, y los que no lo quieren, coinciden en rescatar el extraordinario desarrollo de su ego. Y el único que tiene derecho al ego, en el TGR, es Mauricio. Es portador sano de unos celos irracionales que lo modelan, a su pesar, como un estadista vulnerable.
Consta, aparte, que la cancillería es el enclave más radical del TGR (que arrastra filas de radicales desconformes). Malcorra es, según nuestras fuentes, una afiliada de base. Como el vice canciller Foradori, un galán maduro del perfil más bajo, que pertenece a la misma escudería de Irigoyen y Alem. También es radical Mauricio Salmoyraghi, el "coordinador de asuntos estratégicos". Es el verdadero hombre de confianza de Malcorra, desde los días de Telecom.
Les cuesta disimular el interés por la cancillería a los protagonistas de la dupla que supo encargarse de los viajecitos de Mauricio. Bien salpicados de las "photo opportunity" que justifiquen los viáticos. Fulvio Pompeo, Tolomeo, otro estratega que sigue la huella imborrable de Jorge Castro. Y Marquitos, El Poderoso Pibe de Oro. El blanco de tantas quejas que florecen, en riguroso off.
Probablemente Marquitos sea quien más cincha como un barra brava por el triunfo de Malcorra en la cruzada internacional. Para que la prestigiosa dama, burócrata excelsa, consiga el puesto de trabajo en Nueva York. Porque, en el caso indeseable de no ganar, perfectamente Malcorra puede decidir quedarse. Pero para una tarea que ya tiene hablada, según nuestras fuentes, con Mauricio.
Para cubrirle el mismo ámbito de competencia que solía cubrirle a Ban Ki-moon, El Coreano. Y consagrarse como la próxima Premier.