Mal de muchos
Hablamos de esas cosas que nos avergüenza comprar... Cuando pedir ese “algo” al comerciante es obsequiarle, así, sin más, un retazo de nuestra vida, de nuestra intimidad… DIARIOVELOZ.COM te da la fórmula para hacer aquellas situaciones lo menos traumáticas posible: Conocer que esto, ¡nos pasa a todos!
Previo a comenzar a citar aquellas diez cosas que nos abochorna comprar (por uno u otro motivo), es preciso aclarar que el sentimiento que estos hechos generan no depende meramente de la personalidad del comprador. Pongamos el ejemplo de la compra del preservativo: por más que la venta de este resulte para el más soberbio de los hombres una muestra de “grandeza” o masculinidad; esta emoción se ve coartada por completo cuando quién vende este elemento es del sexo femenino.
Es decir que, en una u otra circunstancia, a todos nos avergüenza adquirir estos productos:
- Como bien dijimos anteriormente, el obtener un preservativo puede ser una odisea en ocasiones. Comprar un condón implica que quién nos lo vende se provee de información respecto de nuestra intimidad pronta a venir, muy próxima. Asimismo, no sólo se entera de que vamos a tener relaciones sexuales, si no que además puede enterarse del sabor, color, tamaño y hasta textura que mayor placer nos causa. Esto es, sin duda, mucho dato para un desconocido y, peor aún, demasiada información para la kiosquera de la esquina a quién veo a diario y que, de seguro, después llevará consigo pensamientos del tipo: “tiene un tamaño importante, me compró extra large”; “mirala vos, con esa carita y se llevó los de frutilla”; etc etc etc. Obviemos si en la cola del comercio hay alguien conocido o si el vendedor/a está “bueno/a” y pensaba tirar alguna línea por esos lados.
- El bendito test de embarazo. En general, la urgencia por saber la razón de un retraso nos conduce de manera incoherente a adquirir la prueba de embarazo en la farmacia del barrio. Donde, de seguro, la/el que atiende posee el don natural del “lleva y trae” y va a correr la voz de que “parece que fulano/a está…” ó, lo que es peor, se lo va a preguntar a tu viejo/a; marido, novio, suegro… cuando vaya a comprar una aspirina: “¿así que menganita….?” Ó “¿y? ¿Cómo fue la pruebita?”.
- Toallas femeninas. Dilemas sí los hay. Si sos hombre y tu mujer, hermana, amiga, chica, vecina, te pidió el enorme favor de que compres sus toallitas ó tampones, la vergüenza mayor es que (se sabe) van a pensar que sos el típico “pollerudo”. Sí sos mujer, obviamente, no sólo saben que “estás con el asunto”, si no que, si usas tampones sacan deducciones (en general, equivocadas) de acuerdo al tamaño de los que adquieras. Lo más triste es que, la fulana de la esquina, se empeña en preguntarte “¿súper, no?” y vos, que sí, definitivamente usas esa medida le tirás un “no” rotundo seguido de “mini/medio por favor” acompañado de una sonrisa condescendiente, por ¡zorra!
- Viagra (no hace falta descripción): ¡BAJONAZO!
- Crema anti-hemorroidal. Terrible que sepan que las padecés… Ni hablar de las presunciones respecto de las causas por las que sos víctima de ellas.
No tenemos la solución para estas situaciones, o cuando menos no una real, que vaya más allá de la típica mentira poco creíble del “es para un amigo/a”; sin embargo, queremos hacer público este padecer conjunto y común a todos los individuos para que, cuando atravieses alguno de estos sucesos no lo padezcas en soledad sino como “un mal común”
Es decir que, en una u otra circunstancia, a todos nos avergüenza adquirir estos productos:
- Como bien dijimos anteriormente, el obtener un preservativo puede ser una odisea en ocasiones. Comprar un condón implica que quién nos lo vende se provee de información respecto de nuestra intimidad pronta a venir, muy próxima. Asimismo, no sólo se entera de que vamos a tener relaciones sexuales, si no que además puede enterarse del sabor, color, tamaño y hasta textura que mayor placer nos causa. Esto es, sin duda, mucho dato para un desconocido y, peor aún, demasiada información para la kiosquera de la esquina a quién veo a diario y que, de seguro, después llevará consigo pensamientos del tipo: “tiene un tamaño importante, me compró extra large”; “mirala vos, con esa carita y se llevó los de frutilla”; etc etc etc. Obviemos si en la cola del comercio hay alguien conocido o si el vendedor/a está “bueno/a” y pensaba tirar alguna línea por esos lados.
- El bendito test de embarazo. En general, la urgencia por saber la razón de un retraso nos conduce de manera incoherente a adquirir la prueba de embarazo en la farmacia del barrio. Donde, de seguro, la/el que atiende posee el don natural del “lleva y trae” y va a correr la voz de que “parece que fulano/a está…” ó, lo que es peor, se lo va a preguntar a tu viejo/a; marido, novio, suegro… cuando vaya a comprar una aspirina: “¿así que menganita….?” Ó “¿y? ¿Cómo fue la pruebita?”.
- Toallas femeninas. Dilemas sí los hay. Si sos hombre y tu mujer, hermana, amiga, chica, vecina, te pidió el enorme favor de que compres sus toallitas ó tampones, la vergüenza mayor es que (se sabe) van a pensar que sos el típico “pollerudo”. Sí sos mujer, obviamente, no sólo saben que “estás con el asunto”, si no que, si usas tampones sacan deducciones (en general, equivocadas) de acuerdo al tamaño de los que adquieras. Lo más triste es que, la fulana de la esquina, se empeña en preguntarte “¿súper, no?” y vos, que sí, definitivamente usas esa medida le tirás un “no” rotundo seguido de “mini/medio por favor” acompañado de una sonrisa condescendiente, por ¡zorra!
- Viagra (no hace falta descripción): ¡BAJONAZO!
- Crema anti-hemorroidal. Terrible que sepan que las padecés… Ni hablar de las presunciones respecto de las causas por las que sos víctima de ellas.
No tenemos la solución para estas situaciones, o cuando menos no una real, que vaya más allá de la típica mentira poco creíble del “es para un amigo/a”; sin embargo, queremos hacer público este padecer conjunto y común a todos los individuos para que, cuando atravieses alguno de estos sucesos no lo padezcas en soledad sino como “un mal común”