Magdalenas y el tenor
* Por Demetrio Iramain. De madrugada sonó el clarinete y raudos acudieron al llamado los integrantes de esa tropa de voces afines para victimizarse por la no salida a tiempo de la edición dominical de Clarín y La Nación.
Si bien previsible, no deja de resultar impropio el argumento utilizado por el multimedios para sostener su nueva queja: "flagrante" ataque a la libertad de prensa, y la violación "más grave" a la libre circulación de ideas en democracia, como repitieron en corito durante todo el día. No ahorra en desmesuras esa versión grotesca de la libre empresa.
De un plumazo, sin embargo, Clarín olvidó a Mario Bonino y José Luis Cabezas, asesinados durante el Menemato; a los "batatas" del Mercado Central, especialistas en golpear camarógrafos y que alguna vez dirigió Luis Abelardo Patti; y a las decenas de expresiones gráficas divergentes con la línea editorial de don Magnetto que debieron cerrar, asfixiadas por el precio del papel que el mismo multimedios maneja, en sociedad con La Nación.
Lástima por la SIP, que podrá ser una Sociedad, y aceptemos que de "Prensa", pero nunca Interamericana, porque para ella no cuentan los periodistas muertos en Honduras en el último año y medio. La entidad patronal de medios periodísticos sobreactuó la protesta de los trabajadores de Artes Gráficas Rioplatenses con una velocidad que contrasta con la lentitud en la condena a las prácticas antisindicales en las que incurren muchos de sus socios, entre ellos Clarín. Indudablemente, la SIP tiene la declaración de repudio preimpresa, como un formulario: copia, pega y guarda los cambios, ayer Venezuela Bolivariana, hoy la Argentina de Cristina. A los opinólogos que expeditos salieron a solidarizarse con el clan Noble, no les bastó la enseñanza moral de Plácido Domingo que, lejos de quejarse por su función suspendida en el Colón, acompañó el reclamo de sus trabajadores y se mostró de acuerdo con ellos. Mientras unos lloraron como Magdalenas, el otro afinó como un tenor. La música estaba en otra parte.
De un plumazo, sin embargo, Clarín olvidó a Mario Bonino y José Luis Cabezas, asesinados durante el Menemato; a los "batatas" del Mercado Central, especialistas en golpear camarógrafos y que alguna vez dirigió Luis Abelardo Patti; y a las decenas de expresiones gráficas divergentes con la línea editorial de don Magnetto que debieron cerrar, asfixiadas por el precio del papel que el mismo multimedios maneja, en sociedad con La Nación.
Lástima por la SIP, que podrá ser una Sociedad, y aceptemos que de "Prensa", pero nunca Interamericana, porque para ella no cuentan los periodistas muertos en Honduras en el último año y medio. La entidad patronal de medios periodísticos sobreactuó la protesta de los trabajadores de Artes Gráficas Rioplatenses con una velocidad que contrasta con la lentitud en la condena a las prácticas antisindicales en las que incurren muchos de sus socios, entre ellos Clarín. Indudablemente, la SIP tiene la declaración de repudio preimpresa, como un formulario: copia, pega y guarda los cambios, ayer Venezuela Bolivariana, hoy la Argentina de Cristina. A los opinólogos que expeditos salieron a solidarizarse con el clan Noble, no les bastó la enseñanza moral de Plácido Domingo que, lejos de quejarse por su función suspendida en el Colón, acompañó el reclamo de sus trabajadores y se mostró de acuerdo con ellos. Mientras unos lloraron como Magdalenas, el otro afinó como un tenor. La música estaba en otra parte.