Macrismo recargado
* Por Andrés Osojnik. La lista es larga, muy larga. La conforman decenas de medidas que implementó Mauricio Macri en la ciudad y que fueron revisadas porque originaron algún grado de controversia, denuncias o porque quedaron al desnudo los negocios que implicaban, entre el aparato estatal y empresas amigas del macrismo.
La temprana destitución de Luis Rodríguez Felner antes de que asumiera como ministro de Cultura porque el nombre había provocado irritación en el Arzobispado porteño, la intervención por decreto de la obra social de la ciudad y la pretendida "democratización" del sindicato, las idas y vueltas con su amigo Nicolás Caputo, los parquímetros en los barrios, el registro de empleadores en la ciudad que debían incluir datos sobre las adicciones de sus empleados, la negativa a atender en los hospitales a quienes no tuvieran domicilio en la ciudad, las listas negras de estudiantes secundarios que tomaron escuelas, las sugerencias de un desayuno con queso cheddar a niños de sectores vulnerables, el apoyo inicial al matrimonio igualitario y el posterior repliegue tras la nueva y mucho mayor irritación del mismo Arzobispado son algunos pocos ejemplos.
En los pasados cuatro años de gestión, Mauricio Macri cuidó con ésas y otras marchas atrás diversos frentes para aplacar irritaciones que imaginaba perjudiciales para su finalmente frustrado objetivo central: convertirse en candidato presidencial. Marchas atrás que intentaron disimular el verdadero macrismo que sí se imponía soterradamente en la ciudad: políticas públicas que postergaron a los más desposeídos, que relegaron la presencia del Estado en esos sectores, que desfinanciaron los aparatos estatales, principalmente la educación, la salud y la cultura.
El 64 por ciento de los votos obtenidos ayer, tras cuatro años de ese modelo, pueden aventar en el Ejecutivo porteño los fantasmas de esas marchas atrás. Y propiciar que el verdadero macrismo asome en una envalentonada dialéctica para sostener un discurso xenófobo, restarles presupuesto a las escuelas de gestión pública, relegar la salud pública, ahogar en conflictos ámbitos culturales como el del Teatro Colón o el San Martín. La esencia PRO salió indemne ayer y, más aún, resultó fortalecida con el apoyo mayoritario de los votantes de la ciudad.
Ya no hará falta entonces el maquillaje de las marchas atrás. Ahora, el macrismo no tendrá obstáculos para mostrarse en su verdadera magnitud, tanto en el fondo como en la estética. Será una marcha adelante que profundizará los valores que sostienen el discurso y la praxis del PRO. Un macrismo recargado cuyo límite será, por cierto, la renovada aspiración presidencial, esta vez para el 2015. Pero con un límite que ahora podrá correrse con la laxitud que otorga el 64 por ciento. La música de Fito Páez que resonó anoche en el festejo macrista fue un anuncio de lo que se viene.