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Macri y el inconsciente colectivo

*Por Román Lejtman. El cálculo político es fácil de hacer: Mauricio Macri no tiene 64 por ciento de los votos en la Capital Federal. Simplemente reflejó y captó una voluntad popular que busca otros métodos para cumplir sus sueños.

Macri entendió esa necesidad básica insatisfecha, que escapa a los límites ideológicos, a los errores de gobierno y a las internas palaciegas. Macri diseñó un método para ejercer el poder y representar miradas distintas, en una sociedad que tiene memoria, maneja información y no perdona a los traidores.

La novedad en el método de Macri consiste en haber aumentado su caudal electoral, pese a los cuatro años de gestión en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. No pagó los costos por la designación de Abel Posse, ni por el nombramiento de Jorge Palacios, y menos aún por los colegios sin gas y con paredes rajadas.

Los ejemplos no son arbitrarios. Posse estaba vinculado al aparato represor del Almirante Massera, Palacios encubrió pruebas de la causa AMIA por pedido de Carlos Menem y la educación es el símbolo de la sociedad porteña. Macri obtuvo un millón de votos y ganó en las 15 comunas: con un electorado que sabe sobre la dictadura, el atentado a la mutual judía y el valor intrínseco del conocimiento.

Cruzando la Plaza de Mayo está Cristina Kirchner. Su derrotado candidato a Jefe de Gobierno, Daniel Filmus, es judío, profesor universitario y perseguido durante la última dictadura militar. Filmus era una propuesta a medida del inconciente colectivo porteño, una apuesta política que debía anticipar el sueño de reelección presidencial y la confirmación de un proyecto de poder que Néstor Kirchner imaginaba dieciséis años en la Casa Rosada.

Es un error afirmar que las derrotas de Cristina en Capital Federal, Santa Fe y eventualmente Córdoba, impliquen un prólogo de la decadencia del modelo K en la Argentina. Esa decadencia sólo puede gatillarse si en las elecciones presidenciales aparece un candidato que puede competir con Cristina respecto a la estabilidad del sistema político y los beneficios económicos que distribuye.

La Presidente conoce la administración pública, está formada y es peronista. Y frente a ella, en una elección nacional, no alcanza con un pasado honesto y un proyecto asentado en buenas intenciones. La voluntad popular se obtiene exhibiendo certeza, capacidad de gestión y carácter político. Macri cometió errores de administración, pero se presentó como el mejor modelo frente a Cristina y Filmus, una estrategia que se consolidó con el caso Schoklender, las denuncias de una supuesta campaña sucia y la crispación que se observaba en Casa de Gobierno.

Si se acepta que Macri refleja un electorado crítico que busca sus propios atajos para continuar siendo, también debe asumirse que el jefe de Gobierno porteño tiene poco tiempo y espacio para jugar al poder y al estratega. Sus votantes pretenden un cambio de metodología, sin que ello implique una modificación de los beneficios ya obtenidos. Quieren más, desean reducir sus necesidades básicas insatisfechas, sueñan con mejorar en su escalada social, y ponen al frente a quienes consideran intérprete de sus utopías.

El resultado en Capital Federal exhibe un fenómeno político novedoso que no pertenece a ningún referente partidario. Es un sentimiento social, una idea de perfeccionamiento democrático que busca un actor político. Ese inconsciente colectivo busca una referencia que lo transforme en poder real. Tiene materia y reclama su forma final.

Ya no se trata de olfato, sino de capacidad de entendimiento. Quien entienda más rápido, será el próximo poder por cuatro años.