Lucha contra la polilla de la vid
La capacidad de vuelo de la polilla de la vid no es importante, de manera que los expertos la ligan básicamente al transporte y maquinaria traída desde Chile, que padece la plaga desde mucho tiempo antes de que las primeras larvas aparecieran en Mendoza.
Se ha intensificado la lucha regional pero aún es insuficiente, sumado a la irresponsabilidad de algunos productores e industriales que eluden el tratamiento por sus costos o por el esfuerzo y las complicaciones que implica el combate.
El tránsito comercial con Chile se hace fundamentalmente por Mendoza y es por eso que la plaga de la polilla de la vid, se estima ingresó desde el vecino país, casi con seguridad en transportes ligados a la actividad vitivinícola o probablemente en maquinaria del ramo.
Y si esta es la vía de ingreso de la plaga, es comprensible que se haya desarrollado primero en Mendoza y que -por ahora y por las prevenciones tomadas- aún el Senasa no la haya testeado en los viñedos de San Juan, donde han ajustado la prevención y los controles al tráfico vitivinícola regional. Desde Senasa, que trabaja en coordinación con Iscamen (Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza) relativizan fallas en las barreras en el territorio mendocino. De todas maneras, se considera en el Senasa, "siempre son permeables".
En Mendoza se reconoce la expansión de la plaga y junto con el Iscamen se trabaja intensamente para que los productores e industriales asuman culturalmente la lucha contra la plaga. Sin dudas, debe reforzarse el control fronterizo cordillerano, pese a que se atribuye la expansión interna de la polilla a un mix que combina su reproducción con el desplazamiento de vehículos.
Hoy por hoy, la provincia atraviesa una situación diametralmente opuesta a la de nuestros vecinos de San Juan. Hace unos días el organismo nacional confirmó "nuevas capturas múltiples de la polilla en zonas de cultivo de vid", en el marco del monitoreo que se realiza a través del Programa Nacional de Prevención y Erradicación de Lobesia botrana.
En Mendoza se expande rápidamente. Ya se declararon nuevas áreas bajo cuarentena. Entre otras, dentro del radio del Gran Mendoza, La Paz, el resto del oasis Norte-Este, Valle de Uco (Tunuyán), y algunos distritos de San Rafael. Allí, según informó Senasa, "se han intensificado los controles con el objetivo de preservar la condición fitosanitaria de las zonas con viñedos del resto de la provincia y del país". Los focos detectados se encuentran en San Rafael, Tunuyán, Tupungato, Godoy Cruz, Junín, La Paz, Las Heras, Rivadavia, San Martín, Santa Rosa y Lavalle.
Aquí los productores e industriales deberán cumplir con las medidas de control (restricción de salida de la uva sin ser molida, limpieza de maquinaria y tratamiento fitosanitario de los viñedos) y asumir celosamente los tratamientos y las restricciones que han sido difundidas, a tal punto que el incumplimiento implica una multa de 2.000 pesos por hectárea (y se estudia elevarla). Se entiende que hay casos de irresponsabilidad entre quienes eluden los costos del tratamiento y prefieren pagar la multa.
Se promete "más trabajo en las fincas afectadas", por la dificultad de erradicación de la plaga. Y los técnicos no descartan la modalidad de trabajar en el marco de una "convivencia" con el insecto en áreas productivas, como se recoge de las experiencias de Chile y Francia, entre otros países flagelados por la Lobesia.
La extensión vertiginosa de las áreas contaminadas demanda una intensificación del trabajo preventivo y curativo de los organismos nacionales y provinciales implicados, pero fundamentalmente exige la responsabilidad de los propios productores e industriales en este combate, que puede ser vitral para la vitivinicultura regional: aquí no puede haber especulaciones de área, de costos o de esfuerzos.
El tránsito comercial con Chile se hace fundamentalmente por Mendoza y es por eso que la plaga de la polilla de la vid, se estima ingresó desde el vecino país, casi con seguridad en transportes ligados a la actividad vitivinícola o probablemente en maquinaria del ramo.
Y si esta es la vía de ingreso de la plaga, es comprensible que se haya desarrollado primero en Mendoza y que -por ahora y por las prevenciones tomadas- aún el Senasa no la haya testeado en los viñedos de San Juan, donde han ajustado la prevención y los controles al tráfico vitivinícola regional. Desde Senasa, que trabaja en coordinación con Iscamen (Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza) relativizan fallas en las barreras en el territorio mendocino. De todas maneras, se considera en el Senasa, "siempre son permeables".
En Mendoza se reconoce la expansión de la plaga y junto con el Iscamen se trabaja intensamente para que los productores e industriales asuman culturalmente la lucha contra la plaga. Sin dudas, debe reforzarse el control fronterizo cordillerano, pese a que se atribuye la expansión interna de la polilla a un mix que combina su reproducción con el desplazamiento de vehículos.
Hoy por hoy, la provincia atraviesa una situación diametralmente opuesta a la de nuestros vecinos de San Juan. Hace unos días el organismo nacional confirmó "nuevas capturas múltiples de la polilla en zonas de cultivo de vid", en el marco del monitoreo que se realiza a través del Programa Nacional de Prevención y Erradicación de Lobesia botrana.
En Mendoza se expande rápidamente. Ya se declararon nuevas áreas bajo cuarentena. Entre otras, dentro del radio del Gran Mendoza, La Paz, el resto del oasis Norte-Este, Valle de Uco (Tunuyán), y algunos distritos de San Rafael. Allí, según informó Senasa, "se han intensificado los controles con el objetivo de preservar la condición fitosanitaria de las zonas con viñedos del resto de la provincia y del país". Los focos detectados se encuentran en San Rafael, Tunuyán, Tupungato, Godoy Cruz, Junín, La Paz, Las Heras, Rivadavia, San Martín, Santa Rosa y Lavalle.
Aquí los productores e industriales deberán cumplir con las medidas de control (restricción de salida de la uva sin ser molida, limpieza de maquinaria y tratamiento fitosanitario de los viñedos) y asumir celosamente los tratamientos y las restricciones que han sido difundidas, a tal punto que el incumplimiento implica una multa de 2.000 pesos por hectárea (y se estudia elevarla). Se entiende que hay casos de irresponsabilidad entre quienes eluden los costos del tratamiento y prefieren pagar la multa.
Se promete "más trabajo en las fincas afectadas", por la dificultad de erradicación de la plaga. Y los técnicos no descartan la modalidad de trabajar en el marco de una "convivencia" con el insecto en áreas productivas, como se recoge de las experiencias de Chile y Francia, entre otros países flagelados por la Lobesia.
La extensión vertiginosa de las áreas contaminadas demanda una intensificación del trabajo preventivo y curativo de los organismos nacionales y provinciales implicados, pero fundamentalmente exige la responsabilidad de los propios productores e industriales en este combate, que puede ser vitral para la vitivinicultura regional: aquí no puede haber especulaciones de área, de costos o de esfuerzos.