Los tecnócratas parecen hechos de madera
*Por Niall Ferguson. Este podría ser el Año de los Tecnócratas. La moda no empezó en Atenas ni en Roma, aunque fue la formación de nuevos gobiernos allí el año pasado lo que hizo de "tecnocracia" la palabra de onda.
Lo que Lucas Papademos y Mario Monti tienen en común no es sólo que no son dirigentes partidarios con mayorías gobernantes.
Lo importante es que son expertos. Han pasado su carrera en elevadas torres de marfil académicas o en instituciones burocráticas de elite como los bancos centrales o las comisiones supranacionales, no abajo, en el lodo de la política democrática.
Ahora, la tecnocracia ha llegado a los Estados Unidos. Gran parte del atractivo de Mitt Romney como candidato a la presidencia radica en que es la quintaesencia del Tecnócrata Americano.
Su currículum educativo no podría transmitir más habilidad empresarial: el hombre tiene títulos tanto de la Escuela de Leyes como de la de Negocios de Harvard. Ha hecho todo lo que Estados Unidos tiene para ofrecer al hacedor compulsivo . Y, pese a algo de mala prensa y de ataques de sus rivales en la carrera por la candidatura republicana, su campaña marcha sin tropiezos.
El tipo de persona que pasa su carrera dentro de instituciones de elite ve con buenos ojos el giro tecnocrático.
Las decisiones de política económica, consideran, son demasiado difíciles para confiárselas a los representantes elegidos por el pueblo.
Y, si es lógico confiarle la política monetaria a los especialistas no electos de los bancos centrales, ¿por qué no hacer algo parecido con la política fiscal? Después de todo, los votantes nunca van a apoyar las medidas duras que deben tomarse para estabilizar los presupuestos occidentales. De allí nuestros déficit crónicos.
Pero hay un problema.
Los sacrificios que tenemos que hacer van a ser dolorosos: si no, miren lo que están pasando Grecia e Italia en este momento.
Sin embargo, la gente puede soportar la pérdida de empleos, los recortes del gasto público y los aumentos de impuestos si cree que habrá una recompensa en el futuro próximo. ¿Cómo convencerla de ello? La única forma es a través del liderazgo político. Y eso quiere decir discursos movilizantes y charlas informales e íntimas.
Los tecnócratas son un desastre para esto.
Pregúntese: ¿cuál es el punto más débil de Mitt Romney como candidato (además de ser un multimillonario que paga una tasa tributaria "efectiva" del 15 por ciento)? La respuesta es que tiene toda la habilidad retórica de una presentación en PowerPoint. Pese a años de práctica y sin lugar a dudas el mejor equipo de instructores de oratoria del planeta, no puede pararse frente a un atril sin convertirse en una inmaculada talla en madera de sí mismo que emite extraños mensajes pregrabados transmitidos por un imitador de seres humanos del Planeta Vulcano. Y, si es malo con guión, es peor aún cuando improvisa.
En la Europa castigada por la austeridad, los populistas también esperan a un costado, listos para lanzar discursos que enardezcan a la chusma . Quizá 2012 resulte ser su año después de todo.
Lo importante es que son expertos. Han pasado su carrera en elevadas torres de marfil académicas o en instituciones burocráticas de elite como los bancos centrales o las comisiones supranacionales, no abajo, en el lodo de la política democrática.
Ahora, la tecnocracia ha llegado a los Estados Unidos. Gran parte del atractivo de Mitt Romney como candidato a la presidencia radica en que es la quintaesencia del Tecnócrata Americano.
Su currículum educativo no podría transmitir más habilidad empresarial: el hombre tiene títulos tanto de la Escuela de Leyes como de la de Negocios de Harvard. Ha hecho todo lo que Estados Unidos tiene para ofrecer al hacedor compulsivo . Y, pese a algo de mala prensa y de ataques de sus rivales en la carrera por la candidatura republicana, su campaña marcha sin tropiezos.
El tipo de persona que pasa su carrera dentro de instituciones de elite ve con buenos ojos el giro tecnocrático.
Las decisiones de política económica, consideran, son demasiado difíciles para confiárselas a los representantes elegidos por el pueblo.
Y, si es lógico confiarle la política monetaria a los especialistas no electos de los bancos centrales, ¿por qué no hacer algo parecido con la política fiscal? Después de todo, los votantes nunca van a apoyar las medidas duras que deben tomarse para estabilizar los presupuestos occidentales. De allí nuestros déficit crónicos.
Pero hay un problema.
Los sacrificios que tenemos que hacer van a ser dolorosos: si no, miren lo que están pasando Grecia e Italia en este momento.
Sin embargo, la gente puede soportar la pérdida de empleos, los recortes del gasto público y los aumentos de impuestos si cree que habrá una recompensa en el futuro próximo. ¿Cómo convencerla de ello? La única forma es a través del liderazgo político. Y eso quiere decir discursos movilizantes y charlas informales e íntimas.
Los tecnócratas son un desastre para esto.
Pregúntese: ¿cuál es el punto más débil de Mitt Romney como candidato (además de ser un multimillonario que paga una tasa tributaria "efectiva" del 15 por ciento)? La respuesta es que tiene toda la habilidad retórica de una presentación en PowerPoint. Pese a años de práctica y sin lugar a dudas el mejor equipo de instructores de oratoria del planeta, no puede pararse frente a un atril sin convertirse en una inmaculada talla en madera de sí mismo que emite extraños mensajes pregrabados transmitidos por un imitador de seres humanos del Planeta Vulcano. Y, si es malo con guión, es peor aún cuando improvisa.
En la Europa castigada por la austeridad, los populistas también esperan a un costado, listos para lanzar discursos que enardezcan a la chusma . Quizá 2012 resulte ser su año después de todo.