Los siete prejuicios para no ahorrar
* Por Marcelo Elbaum. Entrá y enterate cuáles son los siete prejuicios que tiene la gente para no ahorrar.
1 Creo que el dinero es malo. Esta frase que en verdad significa que quien tiene dinero es malo o al menos sospechoso, no siempre se expresa de manera explícita, pero, en nuestra sociedad, aparece constantemente en la idea de que "nadie hace plata trabajando", sino jorobando a otros, con negocios turbios, con prebendas políticas, mediante "negociados" con el Estado, etcétera, etcétera. Sin embargo miles de los inmigrantes que llegaron sin nada a nuestro país desde fines del siglo XIX y que sin más ayuda que su propia capacidad de trabajo y su talento lograron forjar pequeñas, medianas e incluso grandes fortunas.
2 No me interesa planificar el futuro. Esta aseveración ligada al carpe diem, a vivir el momento, muestra, por un lado, una resistencia al método y, por otro, una creencia de que no resiste ningún tipo de análisis: que el futuro es algo sumamente lejano que no ha de llegar nunca. Sin embargo, como todos sabemos, está a la vuelta de la esquina; y no me refiero a la vejez, sino a los objetivos y deseos que de manera inevitable tendremos. Quienes no ahorran y deciden "vivir al día", ejercen su derecho al libre albedrío, pero deben saber que cotidianamente están desperdiciando la posibilidad de alcanzar lo que quieren, cuando obtenerlo sería muy sencillo.
3 Me resulta muy difícil tomar decisiones. Desde luego que hay gente más dubitativa que otra, aunque, básicamente, si no nos encontramos ante un caso patológico, esta modalidad se basa en general en el temor a lo desconocido, ante aquello que se considera oscuro y sin posibilidades de desentrañar.
4 No les tengo confianza a los asesores financieros. Esta creencia, o prejuicio, como la anterior, también parte del desconocimiento y, desde luego, de la generalización. La buena noticia es que la manera de resolver el problema también es sencilla y se basa no sólo en el aprendizaje de algunas cuestiones teóricas, sino en saber cuáles son las características deseables en un asesor y cuáles las que deben producir alarma y cautela a la hora de elegirlo.
5 Las cuestiones financieras son demasiado complicadas. Para conjurar esta falsa creencia que supone, por un lado, que los temas de las finanzas son sumamente complejos y, por el otro, que hay que tener cierta clase de inteligencia especial, como ser bueno para las matemáticas, nada mejor que la técnica CIM: conocimiento, inteligencia y método.
6 Estoy demasiado ocupado ganando dinero. Desde luego, trabajar y ganar dinero es tan imprescindible que hace aparecer esta sentencia como inapelable. Sin embargo, está enraizada en un prejuicio sumamente peligroso que supone que basta con generar riqueza para que ésta se mantenga y se incremente. Lamentablemente esta idea es absolutamente falsa. Un estudio publicado por la revista Forbes 400 y reproducido por el Banco de Inversión JP Morgan en 2004, señala que de
los miembros que aparecieron en la lista Forbes como los 400 norteamericanos más ricos en 1982, menos del 15 por ciento (54) lograron mantenerse 21 años después. De los 400, 141 no son relevantes pues desaparecieron de la lista por razones que tienen poco que ver con riesgos materiales de su fortuna. Sin embargo, estudiando la historia de los 259 restantes, se descubrió que en un extraordinario número -205, concretamente- la riqueza no creció o disminuyó. Las dos razones más importantes de esta situación citadas eran: sobreconcentración en un activo particular y mucho apalancamiento, es decir, realizar inversiones por un monto superior a la riqueza que se posee. Otras causas relevantes fueron: gastos excesivos, impuestos, desacuerdos familiares y obligaciones por juicios. Es decir que no basta con ganar o heredar dinero. Lo importante, además, es mantenerlo y, de ser posible, incrementarlo.
7 No me sobra dinero después de pagar las cuentas. Esta afirmación se basa en el prejuicio de que el monto del ahorro debe ser importante desde el comienzo y descarta de plano la idea de que se pueda establecer una suma pequeña, pero constante, que sumada e invertida se transforme en una mucho mayor. Para desactivar esta creencia tan perjudicial, le propongo realizar unas cuentas sencillas. Cualquiera de nosotros de seguro gasta unos 2 dólares diarios en cosas completamente prescindibles. Si en lugar de gastarlos, los ahorrara e invirtiera de manera constante con una rentabilidad anual del 10 por ciento, entre los 25 y los 65 años, obtendría aproximadamente U$S 375.000 aunque el dinero aportado durante ese tiempo en realidad sólo haya sido de U$S 29.000. Increíble, ¿verdad? No se deje vencer por los prejuicios y las malas creencias y comience a ahorrar que más vale tarde que nunca.