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Los prejuicios pisan fuerte en el FMI

*Por Ricardo Arriazu.Candidatos de países emergentes merecen conducir la institución, pero los industrializados mellan sus posibilidades.

Dominique Strauss-Kahn renunció recientemente a su cargo de Director Gerente del FMI, envuelto en un escándalo sexual. Su renuncia ha desatado una dura lucha por su sucesión entre países emergentes y países industrializados . Los países emergentes proponen que se abandone la tradición de seleccionar a un europeo para este cargo y que el próximo Director Gerente sea seleccionado en base a sus méritos profesionales, lanzando al mismo tiempo la candidatura de varios economistas de países emergentes.

Strauss-Kahn asumió a su cargo como el décimo Director Gerente del FMI el 1° de noviembre de 2007, con el mandato específico de liderar la reforma de la institución, tarea que la mayoría de los analistas considera que venía cumpliendo con bastante éxito. Al igual que la totalidad de los anteriores Directores Gerentes era europeo, siguiendo con un acuerdo implícito vigente desde su creación en Bretton Woods, por el cual se reserva el liderazgo del Banco Mundial para un representante de los Estados Unidos, y el del FMI a un europeo.

Este acuerdo tenía bastante lógica en sus inicios y reflejaba tanto la abrumadora supremacía económica de los países del G-7, como su mayor poder de voto.

Estas instituciones basan sus decisiones en un poder de voto ponderado , que refleja tanto el carácter independiente de sus países miembros, como el tamaño relativo de cada país en materia económica. En la creación de estas instituciones, el PBI agregado de estos países representaba casi el 60% del PBI mundial, y una porción aún mayor del PBI conjunto de los países miembros de estas instituciones (Rusia, China y Argentina, entre otros, no fueron miembros originales), y su poder de voto era abrumadoramente mayoritario.

Esta disparidad económica ha cambiado en forma significativa durante las últimas décadas.

El tamaño del PBI conjunto de los países emergentes es hoy más grande que el del conjunto de los países miembro del G-7, y lo mismo sucede en lo relativo al valor de su comercio internacional y al de sus reservas. Sin embargo, los cambios en el poder de voto de cada país no reflejan aún esta situación , lo que determina que la decisión continúa en manos de los mismos países que hoy designan a las autoridades de ambas instituciones.

Esta situación cambiará inevitablemente en el futuro , al fortalecerse las actuales tendencias económicas, pero resulta difícil anticipar que estos cambios ocurrirán en esta elección . Prueba de ello es el hecho de que, ante los planteos de los países emergentes, los países europeos unificaron sus posiciones y reclamaron mantener el liderazgo en el FMI. Para ello propusieron como candidata a Christine Lagarde, ministra de Finanzas de Francia.

La principal característica que debe tener un Director Gerente del FMI es su capacidad de liderazgo y de comunicación con las autoridades de los países miembros . La capacidad técnica es un requisito importante pero no el predominante.

Conozco personalmente a la casi totalidad de los candidatos presentados por los países emergentes (la excepción es el candidato de Turquía), y no tengo dudas acerca de sus capacidades técnicas y políticas . En mi opinión, todos ellos están capacitados para desempeñarse exitosamente al mando del FMI; la única duda que tengo es sobre la reacción de los países desarrollados y si sus autoridades los tratarán como iguales (por más injusto que parezca).

Es evidente que muchos países emergentes han manejado sus economías con mucha mayor prudencia y eficacia que la mayoría de los países industrializados . La comparación del manejo fiscal europeo (con algunas excepciones) y de los Estados Unidos, con los de Chile (con su fondo anticíclico) y Singapur, deja muy mal parado a estos países industrializados.

La falta de discernimiento en el manejo de los problemas económicos asociados al envejecimiento es ejemplo de esta falta de prudencia (o de capacidad política para solucionarlos).

A pesar de que la mayoría de los candidatos de países emergentes está en condiciones óptimas para administrar estas instituciones, mis dudas están relacionadas con la incertidumbre acerca de si los países industrializados reconocerán en la práctica estas capacidades.

Mi propia experiencia profesional puede servir para ilustrar este punto.

En el año 1999 fui designado por el Directorio del FMI (supuestamente como "representante" de los países emergentes) como parte de un grupo de tres expertos que tenía como tarea evaluar la eficacia del sistema de supervisión del FMI . Fue una experiencia intensa y satisfactoria, pero con algunos contratiempos asociados a "preconceptos". Basta con mencionar un ejemplo: en una de las reuniones en la República Checa le pregunté al ex ministro de Economía Vaclav Klaus sobre si unos ingresos de capitales que se estaban registrando no correspondían a dinero de ciudadanos checos que los habían sacado con anterioridad.

Su respuesta indignada fue "Señor, esto no es Latinoamérica" . Esa misma noche le repetí la misma pregunta a un empresario amigo checo-venezolano y su respuesta fue "Naturalmente, todos son fondos checos" . Klaus no podía aceptar que el comportamiento de sus compatriotas fuese igual al de los argentinos, por lo que su respuesta estaba contaminada por preconceptos.

Mucho me temo que estos preconceptos continúan vigentes en la mente de muchos funcionarios de países industrializados y que tendrán una influencia en la elección del próximo Director Gerente.

Me encantaría estar equivocado y que el mundo demuestre que puede juzgar a los candidatos por sus propios méritos y no por asociaciones con preconceptos sobre sus países de origen .

La actual coyuntura internacional, en particular los problemas de la deuda de algunos países europeos, exige que el proceso de selección sea breve y certero. La economía mundial no necesita nuevas incertidumbres que hagan aún más difícil la recuperación global.