Los políticos están jugando con fuego
* Por Ricardo Arriazu, economista. Ante los problemas financieros de los sectores públicos de la UE y los EE.UU., vuelve la desconfianza a los mercados.
La confianza es uno de los factores más importantes del éxito económico.
Cuando las personas se sienten seguras trabajan con esmero, gastan, toman riesgos, invierten en nuevos emprendimientos y contribuyen a la expansión de la economía; por el contrario, cuando las personas tienen temor sobre su futuro y sobre la seguridad de sus ahorros (y sobre su seguridad personal) , se repliegan, disminuyen sus gastos y sólo buscan proteger lo que ya poseen, contribuyendo de ese modo a la contracción de la economía.
Numerosos indicadores muestran que la desconfianza está volviendo a los principales mercados del mundo.
Las dudas están centradas en los problemas financieros de los sectores públicos de Europa y de los Estados Unidos, regiones que concentran el 50% del PBI mundial.
La primera reacción de los políticos frente a estos acontecimientos fue ignorarlos o intentar resolverlos con medidas insuficientes y aisladas.
Al agravarse la crisis, la preocupación creció pero el debate se volvió ideológico . Es imposible discernir si esta actitud es un acto de irresponsabilidad, o si refleja el convencimiento de que la voluntad política para discutir las imprescindibles reformas sólo puede lograrse "acercándose al precipicio".
Los problemas fiscales de estas regiones son de larga data y están asociados tanto a los efectos económicos del envejecimiento como a la irresponsabilidad fiscal de muchos países. El endeudamiento es el mecanismo utilizado por estos gobiernos para financiar sus excesos de gastos pero, tarde o temprano, los acreedores siempre se preguntan si los gobiernos cumplirán con sus compromisos. Cuando esto sucede, los gobiernos endeudados enfrentan no sólo el problema de cómo financiar sus excesos de gastos, sino también cómo financiar los vencimientos de deuda y evitar la quiebra de sus sistemas financieros agobiados por el retiro de depósitos.
Esto es lo que sucedió en varias oportunidades en nuestro país y lo que está sucediendo en varios países europeos.
La crisis en Europa estalló con el caso griego, pero casi todos los países europeos enfrentan problemas similares. Cuando la ayuda mundial a Grecia no fue suficiente para calmar los mercados, las dudas se extendieron a otros países de la región.
Una de las principales dificultades para resolver el problema europeo se relaciona con el hecho de que los mercados dudan de los programas de ayuda mutua entre países europeos , argumentando que si todos los países están endeudados, este tipo de solución sólo contribuye a "pasar" el problema de un país a otro. Si estos temores continúan será necesario contar con la ayuda conjunta de China, de Japón, de EE.UU. y del resto de los países acreedores (a través del FMI), pero el propio debate interno en EE.UU. está dificultando este tipo de acuerdo.
Muchos analistas sugieren que la solución a estos problemas pasa por el no pago de estas obligaciones, ignorando los efectos sistémicos de esta medida, los efectos sobre las acciones de los tenedores de deuda de otros países y su impacto sobre aquellos a los que se desea "proteger".
Las interacciones financieras a nivel mundial son tan grandes que una medida de este tipo haría que los efectos económicos que ocasionó la quiebra de Lehman Brothers parezcan "juego de niños" en comparación con los que se derivarían de esta medida.
A pesar de estas dudas y propuestas, los progresos en las discusiones durante la última semana contribuyeron a calmar los mercados y parecerían indicar que los políticos están comenzando a entender la necesidad de actuar con urgencia y firmeza.
Las medidas adoptadas por varios países en forma unilateral (incluyendo el sorpresivo programa de ajuste italiano) fueron acompañadas por un nuevo acuerdo multilateral de asistencia financiera y apoyo mutuo para hacer frente a la actual crisis fiscal y de confianza. El plan incluye un segundo paquete de asistencia financiera a Grecia y la implementación de nuevas medidas para limitar el contagio entre las demás naciones europeas.
Como parte de este paquete, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) aportarán a Grecia un total de 109 mil millones de euros, lo que cubriría sus necesidades de financiamiento hasta finales de 2014. Los nuevos préstamos tendrán condiciones mucho más favorables que las vigentes en la actualidad (una tasa de 3,5 por ciento y un plazo mínimo de 15 años) e Irlanda y Portugal también se beneficiarán de estos nuevos términos. Cediendo a las presiones alemanas, también se acordó que el sector privado aportaría voluntariamente unos 50 mil millones de euros adicionales, a través de la recompra y canje de deuda griega.
En el caso de los Estados Unidos el problema es ligeramente distinto.
El gobierno necesita la aprobación de un incremento al límite de su endeudamiento establecido por el Congreso, pero existe consenso en que simultáneamente se deben implementar medidas de ajuste que reduzcan los desequilibrios futuros en un monto cercano a 4 billones de dólares. Sin embargo, las discusiones están estancadas por diferencias entre los republicanos y los demócratas sobre las características del programa de ajuste. Los republicanos plantean que el ajuste debe basarse exclusivamente en reducciones de gastos, mientras que los demócratas insisten en que estas reducciones deben ser acompañadas por suba de impuestos.
Las encuestas muestran que el 60% de la población apoya la posición de los demócratas.
De no llegar a un acuerdo para el 2 de agosto, el gobierno no contaría con la aprobación para incrementar el límite de su deuda, lo que causaría severos daños a la solvencia de los EE.UU. y a la economía mundial.
Nuestro país no es un simple espectador en estos debates.
Nuestro futuro económico será influido en gran medida por la forma en que se solucionen estos conflictos. Una crisis mundial asociada a una falta de acuerdo nos afectaría en forma significativa, pero las medidas para reducir el gasto también nos afectarán.