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Los pilares de la estrategia cristinista

*Por Mariano Grondona. El poder de Cristina Kirchner se halla en su apogeo . Viene de ser reelecta con el 54 por ciento de los votos. Tiene mayoría propia en el Congreso (aunque no llega a los dos tercios que necesitaría para promover la reforma de la Constitución con vistas a su reelección indefinida).

Mediante el manejo de la "caja", subordina a todos los gobernadores de provincia con excepción de Mauricio Macri. No ha hecho caso a fallos judiciales que pretendían limitarla. Controla hasta el mínimo detalle de la economía. ¿Se quiere más?

Si la Presidenta lograra prolongar sin término esta extraordinaria suma de poder, rozaría el ideal de la "Cristina eterna" que planteó Diana Conti. Pero toda condición humana, aun la más exaltada, admite tarde o temprano la curvatura del tiempo. Incluso la palabra "apogeo" encierra en sí misma una referencia cíclica. El Diccionario define el apogeo, en efecto, como "el punto de una órbita en torno a la Tierra más separado del centro de ésta". La trayectoria de los astros y de los hombres, es por definición, "orbital". El origen etimológico de "apogeo" es la voz indoeuropea ap , que da una idea de "alejamiento", del máximo alejamiento de un astro de la Tierra antes de acercarse nuevamente a ella. Todo lo que sube, por ello, tarde o temprano bajará. Incluso el poder. O, como dijo la propia Presidenta en su nuevo lenguaje coloquial, "no se hagan los rulos". La diferencia entre la república y la autocracia es, en este sentido, que aquella pero no ésta se resigna de antemano al vencimiento de los plazos.

El observador se encuentra por lo visto frente a una contradicción. Sabe que todo apogeo se curvará, pero no ve cómo ni cuándo podría curvarse el apogeo de Cristina. En 2009, ante la derrota electoral del kirchnerismo, la oposición cometió el error de suponer que su fin era inminente. En 2012, al cristinismo en que se ha convertido el kirchnerismo lo acecha un error de signo contrario: suponer que al apogeo de Cristina nunca le llegará su perigeo , que el Diccionario define como "el punto más próximo a la Tierra de la órbita de un astro".

TEORÍA DEL PUERCOESPÍN

El inmenso poder de Cristina se proyecta tanto en el espacio económico como en el espacio político. En lo económico, estamos asistiendo al despotismo telefónico del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que puede llamarse así porque no se sirve de leyes o decretos como los funcionarios "normales" sino de los llamados telefónicos que él dirige en persona a todos los empresarios grandes o pequeños, para "apretarlos" .

Al abordarlos de este modo, Moreno consigue intimidarlos. En verdad, no se sabe qué admirar más, si el desprejuicio del funcionario frente a la legislación reinante o su frenética actividad. Moreno tiene dos armas. Una, su omnipresencia comunicacional. La otra que, al limitarse a cumplir las órdenes presidenciales como un soldado, queda eximido de toda consideración de largo o de mediano plazo. Al trabar las importaciones en el día a día, ¿no se da cuenta de que también está trabando las operaciones de aquellas industrias que él se empeña, aparentemente, en proteger? Pero éste no es su problema. Su problema es, solamente, obedecer. Cuando salten a la vista las rigideces que está imponiendo en la economía, quizá le vengan instrucciones en sentido contrario desde la cima del poder. Tampoco vacilará en ejecutarlas.

En defensa de Moreno, algunos señalan que no se le conoce un solo caso de la corrupción que plaga a otros segmentos del Estado. Pero una vez el politólogo Samuel Huntington señaló, en una observación que bordeaba el cinismo, que hay una sola cosa peor que un régimen económico asfixiante y corrupto: un régimen económico asfixiante y no corrupto porque, en este caso, ya no queda ningún resquicio por donde escapar. Un condenado injustamente a muerte por un régimen opresor, ¿no preferiría sobornar, si pudiera, a su verdugo? Muchos de nuestros industriales, sin embargo, reciben con beneplácito el proteccionismo ilimitado de Moreno porque a cambio del "mal" de la asfixia estatal reciben un "bien" para ellos aún más importante, porque los exime de la obligación de competir en busca de la excelencia, una meta a la que ya hace tiempo han renunciado.

En un libro publicado en 1994, el escritor chileno Claudio Véliz hizo notar que hay dos clases de visiones económicas, la visión del zorro que corresponde a las naciones competitivas y la visión del puercoespín de las naciones ultraproteccionistas. Las primeras, como el zorro, andan por el mundo abiertas a las oportunidades de producir y competir. Las segundas se envuelven sobre sí mismas como el puercoespín, resguardándose detrás de su caparazón. En tiempos de crisis, a las economías del zorro les puede ir mal. En tiempos de bonanza, empero, nadie iguala su progreso. Las economías del puercoespín se salvan de la competencia, pero al precio de su propio inmovilismo. ¿Acaso es necesario señalar con cuál de estas dos escuelas comulga Moreno? Pero él, en verdad, no ha elegido entre ellas; después de todo, es sólo un soldado. (Ver Claudio Véliz, The New World of the Gothic Fox , University of California Press).

LOS RIVALES

El gobierno casi todopoderoso de Cristina se despliega no sólo en lo económico sino también en lo político. Y decimos "casi" todopoderoso porque la historia nos enseña que, una vez que han perecido los enemigos "externos", el instinto combativo del ser humano se las arregla para generar nuevos enemigos, esta vez "internos". Así les ocurrió por ejemplo a los romanos cuando, tras vencer a ese formidable enemigo externo que era Cartago, brotó en su propio seno la guerra civil.

Cristina cuenta entre sus laureles la aplastante derrota de la oposición en los comicios del 23 de octubre. A partir de esta derrota crucial, todo pertenece en apariencia al cristinismo. ¿Todo? ¿Y dónde ubicaríamos entonces las disidencias internas cada día más notorias de Hugo Moyano y Daniel Scioli? Del lado del Gobierno, tanto el choque con Moyano como el recelo ante Scioli reconocen un origen común: el insaciable deseo de poder del cristinismo. Un deseo por cierto no republicano, ya que lo característico de los regímenes republicanos es que nadie aspira en ellos a un poder total por todo el tiempo . Esta es, empero, la aspiración del kirchnerismo-cristinismo desde 2003.

Las espadas de Moyano y de Scioli, de todos modos, son distintas. El secretario general de la CGT combate en dos frentes. De un lado, procurará seguir gobernando a la CGT pese a la disidencia de los sindicatos no moyanistas. Del otro lado, trata de oponerse al propio Gobierno, su antiguo aliado, en torno de los salarios que Cristina querrá ajustar pese a la engañosa consigna de la "sintonía fina" que ha lanzado para disfrazar el ajuste económico que se avecina.

El desafío que Scioli le plantea a Cristina es menos evidente pero no menos crucial. Ocurre en efecto que, en la perspectiva de "Cristina eterna", a Scoli se le cerraría el único camino de ascenso que le queda: nada menos que la presidencia. El gobernador de Buenos Aires, fiel a su estilo, ha conseguido que apenas asome, detrás de su aparente ortodoxia, una profunda vocación de poder. ¿Podrá encontrar en Moyano, finalmente, a un aliado? ¿Y podrá sumarse a Scioli y a Moyano el aporte de Mauricio Macri que, con ser por ahora pequeño, podría revelarse esencial si el jefe de gobierno de la Capital Federal consigue ubicarse en el fiel de la balanza? La imagen de una "Cristina eterna" es incompatible con la república que todavía somos. Lo que aún no sabemos es si la troika Scioli-Macri-Moyano será la encargada de disiparla.