Los pájaros de Hiroshima
*Por Gabriel Bustos Herrera. Como los pájaros en Hiroshima, están muriendo las abejas en el hemisferio norte. No pueden sobrellevar el ‘progreso’ del hombre. Como el agua y el suelo al calentamiento. El Congreso de Cambio Climático debatió cómo adaptarse al cambio irreversible.
Fue un escalofrío conocido. Como un aguijonazo que vuelve. "Están muriendo las abejas del mundo", decía la noticia, escueta, de tipografía pequeña. Me recordó una noche de hace tantas, cuando Gina María Hidalgo clamaba en un teatro de Buenos Aires por los Pájaros de Hiroshima (¿Dónde, dónde están? quiénes?/... los hombres/ Construyamos un nido? pero ¿dónde, dónde?/Cenizas? han volado todo). La angustia en el escenario, recreaba la destrucción de la vida en la batalla, en ancas de la ciencia que, soberbia, dominaba el átomo.
/"Construyamos un nido? pero, ¿dónde?/
Según las Naciones Unidas, en el hemisferio norte ha desaparecido el 85% de las abejas. "Si ellas desaparecen, desaparecen las plantas, porque las abejas polinizan el 70% de las 100 especies vegetales que proveen 90% del alimento del mundo".
Agregaba, escueto y frío, el informe: "La radiación de celulares las desorienta y mata".
Como tantas especies de insectos y pájaros, las abejas están muriendo por el empleo de pesticidas, la contaminación del aire, la reducción de la cantidad de plantas y flores y la lenta retracción de la agricultura.
/"Construyamos un nido? pero, ¿dónde, dónde"?/
Adaptando el nido. "Congreso de Cambio Climático, Vitivinicultura y Recursos Hídricos", fue el título de la convocatoria que congregó en el Bustelo la semana que acaba de finalizar, a centenares de científicos, técnicos, productores, empresarios, funcionarios, estudiantes.
Fueron convocados por la Secretaría de Ambiente, el INV, la UNCuyo y la Corporación Vitivinícola (los había de Brasil, España, Chile, Francia, Estados Unidos). Chequearon qué le está pasando al mundo con el calentamiento global y la incidencia que este fenómeno -pura gestión del hombre y sus necesidades de progreso- provoca en los cambios climáticos y condiciones de vida y de producción.
Nada menos: qué le estamos haciendo al escenario de nuestra vida. No se ocuparon de las culpas: los grandes culpables tienen oídos sordos (EEUU, Europa, China, Rusia, sobre todo), como lo prueban Kioto o Copenhague. Discutieron maneras de ir adaptando la vida, la producción y la convivencia a un mundo más caliente, con agua cada vez más escasa y con la demanda (o el despilfarro) en alza vertiginosa, con suelos degradados, con el verde asediado. La vida en riesgo. El daño está hecho y los que lo pueden atenuar miran para otro lado. Hay que adaptarse a lo inevitable.
/"Construyamos un nido? pero, ¿dónde, dónde"?/
Días de sed. Todos relativizaban sus mensajes. Si este desbarajuste es efectivamente obra del hombre o un ciclo más del devenir del globo (si ciclos secos y ciclos húmedos; si ciclos cálidos o ciclos de hielo). Pero que la escasez de agua se agravará en el futuro inmediato en el centro-oeste del país -sobre todo desde el río San Juan al sur- y que "habrá que enfrentar cambios urgentes en las formas de producir, de regar y en la expansión urbana", fueron las primeras conclusiones en la radiografía del clima en el continente en el último siglo, que formuló el doctor Ricardo Villalba, director del Cricyt e integrante del grupo de especialistas que obtuvo el Premio Nobel en 2006, junto con el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore. Estudiaron el avance del calentamiento global "empujado por el gas que llega a la atmósfera producto del intenso consumo de combustibles fósiles".
Gregory Jones, agrónomo, investigador de la Universidad de California y productor vitícola en Oregón, hizo una minuciosa evaluación de la incidencia que está teniendo en la genética de la vitivinicultura mundial el cambio de las condiciones climáticas apuradas por el calentamiento global. Sobre todo con el aumento de las temperaturas promedio, la disminución de las amplitudes térmicas (días de sol y calor con noches frías, contraste que genera el mejor grado de azúcar en las frutas, dijo) y la modificación de las disponibilidades hídricas en los momentos críticos del estrés de los frutos. Agua, suelo, clima, los factores que condicionan la producción, el turismo, la industria, la vida misma, claro.
Para Villalba -titular del Cricyt en el Conicet- el estudio meticuloso de los registros de lluvias, nevadas y caudales de los ríos cordilleranos en el centro-oeste del país ("sobre todo desde el río San Juan hacia el sur"), muestran una clara tendencia a la baja en las precipitaciones níveas en las altas cuencas de la montaña, lo cual es grave porque el caudal de nuestros ríos depende esencialmente de las nevadas del invierno y -cuando ellas son escasas- del aporte de los glaciares, actualmente en una vertiginosa retracción.
El único camino. Y otra deducción no menor: la baja en las precipitaciones níveas en la montaña tiene por contraste un aumento en las lluvias del llano -torrenciales, tormentosas, huracanadas-, llevando los registros de humedad y precipitaciones a niveles por encima de los 400 mm (actualmente la zona da unos 200).
Mostró mediciones del último siglo, con particular énfasis en las crisis de precipitaciones en 1968, 1988 y 1998, corroborando además la reducción de la masa de los glaciares con fotografías contrastadas (1934-2007) del glaciar del Plomo, Gussfeld, Vacas, Humo, que desnudan una impresionante disminución de sus masas heladas.
"Cuando merman las nevadas, el que abastece el río de montaña es el glaciar, que hoy está en franco retroceso", insistió Villalba. O sea, menos agua en el río, mayor humedad y precipitaciones en el llano y cambio en la ecuación productiva regional (que se mueve en un medio árido y seco).
Queda un solo y vital camino para afrontar el futuro, según Villalba. "Tenemos que mejorar inmediatamente el uso del agua escasa y estudiar rápidamente la genética para adecuar nuestros cultivos y las estrategias económicas a los cambios climáticos que acentuará el calentamiento global", afirmó el científico.
En este sentido, insistió en que "si el agua para riego agrícola consume el 80% de nuestros ríos, tendremos que replantearnos todos los métodos de riego, embalsando, canalizando, entubando y regando por goteo o por aspersión, de manera de gastar la mitad o menos de lo que actualmente derrochamos por riego de inundación como hace centurias. En las ciudades, deberemos racionalizar el uso, evitar la contaminación e incentivar la depuración de las aguas servidas".
¿Se correrá hacia el oeste la frontera verde para la ganadería y cereales u oleaginosas? ¿Va hacia el sur la tendencia de la vid y la fruta, que buscarán fresco?
Es cierto: bien podría ocurrir que a menos nieve en alta montaña, pero más humedad en el llano arenoso (por ejemplo 400 o 500 mm/año en lugar de 200) nuestros nietos ganaderos del sur, probables cerealeros del este o prestadores turísticos de más verde, tengan mejores oportunidades.
En el Congreso hubo exposiciones sobre estudios de científicos y técnicos que rastrean en la genética de la fruta ?la vid en particular- previniendo el rastreo de su lugar en el mundo.
En las márgenes del río escuálido -el Mendoza, en este caso- vive el 75% de los mendocinos y se gesta el 80% del PBG. "Con el actual sistema de riego, el oasis Norte está colapsado. O lo cambiamos o vamos hacia la extinción", oí.
/Construyamos un nido? ¿dónde, dónde?/ (de Los Pájaros de Hiroshima)