Los obispos y el dolor de la pobreza
*Por Jorge Gadano. En sus mensajes de la última Pascua, los obispos volvieron a uno de sus temas preferidos, la pobreza que padecen millones de argentinos. El de Concordia, Luis Collazuol, dijo que "la pobreza duele" y la juntó con otras formas de exclusión social como "realidades de muerte".
A fines del año pasado se habían pronunciado en forma colectiva sobre "la persistencia de la pobreza". Ahora lo hicieron uno por uno y desde el altar, salvo los de la Patagonia, que en conjunto reclamaron respuestas frente a la pobreza y la falta de trabajo. El jefe de la Conferencia Episcopal, cardenal Jorge Bergoglio, se acuerda siempre de los pobres, aunque en esta Semana Santa prefirió pronunciarse en contra del aborto, la coima y la mentira, y optó por uno de los integrantes del triunvirato celestial, el Espíritu Santo, para que nos enseñe a "elegir el bien".
Hay muchos militantes de la Iglesia Católica, religiosos y laicos, que eligieron vivir junto a los pobres y luchar con ellos por una vida mejor. Pero la institución Iglesia no es pobre. Es rica, y la representación más evidente de esa riqueza es la Ciudad del Vaticano, la basílica de San Pedro, el Museo Vaticano, la residencia papal de Castel Gandolfo, el corrupto banco Ambrosiano y todos los templos y conventos de la ciudad que Pablo de Tarso eligió para convertir a la iglesia del predicador crucificado por el imperio en la iglesia oficial del imperio.
Para más datos. La Iglesia en la que manda hoy Benedicto XVI con todos los poderes de un monarca absolutista cuenta con los favores del corrupto jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, de fama mundial por las orgías de las que disfruta en su villa de Cerdeña.
La enseñanza religiosa es obligatoria en las escuelas italianas. Los profesores de esa materia no necesitan una licenciatura, sino y solamente un certificado que les otorga el obispo diocesano. A más de 15.000 de esos "profesores" el gobierno de Berlusconi les dio en el 2003 la codiciada planta permanente que se niega a otros docentes –en Física, Química, Literatura– con títulos universitarios.
El matemático Piergiorgio Odifreddi, autor del libro "Por qué no podemos ser cristianos" (y menos aún católicos), da algunas cifras de lo que el Vaticano recibe anualmente del Estado italiano. Embolsa, por ejemplo, un ocho por ciento de las entradas impositivas totales, lo que se aproxima, en cifras redondas, a unos mil millones de euros. El papado dice que esa suma se destina a "obras de caridad", pero no es así. Sólo un 20% tiene ese destino. Del resto, el 34% va al sustento del clero y el 46% a "exigencias del culto" (¿?).
Esos mil millones son sólo una parte. Todos los años el Estado nacional aporta una cifra similar con los más variados destinos. Siempre hablando de euros, en el 2004 la Santa Madre Iglesia recibió 478 millones para los profesores de religión, 258 millones para las escuelas católicas, 44 millones para las universidades católicas, 25 millones para los servicios de agua de la ciudad del Vaticano y unos cien millones más con diversos destinos píos.
Odifreddi asegura que si se incluye "una buena rebanada" de los 1.500 millones que el Estado gasta en servicios de salud –que en buena parte prestan instituciones católicas– se puede llegar a unos tres mil millones de euros. Además, el Estado deja de percibir alrededor de seis mil millones gracias a que la institución divina no paga impuestos. De no estar exentas, esa suma anual es la que debería tributar las 59.000 entidades eclesiásticas dueñas de 90.000 inmuebles que dan techo a parroquias, conventos, oratorios, seminarios, escuelas, colegios, hospitales.
Eso no es todo. Los municipios italianos pierden ingresos por unos 2.250 millones de euros, también por exenciones. Por ejemplo, en Roma pero fuera de la ciudad del Vaticano, la Iglesia tiene inmuebles de un valor enorme, mencionados en el acuerdo de 1929 con Benito Mussolini: los palacios del Santo Oficio (Inquisición) y Propaganda de la Fe en las plazas San Pedro y España; la Universidad Gregoriana, el Colegio Lombardo, las basílicas de San Francisco de Asís y San Antonio de Padua; Villa Barberini en Castel Gandolfo y el predio de 44 hectáreas donde está la radio Vaticana.
En la Argentina, el artículo dos de la Constitución, ratificado en la última reforma, dice que "el gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano". Es un privilegio que dejó la conquista española y, a la vez, una compensación por la expropiación de los bienes que dispuso Bernardino Rivadavia en 1822.
En moneda nacional, el sustento se llevaba el año pasado 34 millones de pesos, de los que salen los sueldos de obispos titulares, auxiliares y eméritos. Por una ley de Jorge Rafael Videla, un hombre católico como pocos, un obispo cobra hoy 13.000 pesos, el 80% del sueldo de un juez. Cuando se jubilan, aunque no hayan aportado, reciben el 70% del sueldo del presidente de la Nación, unos 11.400 pesos.
Los colegios religiosos habrían recibido el año pasado unos 4.600 millones de pesos. Más de la mitad de esa suma, para los católicos.