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Los muchos que se fueron

Desde Julio Bárbaro y Alberto Fernández hasta Yoma, Solá, Massa, Moyano o Nun.

Por Carolina Mantegari

Para JorgeAsisDigital

 

Introducción: Desprendimientos

Julio Bárbaro fue de los primeros en desengancharse. Aunque después de Gustavo Béliz, Zapatitos Blancos, junto con los Centauros Quantín y Campagnoli.

Jorge Yoma, en cambio, fue de los últimos en irse.

En el medio se les rajó Alberto Fernández, El Poeta Impopular.

Para completar la síntesis introductoria, se les fue Sergio Massa, Aire y Sol II.

Hoy Bárbaro, Yoma y Fernández se encargan pacientemente de demoler, en los medios, el relato cristinista que ayudaron a construir.

Pero es Massa quien le asesta (al relato) el máximo golpe. Cuando se decide electoralmente a enfrentarlo. Y le gana.

Merece indagarse el sustancial alejamiento de Miguel Bonasso.

Fue Bonasso el que aportó -acaso sin sospecharlo- la idea escenográfica que se transforma en el emblema vertebral que los sostiene. La Cámpora.

De todos modos, son dos los desprendimientos que supieron ser los pilares principales. Facilitaron oportunamente la implantación incuestionable de la hegemonía kirchnerista. Representan la comunicación y la institucionalización del trabajo.

Son Héctor Magnetto, El Beto -o sea el Grupo Clarín-, el enemigo desde 2008, y Hugo Moyano, El Charol, excluido del palacio en 2011.

Con el acompañamiento de ambos, Néstor Kirchner, El Furia, gobernó y edificó las bases más sólidas del poder que hoy -invariablemente- se diluye.

La enumeración de los desprendimientos no persigue instalar ningún reproche efectista. Ni descender al territorio fácil de la chicana.

Sirve apenas como elemento informativo para tratar lo que Oximoron, en su informe, califica de "tergiversaciones".

Osiris Alonso D'Amomio
Director Consultora Oximoron

Partir en silencio

Aquí debe rescatarse a Sergio Acevedo. Primer titular del Servicio de Inteligencia y después gobernador de Santa Cruz. Acevedo se les fue enojado, pero en silencio.


Al tratarse del ex jefe de espías, o sea de un profesional de los secretos más sensibles, el Caso Acevedo debió haber registrado cierta gravedad. Pero pasó sin inconvenientes al tercer plano. Para refugiarse -el sujeto- en el lento olvido de su cátedra.

En silencio, también se les fue el senador Nicolás Fernández. Otro representante de Santa Cruz. "El Fernández que valía". Era la voz de "la familia" en Senadores. Hoy atiende su bufete de abogado.

Por el silencio optó también el doctor Esteban Righi, El Bebe. El Procurador padeció el maltrato respaldado de Amado Boudou, El Descuidista (hoy políticamente sostenido por cuatro glóbulos rojos y uno blanco).

El camino del silencio militante lo tomó el ex canciller Jorge Taiana. Otro que partió casi humillado cuando La Doctora le exhibió la ejemplaridad moral de Boudou. Como Clarin no lo castigaba, Taiana era mal visto en la corte y fue desplazado del ministerio. Para reaparecer, años después, con la irrelevante candidatura a concejal.

Otro menoscabado canciller fue Rafael Bielsa, El Pavo Real (apodo puesto por El Furia). Posteriormente Bielsa fue utilizado para participar en diversas elecciones, todas perdidas. Para reaparecer, años después, como Inspector del Sedronar.

Pero Bielsa y Taiana (que en su momento discreparon) continuaron igual con la defensa -casi inexplicable- del cristinismo.

Los críticos


Según Oximoron, desde 1983 hasta aquí, ningún otro plantel de gobierno contuvo tantos funcionarios que, al irse, no vacilaron en mostrarse repentinamente críticos. En opositores feroces, casi despiadados, de aquello que en su momento integraron. Para lucirse como exclusivas figuras que animan las emisiones del cable.

Habría que incorporar, en la lista, a Jose Nun, opaco Secretario de Cultura y frustrado embajador. Hoy Nun castiga al cristinismo con énfasis, aunque casi nadie lo registra.


O a Martín Redrado, ex titular del Banco Central, que se fue en medio de un digno escándalo. O al discreto y sobrio Alberto Iribarne, otro ministro y también embajador trunco. A la señora Graciela Ocaña, deslucida inspectora del PAMI y luego ministra inadvertida, muy activa hoy con el profesionalismo de la denuncia.

O Felipe Solá, gobernador y diputado. El máximo cuadro del felipismo resultó fundamental (junto a Randazzo, El Loco, que persiste) en la epopeya intensa de destruirlo a Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas).

Aparte de haberlo instalado a Kirchner como presidente, Duhalde es otro prócer que también participó de los iniciales efluvios del kirchnerismo. Como Inspector del Mercosur.

El Informe Oximoron se extiende también en el caso, acaso prescindible, de Roberto Lavagna, La Esfinge, ministro heredado. Enlaza con el caso de Guillermo Nielssen, El Flaco, el eficaz renegociador de la deuda, que continuó como embajador.

Hoy Lavagna y Nielssen se destacan como hondos cuestionadores de la política económica (si es que puede llamarse así al conjunto de improvisaciones de Kicillof, El Gótico).

Participan del espectro difuso de la oposición. Como el embajador Gil, El Gauchito.

En cambio, el descuelgue fundamental de Alberto Fernández sirve para intentar la racionalización (o el agotamiento) del esquema cristinista.


Emerge Alberto como el antecedente inexorable de la partida tardía de Sergio Massa, que lo sucedió como Premier.

A Massa -Aire y Sol II- le bastó con desengancharse recién en 2013 para convertirse en el opositor más inquietante.

Resume Massa la constatación de una certeza. "Nunca existe adversario más peligroso que aquel que surge de la misma fuerza".

Resta otra formidable lección para discutir: Los elegidos para terminar con el cristinismo son precisamente aquellos que supieron desprenderse a tiempo del relato cristinista.

Otros opositores abstenerse. Sobre todo los antiguos.

El premio grande nunca es necesariamente para aquel que critique antes.

Es para aquel que critique mejor. Que acierte en el momento indicado.

Tergiversaciones

En el tramo del epílogo, Oximoron advierte sobre el pretexto funcional de algunos de los que fueron colaboradores protagónicos. Se alude a la sensación de culpa anticipada.

Porque podrían ser señalados, en el futuro mediato, como colaboracionistas del fenómeno indigno.


La gran tergiversación alude a la trampera intelectual de plantar, con cierta impunidad, que "con Néstor era diferente".

Que los graves dilemas de la declinación se agravaron por los errores de La Doctora.

O por las desviaciones registradas a partir de la muerte (irresponsable) de El Furia.

"Cuando se perdió el liderazgo". Lo sostienen quienes enuncian la tergiversación.

Solidifican la legitimidad de creer que La Doctora tomó por un camino diferente al de El Furia.
Que se enclaustró entre los incondicionales que se aferran a la alternativa única de su estrella.

Para desgastarse en la celebración grotesca de las equivocaciones múltiples que no asumen.

La evaluación de Oximoron marca exactamente lo contrario. Indica que es con El Furia que se instalaron los desastres seriales que aún se mantienen.

Culminan con la extraordinaria decadencia. Con la presente etapa lazarista del cristinismo.
Mientras tanto, se ejecuta el ajuste que, en simultáneo, se niega.

Y de los pilares de Magnetto y Moyano se pasó a gobernar con los dos pilares de Berni y Milani. Merecen otro informe.


El gobierno de La Doctora es, en definitiva, deplorablemente malo. Una sucesión de tergiversaciones que se improvisan para justificar otras.

Pero el gobierno ya era insalvablemente malo cuando vivía y lo conducía El Furia. Con el colaboracionismo consciente de muchos de los que, saludablemente, se desengancharon. En el país generoso que nunca detiene la rutina de brindar nuevas oportunidades.