Los huérfanos que pocos observan
*Por Osvaldo Pepe. El doloroso tema de la violencia contra la mujer , de su explotación y de su reducción a la esclavitud sexual, tiene un aspecto poco difundido.
Es el que nos informa que en apenas un año 212 menores de 18 años han quedado huérfanos en la Argentina por la violencia de género (Ver: En sólo un año, 212 chicos quedaron huérfanos). A susta pensar que los asesinos o sospechosos fueron en muchos casos sus propios padres, quienes convirtieron a los chicos en almas errantes.
Cómo no asociar este cuadro con el juicio que la semana pasada se inició en Tucumán por el secuestro, sometimiento a la prostitución y desaparición de Marita Verón, un caso de 2002 en el cual hay 13 acusados. Marita tenía 23 años cuando la secuestraron y una hija, Micaela, de apenas 3 . Sin embargo, ella no forma parte de ese grupo de 212 desamparados: tiene a su papá y a su abuela, Susana Trimarco, mamá de Marita, mujer coraje que ha luchado contra todo silencio cómplice y contra toda forma de olvido con una valentía a prueba de balas. Lo que ocurre es que violencia de género y redes de trata son dos caras de la misma moneda de una sociedad que, pese a muchos avances para combatir esos males, sigue degradando a la mujer por su condición de tal . En su obra "Itinerarios", el ya fallecido Premio Nobel de Literatura Octavio Paz recuerda tres momentos de su niñez que lo "marcaron para siempre" . Uno, afirma en su obra, fue cuando tenía 3 o 4 años y una pesadilla atroz lo sorprendió "oírse llorar en medio de la sordera universal. No recuerdo más. Sin duda mi madre me calmó: la mujer es la puerta de reconciliación con el mundo".
Hoy, dos mujeres, Susana Trimarco y Micaela, madre e hija de Marita Verón, son a su modo esa puerta de reconciliación para la sociedad argentina.
Reconciliación que sólo llegará si se hace justicia.
En un pedido al Tribunal para que pueda presenciar las audiencias, Micaela, hoy de 13 años, como contó la periodista Sibila Camps en una nota de Clarín, escribió: "He acompañado a mis abuelos (...) en todas sus búsquedas y excavaciones (...) Hemos pasado todos los infiernos, pero no tengo ni tenemos miedo".
A los 3 años a ella le arrebataron para siempre la infancia . Aquello no fue una pesadilla como la de Octavio Paz, sino una realidad que aún permanece impune.
Cómo no asociar este cuadro con el juicio que la semana pasada se inició en Tucumán por el secuestro, sometimiento a la prostitución y desaparición de Marita Verón, un caso de 2002 en el cual hay 13 acusados. Marita tenía 23 años cuando la secuestraron y una hija, Micaela, de apenas 3 . Sin embargo, ella no forma parte de ese grupo de 212 desamparados: tiene a su papá y a su abuela, Susana Trimarco, mamá de Marita, mujer coraje que ha luchado contra todo silencio cómplice y contra toda forma de olvido con una valentía a prueba de balas. Lo que ocurre es que violencia de género y redes de trata son dos caras de la misma moneda de una sociedad que, pese a muchos avances para combatir esos males, sigue degradando a la mujer por su condición de tal . En su obra "Itinerarios", el ya fallecido Premio Nobel de Literatura Octavio Paz recuerda tres momentos de su niñez que lo "marcaron para siempre" . Uno, afirma en su obra, fue cuando tenía 3 o 4 años y una pesadilla atroz lo sorprendió "oírse llorar en medio de la sordera universal. No recuerdo más. Sin duda mi madre me calmó: la mujer es la puerta de reconciliación con el mundo".
Hoy, dos mujeres, Susana Trimarco y Micaela, madre e hija de Marita Verón, son a su modo esa puerta de reconciliación para la sociedad argentina.
Reconciliación que sólo llegará si se hace justicia.
En un pedido al Tribunal para que pueda presenciar las audiencias, Micaela, hoy de 13 años, como contó la periodista Sibila Camps en una nota de Clarín, escribió: "He acompañado a mis abuelos (...) en todas sus búsquedas y excavaciones (...) Hemos pasado todos los infiernos, pero no tengo ni tenemos miedo".
A los 3 años a ella le arrebataron para siempre la infancia . Aquello no fue una pesadilla como la de Octavio Paz, sino una realidad que aún permanece impune.