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Los hambrientos se arman de paciencia

En busca de una ayuda rápida, muchos somalíes hambrientos han acudido al campo de refugiados de Dadaab en la vecina Kenia. Ante la avalancha, los cooperantes apenas dan abasto para registrar a los que llegan.

Muchos refugiados esperan semanas para ser admitidos.

Horas antes de la salida del sol, hombres, mujeres y niños aguardan frente a la entrada del campo de refugiados de Dadaab, en el este de Kenia. Algunos acaban de llegar de Somalia, mientras otros esperan desde hace días a que se les permita la entrada.

La aceptación en el campamento es para ellos el último y más importante obstáculo en su anhelado camino hacia una nueva vida. Algunos, agotados por el largo y dificultoso camino, se muestran sorprendidos por tener que esperar todavía más. Debido a los obstáculos burocráticos, puede tardar días e incluso semanas hasta que se los inscriba oficialmente.

El proceso está estrictamente reglamentado. Los refugiados son clasificados según el tamaño de sus familias y reciben una ficha que deben presentar en el centro de admisiones. Allí se les toma las huellas digitales y se les entrega un brazalete azul con un número de registro. En una habitación continua se los somete a un pequeño reconocimiento médico.

"Las embarazadas y los niños son sometidos a análisis profundos. También se vacuna a los menores de cinco años", dice Abdikani Hassan, un cooperante de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

En el caso de los adultos sólo se somete a algunos a análisis más exhaustivos. Los que se quejan de un malestar ingresan en un hospital próximo. Algunos refugiados tardaron hasta dos meses en llegar a pie para huir del hambre en su país. Son pocos los que han comido algo durante todo el camino.

Ante la gran cantidad de gente, los refugiados deben hacer cola también durante horas a altas temperaturas en los puestos de reparto de comida. Para soportar las largas esperas hay galletas especiales ricas en calorías. Más tarde, cada familia recibe raciones para tres semanas, que incluyen harina, azúcar, aceite, maíz, granos, sal y una mezcla de maíz y soja como base para preparar papillas.

El paquete también incluye cubiertos, recipientes para el agua, jabón, mantas y colchonetas, así como sábanas de plástico. Estos utensilios están pensados para que duren dos años.

Todos los que llegan al complejo de Dadaab deben inscribirse también ante la autoridad de refugiados de Kenia. La confirmación puede tardar semanas. "Hay un atasco, porque demasiados esperan ser registrados", explica Moulid Dvigsiye de Acnur.

"Hasta ahora llegaban a Dadaab diariamente entre 1.300 y 1.500 personas, pero a finales de mayo y principios de junio eran por día unas 3.000".

Mientras esperan a ser admitidos y registrarse oficialmente, muchos de los refugiados se alojan con familiares que ya se encuentran en Dadaab. Otros no tienen más opción que vivir durante semanas en los alrededores en tiendas improvisadas o bajo árboles.

Tan pronto reciban la confirmación del gobierno de Kenia y se presenten ante los representantes de Acnur se les entregan las libretas de racionamiento y tiendas de campaña. Pero hasta entonces puede pasar incluso más de un mes.

Jalil Abrizag, de 14 años, espera desde hace seis semanas con su madre y sus cinco hermanos a que se los admita oficialmente. "Venimos todos los días, esperamos durante semanas y los vigilantes nos dicen por la noche que van a cerrar y que tenemos que venir de nuevo mañana", afirma.

Otros lamentan que sus hijos no son atendidos con la suficiente rapidez en el hospital.

Como la sequía persiste, Naciones Unidas prevé que la situación en Somalia empeorará y que más personas partirán hacia el que es hoy por hoy el mayor campo de refugiados del mundo.

Según Acnur, tan sólo en julio llegaron a Dadaab 40.434 somalíes, el mayor crecimiento mensual en los 20 años de historia del complejo de campamentos.

(*) De la agencia DPA, desde Dadaab, Kenia
Anindita Ramaswamy (*)