Los fuegos de Constitución
* Por Ricardo Roa. Desde la toma del parque de Villa Soldati, no pasa día prácticamente sin episodios de tensión o violencia. Okupas que se apropian de espacios públicos y privados en reclamo de viviendas y vecinos que los enfrentan defendiendo sus barrios.
Piquetes por cualquier motivo y en cualquier lugar, que convierten a todos en rehenes y al tránsito en un infierno. Y ayer: miles de personas que se desesperaban y se enardecían en Constitución porque volver a casa era una quimera (ver Un corte de vías desató una violenta batalla en Constitución).
Un fenómeno es común a todos: el descontrol. Todo es posible, hasta bloquear el miércoles con autos y cables la mismísima 9 de Julio en el Obelisco. Como cualquier otro, ese reclamo puede ser legítimo. Y nadie debería oponerse: el conflicto es finalmente parte de la vida social. El problema es el método. Y, sobre todo, que el Gobierno acepte la violencia como método. Y encima pretenda que hacer lo contrario sea criminalizar la protesta.
Otro fenómeno es la imprevisión: lo que pasó en Constitución había ocurrido, casi calcado, en julio. Ex empleados de tercerizadas del Roca y militantes de izquierda cortaron las vías y a la noche hubo incidentes serios con pasajeros en la estación. Eso solo debió haber servido para que se tomaran precauciones. Ayer había colas interminables de personas maltratadas y sufriendo. Y todo estalló otra vez. El Gobierno estaba en otra parte: la policía recién llegó cuando el volcán de la bronca se había desatado.
Aquel estallido de julio fue previo al que terminó con Mariano Ferreyra asesinado por una patota. El descontrol y la imprevisión oficial siguen intactos. En las vísperas de una celebración tan profunda como la Navidad, que requiere serenidad y paz, no hubo fuegos festivos en Constitución sino la hoguera de una sociedad en combustión.