Los exámenes de diciembre
Distintas causas han llevado a un incremento del número de alumnos de la escuela media que reprueban materias. Quienes han obtenido insuficientes calificaciones tienen en diciembre la ocasión de superar vacíos de conocimiento a fin de ser promocionados.
En esta etapa del año lectivo muchos de los alumnos de la escuela media se encuentran ante la hora de la verdad después de una cursada no exenta de dificultades. Quienes han obtenido insuficientes calificaciones tienen en diciembre la ocasión de superar vacíos de conocimiento a fin de ser promocionados.
La tensión que provoca salvar el año o perderlo en la oportunidad de la prueba es sentida y expresada, aunque sea de modo desigual, por los chicos, sus padres y también por sus docentes.
El número de alumnos que deben rendir en diciembre o en marzo es hoy mayor. Las razones varían; entre otras causas, pueden incidir los distintos niveles de exigencia de las escuelas, las dificultades crecientes que presentan los alumnos para aprobar las llamadas ciencias duras o el distinto estímulo que reciben de parte de los padres. Pero hay que dar su lugar a la responsabilidad de los mismos adolescentes. En este punto conviene acudir a las observaciones de los profesores que se ocupan de dar apoyo extraescolar a los chicos que deben rendir los exámenes. Una falla muy señalada por ellos se refiere al bajo poder de atención de los chicos, que pronto se dispersan cuando el estudio requiere concentración. Esa debilidad se une a la falta de esfuerzo para lograr mejores rendimientos, especie de "culto a la vagancia", contravalor que suele exhibirse como un mérito. A ello se suman el desinterés por los temas tratados y la carencia de método para organizar su preparación. Inversamente, se entregan pronto a lo que promete gratificación fácil y no reclama obligaciones.
Las conductas indicadas se vienen reiterando desde hace tiempo; lo que preocupa es su incremento. En ese sentido, se adjudica un grado de responsabilidad a las innovaciones tecnológicas que se han incorporado a la vida doméstica, como la TV, la computadora y el teléfono móvil. En los tres casos es continua la exposición de imágenes visuales y sonidos, fluctuantes y fragmentarios de distintos objetos, en rápida sucesión. El estudio reclama, en cambio, concentración de la atención, profundización e integración de los conocimientos.
Mucho hay que hacer para reducir esa incompatibilidad y reconciliar el empleo de la tecnología con el trabajo escolar. En tanto, lo aconsejable es que los chicos usen con prudencia los nuevos medios y consagren más tiempo al estudio.
Otro tema no distante, en que se pone a prueba la preparación del alumno secundario bonaerense, es el de las frustraciones en el ingreso universitario, cuestión demostrada por los aplazos masivos, reiterados año tras año. Ante esa realidad, puede estimarse un paso positivo el reciente convenio establecido entre el gobierno de la provincia de Buenos Aires y 17 casas de altos estudios de la jurisdicción a fin de elaborar cuadernillos en los que constarán las habilidades y saberes básicos que deberán poseer los alumnos que quieran seguir estudios superiores. Este acuerdo parte del concepto de que el último año de la escuela media constituye una unidad con el primero de la universidad. Habrá que conocer el contenido de esos cuadernillos y la eficacia práctica de su instrumentación para juzgar el valor de la medida, pero en principio constituye una iniciativa que avanza en la búsqueda de soluciones a un problema de larga data como el de la articulación entre la educación media y la superior.