Los errores más comunes de los inversores
* Por Marcelo Elbaum. Reflexiones, por Marcelo Elbaum. Producto de tendencias psicológicas, mitos y razonamientos equivocados que siempre obstaculizan, de una u otra forma, el buen juicio a la hora de invertir, podrían resumirse en los siguientes puntos:
Producto de tendencias psicológicas, mitos y razonamientos equivocados que siempre obstaculizan, de una u otra forma, el buen juicio a la hora de invertir, podrían resumirse en los siguientes puntos:
1 La aversión a la pérdida. En general, la mayoría de la gente suele mantener en su mente el precio inicial al cual realizó la inversión y durante un tiempo prolongado continúa utilizando dicho valor como punto de referencia. Es decir que el precio inicial de compra determina, por así decirlo, su grado de satisfacción personal a la hora de vender. Este hecho psicológico, que se conoce como "efecto de disposición" y que muestra la fuerte renuencia de los inversores a aceptar una pérdida, los lleva a mantener inversiones con grandes mermas y a venderlas ni bien recuperan el valor al que las habían comprado. O sea que son capaces de soportar todo el riesgo y cuando la inversión comienza a repuntar, la venden, temerosos de no salir al menos "hechos".
Por ejemplo, imaginemos a un inversor que necesita efectivo y debe vender una de las dos acciones que tiene en cartera: la primera ha subido y la otra ha bajado. En un estudio sobre 10.000 inversores se demostró que es mucho más probable que el inversor venda la acción que ha incrementado el precio y mantenga la que ha descendido, aunque lo más probable sea que la que ha bajado continúe haciéndolo. Como describe Leroy Gross, en su manual para corredores de bolsa: "Muchos clientes se niegan a vender algo si ello supone una pérdida. No quieren abandonar la esperanza de ganar dinero con una inversión específica, o tal vez desean salir hechos antes de retirarse. La enfermedad de querer ‘salir hechos’ ha traído probablemente más destrucción en las carteras de inversión que ninguna otra cosa...". ¿Por qué? Porque todos detestamos perder.
Imagínese que le proponen una apuesta al tiro de una moneda en la que si yerra en la elección pierde $100. Para decidirse a participar, ¿cuál sería la mínima ganancia que usted desearía? Las respuestas, en general, se ubican entre los $200 y los $250, lo que implica un ratio alto de ganancias sobre las pérdidas. Es decir que existe una asimetría entre lo que la gente está dispuesta a ganar y a perder de aproximadamente 2,5 veces. Por lo tanto, se puede inferir que a la gente le duele 2,5 veces más perder $100 de lo que la satisface ganar $100.
Por consiguiente, es imprescindible desactivar internamente este mecanismo de obstinación para no ser víctimas de nuestra propia torpeza. Sufrir una pequeña pérdida a tiempo, aunque parezca dolorosa, suele evitar un colapso mayor. Para ello, también debemos ampliar nuestro campo visual y no permitir que el árbol nos tape el bosque.
2 Las cuentas mentales separadas. Junto a la "aversión a la pérdida", encontramos precisamente otro mecanismo muy común en los inversionistas que es el de considerar los problemas de a uno por vez, en lugar de adoptar una visión más general o abarcadora. Es decir que el árbol suele impedirnos ver el bosque.
Esta visión miope surge de la práctica de llevar múltiples cuentas mentales por separado. Muchas veces, por ejemplo, un inversor se siente profundamente angustiado porque una de sus inversiones está perdiendo el 15 por ciento de su valor, aunque esta no represente más del 1 por ciento del total de lo invertido. En otros casos, mientras mantiene el ahorro para la educación de sus hijos toma un préstamo para comprar un auto con un costo superior, lo que no tiene ninguna explicación financiera plausible.
El funcionamiento por compartimentos estancos nos restringe desde todo punto de vista, impide desplegar una visión global de nuestras finanzas y junto con la aversión a la pérdida nos somete de manera invariable a otro de los enemigos económicos más temidos: el cortoplacismo.
3 El cortoplacismo. Si no invertir es la forma más evidente de no obtener ganancias, hacerlo sólo a corto plazo es el camino más seguro para aumentar el riesgo de pérdida.
Por el contrario, adoptar una visión de largo plazo tiende siempre a rendir los mejores frutos. O sea que: cuanto más lejano esté el horizonte de inversión, menor será el peligro que se corra y mayor la probabilidad de alcanzar el objetivo propuesto.
Por ejemplo, si un inversor desea ganar el 10 por ciento por su inversión, es más probable y más seguro que lo obtenga en dos años que en dos meses. Más allá de la impaciencia y la angustia que provocan las fluctuaciones cotidianas, el corto plazo suele ser una trampa de la que muchos no logran escapar.
4 La falacia de la mano caliente. Imaginemos que un hombre entra en un casino. Luego de comprar las fichas, se acerca a una mesa y antes de apostar observa varias jugadas. Como han salido tres números colorados seguidos, piensa que lo más probable es que el próximo sea negro, y hace su jugada a dicho color. Habiendo perdido, se dirige a otra mesa y vuelve a observar los tiros. Esta vez, salen los colores alternados: colorado, negro, negro, colorado, negro, y, en consecuencia, nuestro hombre se abstiene de apostar dado que no ha podido divisar una secuencia clara. Efectivamente, en muchas ocasiones se intentan encontrar "secuencias sistemáticas" donde no las hay y, por lo tanto, se tiende a pensar que un evento tiene más chances de suceder que otro. Esta observación se conoce como la "falacia de la mano caliente", que se ha estudiado principalmente en el juego de básquet. Los observadores y participantes de este juego están universalmente convencidos de que los jugadores a veces están "con las manos calientes" (o sea, "inspirados") y a veces "con las manos frías" (o diríamos, "en un mal día") en relación con su nivel promedio de largo plazo. Sin embargo, algunos analistas han estudiado los tiros dentro y detrás de la medialuna de una centena de jugadores, y han encontrado que no existen desviaciones en los jugadores respecto de su nivel medio de largo plazo ni de lo que sería un comportamiento azaroso.
Tanto como en el básquet profesional, en el mundo de las finanzas la "mano caliente" tampoco existe, aunque muchas veces se crea lo contrario, y se perciban, por ende, tendencias donde no las hay y se realicen inversiones motivadas por percepciones erróneas. Considerar, como inversor, que se tiene "la mano caliente" puede llevar a dos de los pecados capitales de las finanzas: el exceso de confianza y el optimismo, cuya nociva combinación impulsa a sobreestimar el conocimiento, subestimar los riesgos y exagerar la habilidad de control sobre los eventos.