Los enemigos interiores
Individuos como Hebe de Bonafini y el canciller Héctor Timerman son, a pesar de sus vehementes actitudes militantes, los enemigos más perjudiciales de los llamados a la unidad de la Presidente.
Asiste cierta razón a la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, cuando afirma que el Gobierno nacional "no tiene opositores sino enemigos". Pero la generalización quita certidumbre a su denuncia. Debió haberla profundizado, entregando un censo de esos enemigos para que el pueblo no pueda ser inducido a engaño. La vehemente dirigente, desprestigiada por el escándalo del gigantesco desvío de fondos de la Fundación Sueños Compartidos, que depende de su movimiento, mantiene intactas dos presunciones: que es una especie de jueza suprema de la moral argentina y que es custodia, también suprema, del "gobierno nacional y popular".
Ambas atribuciones autoconferidas están perdiendo credibilidad. La más reciente de sus efusiones de odio prolonga una larga y deleznable historia de persecuciones de enemigos reales o, en su mayoría, imaginarios.
Pero sus otrora llameantes imputaciones, dicterios y amenazas ya carecen de temperatura. Son intentos polémicos vacíos y estériles. A nadie le interesa hoy discutir o disentir con la señora de Bonafini, porque eso supone una evidente pérdida de autoestima.
Pero tiene razón: el Gobierno tiene enemigos. Y sus peores enemigos están en el propio gobierno y en las adyacencias del poder. Por ejemplo, los hermanos Schoklender, sus antiguos niños mimados; el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime; el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno; Gabriel Mariotto (presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, Afsca, y candidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires), la señora de Bonafini, con su propia obsesión por reencender odios mientras la Presidenta formula llamados a la unidad, al pluralismo.
Naturalmente, debe agregar en la lista de enemigos del "gobierno nacional y popular" al impresentable canciller Héctor Timerman, que en sincronía con Mariotto acusa al periodismo independiente de ser "destituyente". A la interminable lista de sus desatinos orales y escritos en las redes sociales desempolva un neologismo que es la razón de la sinrazón. Sucede con los recién llegados a una causa, que deben asumir posiciones extremas para demostrar la combatividad de su flamante militancia.
Si existen medios de comunicación "destituyentes", como denunció el verborrágico canciller, ¿por qué no impidieron que el 50 por ciento del electorado votara por la Presidenta en las elecciones primarias? ¿Dónde está su poder de destitución? Sólo en mentes vaciadas de los residuos de antiguas militancias, que deben ser rápidamente colmadas con cuanto desatino vague por el vacío intelectual y moral.
El Gobierno nacional cometería un grave error si carece de la lucidez necesaria para identificar a sus verdaderos enemigos.