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Los desafíos de ser mayoría

La Presidente merece una carta de confianza por el respaldo logrado y esperamos que sus primeras palabras marquen el camino. El triunfo genera obligaciones y respeto por las minorías.

Cristina Fernández de Kirchner ganó la elección presidencial con una mayoría sin precedente desde el retorno a la democracia, en 1983. Obtuvo el 53,8 por ciento de los votos válidos, lo que supone el respaldo de casi 11,5 millones de electores, con una notable diferencia respecto de los restantes contendientes.

Con la concurrencia de aliados, tendrá el control de ambas cámaras del Congreso y, salvo la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Santa Fe y San Luis, los restantes 21 gobernadores provinciales se han encolumnado detrás de su proyecto político. Este mapa de poder le otorga innumerables derechos. Pero, a la vez, el respeto hacia las minorías debe convertirse en una de las condiciones para dar legitimidad a su gestión.

Justo es reconocer que esta reafirmación en la fe democrática fue expresada por la jefa del Estado en la misma noche del triunfo, cuando reiteró su convocatoria a la unidad nacional. Incluso fue más allá cuando se dirigió a sus partidarios, quienes entonaban cánticos hostiles hacia dirigentes de la oposición, al recordarles que "en la victoria siempre hay que ser más grande aun, más comprensivo y más generoso".

Hay que elogiar estos gestos de Cristina Fernández, como lo ha hecho la mayoría de las fuerzas opositoras y de los sectores del trabajo y del capital. También hay que resaltar que la Presidenta haya dicho que no "quiere más nada" en materia de mandatos electorales, al tiempo que algunos partidarios sueñan con una "Cristina eterna" y alientan una reforma constitucional.

La Presidenta abre así, nuevamente, una puerta a la esperanza, que debe conducir al diálogo entre las distintas fuerzas políticas y a la búsqueda de consensos para dejar atrás las divisiones que caracterizaron nuestra historia. Todo lo dicho, sin embargo, merece también sus reservas. Ya había realizado un llamado a la unidad nacional en 2009, tras la derrota en las elecciones legislativas, sin que se produjeran entonces mayores logros en el diálogo político. Por el contrario, el oficialismo avanzó en los ataques a la oposición y a la prensa independiente, destinó enormes recursos a montar un bloque de medios oficialistas y estatizó los fondos de la jubilación privada, iniciativas que apuntaron, respectivamente, a fortalecer el discurso único y a aportar los recursos para financiar programas proselitistas.

En otro acto ante sus seguidores, luego de conocido el resultado de las elecciones, la jefa del Estado alertó en contra de "las minorías, poderosas, pero minorías" y atacó a algunos adversarios. La Presidenta merece, no obstante, una carta de confianza por el respaldo logrado y esperamos que sus primeras palabras marquen el camino. Pues el triunfo genera obligaciones y éstas no son otras que el cumplimiento de las promesas electorales y el respeto al pluralismo y a las minorías, sin los cuales cualquier democracia sería una práctica vacía de contenido.