Los chicos y los museos

Los tiempos han cambiado y mucho, y para bien. ¿Quién hubiera dicho, no hace tantos años, que los chicos no sólo pueden visitar los museos, sino que esas visitas son para ellos motivo de diversión y aprendizaje permanentes?

Muchas veces lo hemos señalado desde estas columnas: la concepción de los museos como algo estático, limitado a mostrar las grandes obras de arte, se ha transformado radicalmente, y hoy son grandes centros culturales cuya actividad se irradia benéficamente a toda la comunidad, no importa la edad de sus visitantes.

Sin embargo, hay para los chicos actividades específicas, preparadas con el asesoramiento educativo necesario, sobre todo ahora que las vacaciones dan la posibilidad de presentar otro tipo de propuestas, más lúdicas.

En Buenos Aires, tanto los museos nacionales como los dependientes del gobierno de la ciudad están desarrollando programas especiales -algunos llegan incluso hasta bien entrado marzo-, con el acento puesto en talleres, experiencias sensoriales, narraciones y juegos, a partir, la mayoría de las veces, de sus colecciones permanentes o complementando las habituales visitas guiadas.

Es altamente satisfactorio comprobar que estas actividades existen, que son aprovechadas por los chicos y sus padres o acompañantes, y que empiezan a integrar cada vez más frecuentemente la oferta de los museos. La educación, cuando llega de la mano del arte, se transforma en un juego del que todos pueden participar y en un patrimonio que se adquiere para siempre, que nadie puede arrebatarnos.