Los cambios en la educación
* Por Oscar Basilio Salomone. Es posible generar cambios en el sistema educativo si se tienen claros los conceptos y los objetivos. Para el autor de la nota, la escuela no es sólo el edificio sino la interacción de todos los actores que trabajan en ella.
En una conversación muy animada con un colega amigo me formuló esta pregunta: "Pero en definitiva, ¿es posible cambiar la educación? ¿Por dónde empezar?" No dudé en la respuesta: siempre es posible si los que conducen en los diferentes niveles de la educación, hasta el institucional, tienen claro el qué y el cómo y son constantes en el proceso de implementación y la interacción con la realidad. Respecto de "¿por dónde empezar?" es más complejo contestar y hay consenso en que el principal problema se vive en la enseñanza secundaria.
"Entonces, en la enseñanza media ¿por dónde?" Aquí tampoco tuve duda: por todo el personal que tiene dedicación en la escuela: el director, el vice, regente, secretario, preceptor, celador, etc.
Esta respuesta parece simplista pero no lo es. Frecuentemente los educadores, especialistas, funcionarios, consideran que los principales problemas, especialmente en el nivel medio, tienen que ver con el rendimiento de los alumnos y su consecuencia en la repetición y la deserción.
Por eso, asumiendo los indicadores de bajo rendimiento como "el problema", se proponen siempre los cambios en los contenidos y en la forma de enseñar. Son innumerables los esfuerzos que se realizan por los cambios en la currícula, en la implementación de la formación, en los requisitos de los programas, en los métodos de enseñanza, en los materiales de aprendizaje, en la evaluación que se aplique.
Sin dudas que esas decisiones tienen algo de razón en cuanto la formación, el aprendizaje, la apropiación del saber por los alumnos, es la principal función-fin de la escuela. Pero pareciera que no es por allí por donde se debe empezar. Hacerlo sería como aceptar que toda la institucionalidad es reconocida y funciona bien en el contexto actual y se reduce el cambio a una sola dimensión de la institución: la "transmisión de conocimientos". Se trata de enfocar todo el esfuerzo en la enseñanza, como inicio y factor del cambio en los procesos y resultados, movilizando todos los factores dinámicos que actúan en la institución para conseguir el cambio deseado.
Esa solución sería atendible en la década de 1950, cuando la escuela como tal, con las funciones de incorporar los alumnos a saberes, tenía en el conjunto de la sociedad el más alto respeto de todos, los rendimientos eran apreciados y custodiados por todos (familia y escuela). La complementación entre sociedad y escuela era un hecho de la realidad de ese momento y el ascenso social por la educación se aceleraba constantemente por la enseñanza básica y secundaria.
Con el tiempo, los cambios en la vida social fueron rotundos. Los orígenes de esos cambios se manifestaron desde la década del 60 del siglo XX y en una forma generalizada y hasta en muchos casos con violencia: desde Estados Unidos a Japón, de Argentina a Francia. Esos cambios se han ido acelerando, impactando en la vida social y cultural cada vez con más amplitud y velocidad. Es por eso que hoy las instituciones, el lugar donde la vida social y cultural se trabaja, transmite, transforma, también están en permanente conflicto creativo, de cambio hacia una nueva época que está emergiendo, con transformación de criterios, valores, formas de vida, parámetros de resolución, etc.
La escuela como institución de la sociedad, perfectamente definida desde su creación en el sistema educativo, no es una excepción a la situación de conflicto con la vida social que se observa en los comportamientos internos. Quizás con más razón, por ser la institución de resguardo de saberes y costumbres, manifiesta internamente más conflictos o desajustes, más resistencia a la propuesta social que la constituye respecto de la realidad en la que se desarrolla.
Por ello es bueno repasar qué es la escuela. Ésta no está constituida por el edificio y las normas que reglamentan su funcionamiento. Esos son requisitos mínimos y formales. La escuela es una organización que, en realidad, se constituye por la interacción permanente entre todas las personas que viven, trabajan y aprenden en ella.
En la medida que ese entramado psicosocial de personas sea más frecuente y productivo, más inteligente y creativo, crecerá la cultura interna, el sentido de pertenencia y la capacidad para definir qué hacer y cómo actuar en relación con la realidad de los alumnos y el que se da en la vida social contextual. Eso es la que hace de la escuela una unidad de vida social y cultural con sentido, socialmente incluyente.
Por eso la estrategia prioritaria para empezar el cambio es actuar con los roles de las personas que están todo el día conviviendo, interactuando, gestionando, resolviendo en la vida interna de la escuela. Las acciones para el cambio deben priorizar que la comprensión del cambio, la búsqueda de sentido se logre internamente en todos los rincones de la convivencia cotidiana.
Para eso hace falta una dirección clarividente, ejercida desde un liderazgo distribuido y la cooperación participativa de todos, en particular de los que cada día se contactan con los conflictos, comprenden las situaciones complejas que se producen, los orientan hacia las soluciones posibles, logran acuerdos, movilizan proyectos, acompañan el cambio interno. En una palabra, se trabaja con buena comunicación para compatibilizar las necesidades de los estudiantes con la vida social interna y contextual.
Con una escuela cohesionada, inteligente, capaz de tener buena información actualizada, de comunicarse y comprender la realidad y definir caminos y modos de actuar, será posible entonces dedicarse efectivamente al aspecto formativo de las capacidades y los conocimientos porque el ambiente es positivo y permeable a los problemas y existe buena condición para encontrar y ejecutar las soluciones.
En realidad estamos hablando de una estrategia para empezar el cambio: fortalecer a las personas que más conocen y participan en los comportamientos sociales de los que viven y hacen la institución porque la complejidad de la situación exige avanzar en varios frentes pero siempre desde un liderazgo distribuido y las interacciones posibles, que impregnen de sentido todo lo que se proponga, se trabaje y se realice por el mejoramiento de los resultados.