Los cambios en el régimen cubano
Cuba acaba de celebrar los 50 años del rechazo a la invasión en Bahía de Cochinos y de la determinación del carácter socialista de la revolución. Medio siglo en el que no se respetaron derechos individuales y se encarceló a políticos de la oposición. Ahora se anuncian reformas pero se evade lo principal: la apertura democrática.
Con una serie de actos con escasos precedentes, que tuvieron su punto culminante con la realización del máximo congreso del Partido Comunista, Cuba acaba de celebrar el 50 aniversario del rechazo al desembarco en Bahía de Cochinos para derrocar el régimen de Fidel Castro.
Lejos de las promesas que el líder de la revolución hizo al pueblo cubano, por entonces también se hizo explícito su carácter socialista y se instaló en la isla un gobierno que concentró el poder, que se alió con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) durante la Guerra Fría y que llegó a generar un peligro nuclear al permitir la instalación de cohetes con ojivas nucleares en su territorio.
Fidel Castro mantuvo a rajatabla el régimen comunista en Cuba, aún después de que se produjera la histórica perestroika, en Rusia, impulsada por Mijail Gorbachov, que implementó una renovación generacional y política que proponía una apertura liberalizadora para sacar a la URSS del estancamiento económico, político y cultural en el que había quedado sumida.
La caída de esa dictadura comunista atomizó a la URSS, quedaron liberados también decenas de países -la gran mayoría de ellos integra actualmente la Unión Europea- y se completó con la caída del muro de Berlín. Sin embargo, ninguno de esos acontecimientos inmutó a Fidel Castro, quien continuó con su política, dejando sumida a la isla prácticamente en el desamparo, en razón de que el mundo, cada vez más globalizado, iba hacia otro lado.
Para mantenerse en el poder no sólo estableció un partido único, el comunista, sino que se encargó de impedir cualquier tipo de oposición, enviando a la cárcel a los opositores, bajo el cargo de desacato, desorden público o directamente con la calificación de "mercenarios", por tratarse de delitos no comunes o penales.
Varios disidentes, como Orlando Tamayo Zapata o Pedro Luis Boitel murieron al realizar huelgas de hambre en protesta por el trato que recibían en sus lugares de detención. A punto tal llegó la situación que Amnistía Internacional calificó a esos disidentes como "presos de conciencia", en razón de que no constituían ningún peligro político para el régimen castrista.
Años atrás, con Fidel muy enfermo, quien asumió la conducción de la isla fue su hermano Raúl quien de inmediato produjo algunos cambios -como el de permitir que la médica cubana Hilda Molina pudiera dejar Cuba para visitar a su hijo en Buenos Aires- mientras generó modificaciones económicas que permitían avizorar un futuro más abierto. Reconoció que en la isla había un exceso de prohibiciones y regulaciones y comenzó por eliminar las más sencillas.
Levantó algunas trabas legales que limitaban al pueblo, como el acceso a hoteles, permitir la renta de automóviles y la libre venta de teléfonos celulares y generó cambios en las relaciones internacionales, revisando la política exterior con México y Rusia y una apertura hacia Asia Menor, anunciando la posibilidad de reiniciar conversaciones con EEUU, con el fin de terminar con las limitaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Ahora acaba de anunciar nuevas modificaciones económicas, pero lo central y esencial, debería pasar por realizar una profunda reforma política a los efectos de permitir la participación de la oposición en las elecciones, devolviendo la democracia a una Cuba sumida bajo un duro e inaceptable régimen dictatorial.