Lo que Quino me dejó

Tenía entre 3 y 4 años cuando aprendí a leer con Mafalda. La inquietud por saber que decía cada papelito que veía en la calle o los carteles que observaba desde el colectivo, llevaron a mi mamá a qué me enseñara a leer. Entre ella y mí papá me enseñaban el abecedario y luego, con las historietas que mi vieja tenía de esa nena morocha y bocona, aprendí como sonaban las sílabas.

Los dibujos, aunque en blanco y negro, llamativos, me atraparon sin dudas y se convirtieron en mí lectura de cabecera. Esos diálogos escritos en una clara imprenta mayúscula me resultaban simples para el aprendizaje.

En aquel momento no entendía por qué su tortuga se llamaba "Burocracia", con el tiempo lo supe...



Libertad era una nena chiquita... Les dejo a ustedes el remate. 



Tampoco sabía por qué había chistes sobre "los militares, los milibares y la presión" y tenía que preguntarle a mis padres que significaban palabras como "Fruslerías" o expresiones como "King Size".





Tal vez no entendía todo lo que leía, pero recuerdo las lecciones contra el racismo o lo horrible que se veía alguien envidioso.


Aprendí desde chiquita que no quería ser una "Susanita". Jamás.


Y que seguramente, algún día tendría amigos como Felipe o Miguelito.


Nunca tuve hermanos, pero sin duda, Guille es el mejor.

El 30 de septiembre -un día después de que Mafalda cumpliera 56 años de su lanzamiento en "Primera Plana"- se fue Quino, el padre de Mafalda, pero sus historietas (y también las protagonizadas por ese señor calvo de sombrero que salían en la revista "Viva") quedarán marcadas por siempre en el corazón del público, en la historia contemporánea y en la literatura mundial.