Lo que nadie cuenta sobre la lactancia materna
Por Yamila El Hasi. No sólo se trata de dar de comer: es mucho más que eso.
Durante el embarazo, las mujeres solemos informarnos no sólo con las recomendaciones médicas de nuestros obstetras y otros profesionales de la salud, sino también por nuestras madres, amigas, compañeras de trabajo, toda aquella mujer conocida que haya sido mamá y la web. ¿Qué embarazada no ha entrado a los sitios que marcan el crecimiento de su hijo “esta semana tiene el tamaño de una uva”, “de una naranja” o “de un melón”? Y, ¡¿cuánto desea esa mujer llegar finalmente al tamaño “sandía”?!
En todos esos sitios nos hablan de miles de cosas, pero hay una que remarcan con fuerza: la importancia de la lactancia materna. "Que tiene todo lo que el bebé recién nacido necesita, que son exactamente las vitaminas que realmente precisa, que la leche que la mamá genera está diseñada a la perfección para ese hijo, que es lo más sano,…, etcétera".
Pero hay cosas que nadie nos dice. Nadie nos avisa que quienes somos prolactancia pasamos por un temor increíble en las últimas semanas del embarazo pensando "¿Y si no tengo leche? ¿Y si no agarra? ¿Es verdad que si te toca ir a cesárea, la leche no baja?". Nadie nos dice que una vez que tenemos a nuestro ser más amado en brazos, por lo general agotadas por el parto, pasamos por esa misma tensión cuando tratas de ubicar su pequeña boca en uno de los pechos y pedirle a Dios "que salga algo". ¡Gracias puericultoras por existir!
Nadie nos avisa que "dar la teta", duele. Que ese amor que sale al principio en forma de gotitas que bastan para llenar el pequeño estómago del recién nacido, van a sentirse como puntadas en las mamas. Que a medida que los pechos se van llenando se van poniendo duros y con pequeños bultitos que asustan, pero que es nada más, y nada menos, que leche acumulada porque nuestro hijo ¡se prendió! Y ahí comienza la mayor producción.
Esos dolores del principio no se olvidan, son una mezcla de dolor con ardor pero sobre los cuales no hay queja. Al contrario, son recuerdos nostálgicos, porque significan los primeros días como mamá que se graban a fuego.
Sí nos cuentan sobre el vínculo que se genera entre el niñito y su mamá, pero nadie nos avisa que va a ser la solución a alguna angustia, al dolor que le genera una vacuna, a despertar sobresaltado a mitad de la noche. Nadie nos avisa tampoco que vamos a ser espectadoras de las mejores caritas y expresiones que hagan cuando se acercan al pecho o mientras están tomando.
Nadie nos avisa que van a dormirse lactando con una sensación de tranquilidad total, que vamos a recibir las caricias más tiernas en la espalda, en el brazo o en la cara mientras nuestro pequeñito come. Nadie nos pone en alerta de que estamos entregándonos en cuerpo y alma a la alimentación de ese ser deseado y amado.
Nadie nos avisa que tenemos en nuestro cuerpo TODO, absolutamente lo que el bebé necesita. Y no hablo solo de los nutrientes.
Nadie nos avisa que podremos sentirnos orgullosas cuando nos pregunten qué come y nosotras digamos "¡Todo teta!". Frase que, por lo general, va acompañada de una sonrisa enorme.
Pero lo mejor de todo, es que nadie nos avisa que seremos más felices de lo que jamás podríamos haber imaginado.
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