Lo normal es fracasar
* Lluís Bassets. No se puede pedir las peras de la paz a un olmo que siempre ha dado guerra. Ya se puede decir con todas las letras: Obama ha fracasado. Su agenda de paz para israelíes y palestinos, cuidadosamente calculada, ha saltado por los aires
No se puede pedir las peras de la paz a un olmo que siempre ha dado guerra. Ya se puede decir con todas las letras: Obama ha fracasado. Su agenda de paz para israelíes y palestinos, cuidadosamente calculada, ha saltado por los aires. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no ha sido capaz de aceptar la última y más generosa oferta estadounidense, que solo pretendía comprar tiempo para la negociación, apenas 90 días más de congelación de la construcción en las colonias, a cambio de una flota entera de bombarderos invisibles y garantías de apoyo en los organismos internacionales para evitar el reconocimiento del Estado palestino. Si esta derecha extrema israelí rechaza los regalos de su aliado y amigo norteamericano, porque no puede ceder ni siquiera unos meses en su impulso expansivo sobre territorio palestino, podemos imaginar fácilmente cuál será su actitud ante las cuestiones sustanciales.
Durante 22 meses los negociadores norteamericanos habían preparado las negociaciones directas que debían conducir a la paz y a la creación del Estado palestino. Obama nombró a George Mitchell, un auténtico experto en negociaciones difíciles, como enviado especial para sentar a los israelíes y a los palestinos frente a frente. Preparó primero el terreno ante la opinión árabe y musulmana. Activó la idea, también impulsada por Bush, de los dos Estados viviendo en paz y seguridad uno al lado del otro y obligó a adoptarla a Netanyahu. Puso en marcha las negociaciones indirectas o de proximidad en preparación de las definitivas.
Finalmente, exigió, y este es el punto donde se ha producido la avería, que Israel congelara toda construcción en las colonias en territorio palestino, cosa que Netanyahu aceptó durante 10 meses, con la salvedad de Jerusalén Este y de ciertas construcciones ya en marcha, donde no hubo forma de conseguir congelación alguna.
Que Obama haya fracasado no significa que haya fracasado para siempre. Pero sí que deberá rehacer ahora todos sus planes. Hillary Clinton ha levantado acta en un solemne discurso pronunciado este pasado viernes en Washington, donde ha expresado su "profunda frustración". El discurso se decanta suavemente, obligado por la intransigencia israelí, hacia el lado palestino. Reitera el rechazo de Washington a la construcción ilegal sobre territorio palestino, posición "que no ha cambiado y no cambiará". Y rechaza una Palestina meramente económica, sin Estado soberano, que es exactamente adonde quisiera llegar Netanyahu. La mayor de las paradojas es la velocidad con que la Autoridad Palestina está avanzando en la dirección de crear el Estado palestino, algo que el primer ministro Salam Fayad quiere conseguir en agosto de 2011. El incremento de la seguridad, el funcionamiento de los servicios a la población y el crecimiento económico han conducido al Banco Mundial a señalar que la Autoridad está "bien posicionada para el establecimiento del Estado en un próximo futuro".
Mientras Palestina avanza, Israel retrocede y se aísla. Uruguay, Argentina y Brasil acaban de reconocer el Estado palestino. Un grupo de 26 ex primeros ministros y altos cargos europeos de primerísimo nivel, entre los que se encuentran Helmut Schmidt, Felipe González y Javier Solana, ha pedido a la Unión Europea que posponga toda mejora en las relaciones con Israel en tanto no se produzca la congelación en la construcción de los asentamientos.
El enviado especial Mitchell intenta esta semana reavivar una nueva tanda de negociaciones indirectas. Por más que se esfuerce, es evidente que la agenda ha quedado vacía. Para Netanyahu se trata de seguir impávido a ser posible hasta la campaña presidencial norteamericana de 2012. Para los palestinos es el momento de buscar el reconocimiento de su Estado en las Naciones Unidas, ya que no ha sido posible en la mesa de negociación. Obama tendrá toda la presión encima para cortarles el paso, utilizando si hace falta el veto en el Consejo de Seguridad. Pero los palestinos presionarán con un último cartucho: disolver la Autoridad Palestina y exigir a Israel que se haga responsable de Gaza y Cisjordania. Será el momento que el ministro de Defensa, Ehud Barak, ha definido con un dilema: si no hay dos Estados, entonces habrá uno solo, israelí pero con apartheid. Nadie en Israel, ni los demócratas, puede imaginar un Estado binacional en el que todos los ciudadanos, israelíes y palestinos, sean iguales y los partidos árabes terminen siendo los mayoritarios por puras razones demográficas. La derecha israelí está feliz con el fracaso de Obama, pero los israelíes necesitan el Estado palestino para asegurar el futuro del suyo.
Durante 22 meses los negociadores norteamericanos habían preparado las negociaciones directas que debían conducir a la paz y a la creación del Estado palestino. Obama nombró a George Mitchell, un auténtico experto en negociaciones difíciles, como enviado especial para sentar a los israelíes y a los palestinos frente a frente. Preparó primero el terreno ante la opinión árabe y musulmana. Activó la idea, también impulsada por Bush, de los dos Estados viviendo en paz y seguridad uno al lado del otro y obligó a adoptarla a Netanyahu. Puso en marcha las negociaciones indirectas o de proximidad en preparación de las definitivas.
Finalmente, exigió, y este es el punto donde se ha producido la avería, que Israel congelara toda construcción en las colonias en territorio palestino, cosa que Netanyahu aceptó durante 10 meses, con la salvedad de Jerusalén Este y de ciertas construcciones ya en marcha, donde no hubo forma de conseguir congelación alguna.
Que Obama haya fracasado no significa que haya fracasado para siempre. Pero sí que deberá rehacer ahora todos sus planes. Hillary Clinton ha levantado acta en un solemne discurso pronunciado este pasado viernes en Washington, donde ha expresado su "profunda frustración". El discurso se decanta suavemente, obligado por la intransigencia israelí, hacia el lado palestino. Reitera el rechazo de Washington a la construcción ilegal sobre territorio palestino, posición "que no ha cambiado y no cambiará". Y rechaza una Palestina meramente económica, sin Estado soberano, que es exactamente adonde quisiera llegar Netanyahu. La mayor de las paradojas es la velocidad con que la Autoridad Palestina está avanzando en la dirección de crear el Estado palestino, algo que el primer ministro Salam Fayad quiere conseguir en agosto de 2011. El incremento de la seguridad, el funcionamiento de los servicios a la población y el crecimiento económico han conducido al Banco Mundial a señalar que la Autoridad está "bien posicionada para el establecimiento del Estado en un próximo futuro".
Mientras Palestina avanza, Israel retrocede y se aísla. Uruguay, Argentina y Brasil acaban de reconocer el Estado palestino. Un grupo de 26 ex primeros ministros y altos cargos europeos de primerísimo nivel, entre los que se encuentran Helmut Schmidt, Felipe González y Javier Solana, ha pedido a la Unión Europea que posponga toda mejora en las relaciones con Israel en tanto no se produzca la congelación en la construcción de los asentamientos.
El enviado especial Mitchell intenta esta semana reavivar una nueva tanda de negociaciones indirectas. Por más que se esfuerce, es evidente que la agenda ha quedado vacía. Para Netanyahu se trata de seguir impávido a ser posible hasta la campaña presidencial norteamericana de 2012. Para los palestinos es el momento de buscar el reconocimiento de su Estado en las Naciones Unidas, ya que no ha sido posible en la mesa de negociación. Obama tendrá toda la presión encima para cortarles el paso, utilizando si hace falta el veto en el Consejo de Seguridad. Pero los palestinos presionarán con un último cartucho: disolver la Autoridad Palestina y exigir a Israel que se haga responsable de Gaza y Cisjordania. Será el momento que el ministro de Defensa, Ehud Barak, ha definido con un dilema: si no hay dos Estados, entonces habrá uno solo, israelí pero con apartheid. Nadie en Israel, ni los demócratas, puede imaginar un Estado binacional en el que todos los ciudadanos, israelíes y palestinos, sean iguales y los partidos árabes terminen siendo los mayoritarios por puras razones demográficas. La derecha israelí está feliz con el fracaso de Obama, pero los israelíes necesitan el Estado palestino para asegurar el futuro del suyo.