Lo impensado: un relato para Cristina
Si algo le molesta a Cristina es que se filtren a los diarios cosas que pertenecen a la órbita reservada de ella y sus más cercanos colaboradores.
Extraído de La Nación
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Si algo le molesta a Cristina es que se filtren a los diarios cosas que pertenecen a la órbita reservada de ella y sus más cercanos colaboradores. Por suerte, pasa muy poco, acaso porque en ese nivel la indiscreción siempre lleva aparejada un castigo: desde algo livianito, como puede ser el destierro, hasta cosas irreparables: cortar el sueldo en negro (que es el doble o triple del blanco).
Esta semana, algún pícaro le contó al periodista Nicolás Wiñazki -¡de Clarín, nada menos!- que desde hace un tiempo la señora no quiere oír ninguna pálida. La orden que bajó a sus súbditos fue estricta: "No me cuenten noticias mala onda". De hecho, en sus discursos viene acusando a los medios de bajonear a la gente. Por caso, hablan más de la inflación que de Precios Cuidados, un programa que supone un antes y un después en la historia económica mundial.
Cuando Cristina empezó su primer mandato, Néstor, que la conocía tan bien, prohibió que le llevaran problemas. "Cuéntenmelos a mí -decía-, que ella se deprime y después no la aguanta nadie." Tenía razón. Si la Presidenta se deprime, estamos en el horno. La necesitamos optimista, ganadora, desafiante. Dándoles clase en la ONU a los líderes de las grandes potencias sobre cómo deben manejar las finanzas y el terrorismo islámico. La necesitamos entera. Entonces, nos hemos organizado para cumplir con su pedido: todo pum para arriba. Porque el relato bien entendido empieza por casa.
Si se tiene clara esta consigna, informar a la señora sobre el devenir del país no es complicado, aunque la realidad sí lo sea. Por ejemplo, si pregunta por el blue, le decimos "azul quedó", le damos la cotización del oficial y, como diría Máximo, sanseacabó. Queda chocha. ¿Pregunta por la caída de las reservas? Le contestamos que antes estaban en un banco, pudriéndose, y que ahora están en manos del pueblo. ¿Pregunta si es preocupante para el país el derrumbe del precio de la soja? Le decimos que no, que es un yuyo. ¿Pregunta por la venta de autos? Le contamos que sale a remate el BMW que le incautaron a Leo Fariña, lo cual habla del dinamismo del sector. ¿Suben los precios? Sí, señora, pero más suben los salarios. ¿Se ve menos gente en los supermercados? Es que crecen las compras online. ¿Pregunta por la situación de Boudou? Le contamos que la Justicia ya comprobó que el nombre que figura en su DNI no es falso. ¿Se asusta al oír hablar de un escándalo con un motochorro? Le decimos que tranqui, que no es el que ella está pensando. ¿Quiere saber por qué había tan poca gente escuchando su discurso en la ONU? Le explicamos que no funcionaba la traducción simultánea.
Por supuesto, hay algunos que dominan a la perfección el arte de adecentar la realidad, y otros son de terror. Entre los primeros descolla Kicillof. Se presenta temprano en Olivos y le dice: "Cristina, hoy los mercados están muy tranquilos [son las 9 de la mañana y todavía no abrieron]. El economista Alexander Gutanosovsovsov, de la Universidad Popular de Moscú, escribió un artículo que reproduce Página 12 en el que dice que la Argentina nunca estuvo mejor. Tiempo Argentino dice que hay reactivación en el sector de frutas secas de Caleta Olivia. Víctor Hugo comentó que la gente llama a la radio para preguntar qué puede hacer con la plata que le sobra. Los supermercadistas dicen que no es cierto que estén contratando personal para remarcar precios, sino para atender la creciente demanda. En fin, todo está espectacular. Los buitres me siguen llamando para arreglar, pero no les atiendo el teléfono. Ah, tampoco se lo atiendo a Fábrega, y vos hacé lo mismo. Buen pibe, pero tiene esa cultura de banquero estructurado, medio cuadradito. Es mejor que las novedades te las cuente yo".
A la cabeza de los que no saben relatarle las cosas está Capitanich, que con su lenguaje meloso y pretendidamente técnico hace que ella deteste sus informes. Por ejemplo. "Muy buenos días, señora. Un servidor. Como bien sabe, el reacomodamiento de la plaza cambiaria, en el que los valores implícitos del billete en sus diferentes denominaciones parecen no encontrar una zona de confort, es un fenómeno que mal haríamos en apurarnos a calificar, dada la naturaleza volátil de una plaza fuertemente dependiente de factores que tienen que ver tanto con expectativas de máxima y de mínima, como con el influjo de elementos especulativos." Y todo para decir que el blue se fue al joraca. Por suerte, la que ha encontrado una zona de confort es la Presidenta: allá por la mitad se quedó dormida.
En cualquier caso, lo importante es presentarle las novedades en forma sucinta y con final feliz. Tipo: "Las fábricas de autos están paradas porque son víctimas de las autopartistas que son víctimas del corte de importaciones que es víctima de los buitres y como no estamos en default porque queremos pagar, pronto todo se va a arreglar". Esas explicaciones le encantan. La pueden. Se las decís una vez y ella, ídola, con ese puñado de datos va y te mete una cadena.
Orgulloso de poder sumarme al coro de ondas positivas, la llamé a Nueva York y le dije: "Señora, tengo una buena noticia. El Papa quedó feliz después de almorzar con usted. Dice que aprendió muchísimo".
Genio y figura, me contestó: "Cuál es la noticia".