Lo esperado, rupturas y atropellos
Cristina deberá resolver la salida de Moyano de la CGT. De otro modo, su autoridad podría quedar afectada. El líder camionero hizo un guiño al peronismo.
Nada de lo que ha sucedido durante la primera semana de la reasunción de Cristina Fernández podría sorprender. Ni el paso imperativo del kirchnerismo en el Congreso, sancionando leyes con la misma sencillez con que se cocina una hamburguesa, ni el encontronazo de Daniel Scioli con La Cámpora en Buenos Aires, ni el enérgico reto lanzado por Hugo Moyano a la propia Presidenta. Sólo la densidad del 54% de los votos y un fingido tono consensual de la mandataria ocultaron por un tiempo esa realidad.
El conflicto más serio por ahora es, sin dudas, el que estalló con el secretario general de la CGT. Un conflicto que, según la tradición sindical-peronista, ni arrojará sangre de inmediato al río, ni carecerá de los enjuagues que sean necesarios en los bandos. Pero que instala un problema llamado a perdurar en el segundo tramo de Cristina y a incidir, con seguridad, en el desemboque de su sucesión en el 2015.
El desafío de Moyano pareciera estar desnudando varias contradicciones y flaquezas del Gobierno. El kirchnerismo celebró con ingenuidad el reinado solitario de Cristina y la tierra política arrasada que dejaron las elecciones de octubre. Ni siquiera intentó conceder una identidad, que casi no tiene, a la atribulada oposición. Al radicalismo, sobre todo, y también al socialismo los requirió sólo para poner en marcha la maquinaria en el Congreso. Después, en discusiones de Comisión, desatendieron y hasta le negaron el derecho a la palabra a esos dirigentes. El vacío objetivo en la escena decidió ocuparlo Moyano.
El líder camionero es, por otra parte, un genuino producto kirchnerista . El viejo refrán de que no hay peor astilla que la del mismo palo, cobra vigencia plena. Moyano y su gremio crecieron, sobre todo, bajo el amparo de Néstor Kirchner . También, usufructuando las posibilidades del modelo agro-exportador y un anacronismo que el matrimonio nunca se ocupó de enmendar: el pésimo o inexistente sistema de transporte de carga. La estructura del transporte terrestre creció en estos ocho años un 57%. El secretario cegetista acumuló, de ese modo, miles y miles de nuevos afiliados.
Moyano les garantizó a los Kirchner, por las buenas y las malas, disciplinamiento sindical y una dosis de paz social en los momentos más complejos. Hasta cumplió cometidos que no estaban en su agenda original: el prepoteo a las petroleras para que no aumentaran el precio de los combustibles, la irrupción durante el conflicto con el campo para disuadir los piquetes chacareros y trasladar vacas –a pedido de Guillermo Moreno– para venderlas de manera directa en el Mercado de Liniers. El bloqueo a las plantas impresoras de los diarios La Nación , Perfil y Clarín .
La dependencia del líder camionero fue tan fuerte que los Kirchner, como con otras cosas, archivaron una de sus proclamadas esperanzas: la renovación sindical encarnada, en su visión, por la CTA. Víctor De Gennaro es hoy diputado de Hermes Binner. Aquella CTA fue fracturada por el propio Gobierno que relegó a Pablo Micheli para aferrarse al docente Hugo Yasky. La figura de Yasky quedó familiarizada con el más rancio sindicalismo peronista.
Resulta difícil encontrar el punto de partida exacto del divorcio entre Moyano y los Kirchner. Se habló de aquel acto del 2010 en River donde el camionero, con gestos y palabras, incomodó al matrimonio. Se mencionó una supuesta discusión telefónica que habría tenido con el ex presidente la noche antes de su muerte repentina. Entre esos desencuentros, según relató la ex ministra Graciela Ocaña, estuvo la orden de Cristina de no indagar en los fondos de las obras sociales.
Después llegó el exhorto suizo, ligado a la investigación de la mafia de los remedios, y la amenaza de huelga nacional de Moyano, en marzo, finalmente descartada.
Lo cierto fue que, tras la muerte de Kirchner, se instaló en la cabeza de Cristina la idea del reemplazo del titular de la central obrera. Esa idea se afianzó al mismo tiempo que la Presidenta dio vuelo en el esquema de poder y el diseño electoral a los jóvenes de La Cámpora. La idea está huérfana hasta hoy de un plan estratégico y parece destinada a someter a Cristina a un desgaste . Moyano retrucó en el acto del jueves directamente a ella. Ignoró al resto.
Como si se tratara de una pulseada entre pares .
Si Moyano continúa al frente de la CGT, luego de lo ocurrido, significará una derrota para la autoridad presidencial . El recambio no tiene para el kirchnerismo ningún sendero florido: los que están al acecho son algunos de los viejos gordos cegetistas, identificados con el noventismo. Con la época de Carlos Menem. Cristina podría recurrir a una cara sindical menos conocida y envolverla, como sabe hacerlo, con el relato de la supuesta renovación.
En esa posible operatoria no hay nadie. Está ella misma. Es una consecuencia de la estructura de poder personalizada en extremo que se dedicó a construir desde que quedó en soledad. Quizás Cristina suponga que la lucha, al final, pueda dirimirse por el abismo de popularidad que existe entre su figura y la del líder camionero. Pero no hay de por medio un plebiscito ni un acto electoral. Se trata de relaciones y armonización con factores de poder que, en cualquier democracia, aún pobre como la argentina, resultan permanentes. El sindicalismo lo es.
Puede suceder también que la Presidenta esté soñando otra cosa. Entablar un vínculo directo con los trabajadores, emulando lo que alguna vez hizo Eva Perón . Llama la atención, en ese sentido, la cantidad de actos que Cristina viene realizando en fábricas y parques industriales. Es conocida su devoción por Evita como su reticencia con la memoria de Perón. Evita pudo establecer aquel lazo porque vivió el tiempo más opulento del peronismo. A Cristina se le avecina un horizonte de menor bonanza y de mayores estrecheces sociales .
Las palabras desafiantes de Moyano la disgustaron hasta el alma y reabrieron algunas antiguas fisuras en su círculo cercano. Hace años –incluso mientras Kirchner vivía–que Máximo, su hijo, pregona la necesidad que se desprenda de Moyano. También Carlos Zannini, el secretario Legal, propone tirarlo a los leones. Julio De Vido es el único puente, aún en pie, con el moyanismo.
De Vido sabía que el mensaje de Moyano tendría condimentos críticos, aunque no tanto.
Esa información poseía Cristina. El correo del ministro de Planificación fue Omar Viviani. Por esa razón el dirigente taxista estuvo incómodo y hasta oculto en el palco de Huracán apenas el líder camionero empezó a disparar con munición pesada. Como soldados estoicos permanecieron Omar Plaini, José Piumato y Juan Carlos Schmidt.
La audacia de Moyano no radicó en sus reclamos laborales.Estuvo en el mensaje político.
En la reivindicación recurrente de Perón y del peronismo. En su apartamiento de la conducción partidaria. En la advertencia de que a este Gobierno le faltan peronistas. Un dardo al diseño de Cristina y al encumbramiento de La Cámpora: "Chicos bien" , los bautizó. Sus palabras contrastaron con las que pronunció la Presidenta en la reasunción. Y podría despertar –a futuro– a un peronismo ahora obediente pero que se siente relegado y bajo amenaza. No hay nada más riesgoso que ofrecerle al peronismo un cobijo o una herramienta de un sistema de poder. Moyano la tiene.
La ausencia de una estrategia amaga con provocarle otro trastorno a la Presidenta. Contaba con aliados gremiales, aunque de baja jerarquía, para intentar el desplazamiento del secretario cegetista. Moyano llegó a estar muy solo, pero la confrontación con el Gobierno le sumó compañías . Las de Luis Barrionuevo y el duhaldista Gerónimo Venegas, entre otras. La semana pasada el kirchnerismo aprobó la ley que fragmenta en cinco partes al gremio de peones rurales de Venegas y que cobró protagonismo en el conflicto con el campo.
Fue revancha pura.Aquella aprobación no tuvo votos de los diputados sindicales. Ni del abogado Héctor Recalde.
Scioli es la contracara de Moyano . Pretende escurrirse del cerco y de cada zancadilla que le arroja el kirchnerismo. Pero no puede: a tres días de reasumir debió enfrentar un autoacuertelamiento policial producto de un incidente con La Cámpora. La escalada resulta clara: primero fue la imposición del vicegobernador, Gabriel Mariotto; luego el copamiento K de puestos clave en la Legislatura; ahora están en la mira su política de seguridad en la Provincia y su mano ejecutora, Ricardo Casal. Sobre el ministro cargó la propia Nilda Garré.
¿No piensa el gobernador que él mismo podría convertirse en la víctima final? La cruzada cristinista K tuvo otro capítulo también con el periodismo. La media sanción en Diputados de la ley para controlar la fabricación y comercialización de papel de diarios. Un ley hecha al talle de Papel Prensa, cuyos socios son La Nación , Clarín y el Estado. La ley posee un fin intervencionista y permite muchas interpretaciones políticas. Aunque trasuntaría, sobre todo, un hondo desconocimiento sobre el desenvolvimiento nacional e internacional de esa industria. Es lo de menos: importa más el papel de gendarme que podrá cumplir Moreno adjudicando las cuotas de papel y fiscalizando la importación.