DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Lo acusaron de abuso sexual en un jardín, 21 alumnos declararon que no los tocó y la Justicia lo absolvió

Los supuestos hechos sucedieron en 2014 y desde entonces recibió amenazas, insultos y se apartó de la docencia.

"De un día para otro pasé de ser un excelente profesor, a ser un abusador", resume Pablo Rivelli el barranco social, moral y emocional en el que se zambulló su vida cuando, en agosto de 2014, fue acusado de abusar sexualmente de cuatro niños de 3 y 4 años, alumnos de sus clases de educación física en el Instituto Medalla Milagrosa de Parque Chacabuco.

Mucho se dijo, poco se expuso durante las audiencias y nada se probó en contra de Rivelli. En efecto, solo dos hechos resultaron unánimes en todo el proceso: los testimonios en cámara Gesell de las supuestas víctimas y de sus compañeros de aula y de otras salitas, todos coincidentes en la falta de relato de una situación de abuso por parte del profesor; y, en consecuencia, la posterior resolución del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°25 que absolvió al acusado de toda culpa y cargo.

"La profesión te expone a estas cosas incluso haciendo todo bien, más cuando trabajás con nenes tan chicos. Me recibí a los 22 y siempre había trabajado de esto, pero ahora no sé si volvería a la docencia. Quedé con miedo y perseguido, y trabajar así no tiene sentido. Le tomé cierto resentimiento a la profesión", dice a Clarín Pablo, que desde que el caso trascendió fue apartado de su cargo en la institución de Curapaligüe 1185 y reubicado en el trabajo que mantiene desde antes de ingresar al establecimiento religioso.

"Trabajo en Puerto Pibes desde hace 9 años y nunca tuve un problema, pero cuando estalló todo esto me separaron del cargo, me apartaron de los chicos y me pasaron a una gerencia operativa, a un puesto más administrativo. Lo más duro fueron los primeros meses porque se dijeron muchas cosas de mí, que no era profesor, que tenía antecedentes. Todas mentiras", afirma.

El caso se volvió mediático y los testimonios de los padres, en teoría reproduciendo lo que habían recolectado de sus hijos, se multiplicaron en los medios de todo tipo. La reacción en cadena no tardó en hacer efecto y las consecuencias de esos actos atroces por los que se señalaba a Rivelli alcanzaron a gran parte de su familia.

"Me vi perjudicado en un montón de cosas porque esta gente que denunció también amenazó a mis viejos. A mi papá le pusieron un cuchillo en la garganta y se tuvieron que mudar. Fueron al comercio en el que trabajaba mi suegra y le hicieron un escrache por el que perdió el trabajo, a su edad. Y a mí me rompieron todo el auto, me escracharon el frente de mi casa y todo eso sin conocerme, porque jamás crucé una palabra con ninguno de los padres, solamente me conocen de verme entrar y salir del colegio", dice.

La declaración del profesor fue ratificada por las autoridades de la institución y por otras docentes del nivel inicial. Todos concordaron en que Rivelli jamás acompañó a los niños al baño, el lugar en el que supuestamente se llevaron a cabo los abusos, ya que eso era tarea de las maestras. Y tampoco hubiera sido posible propasarse con ellos en el patio, el ámbito de trabajo de Pablo, ya que es un "lugar de tránsito" dentro del establecimiento por el que siempre deambula gente.

"Mi primer impulso fue salir a defenderme, pero fue imposible. Hasta el año siguiente de lo que pasó tuve miedo, no quería pisar la calle. Entonces nos blindamos como familia, nos quedamos para adentro. Todo lo hicimos desde el punto de vista legal, mantuve un perfil bajo más allá de que suelo ser muy extrovertido. Y mi mujer fue un pilar para mí (están juntos desde 2006), igual que mi familia y mis compañeros que me conocen bien", cuenta.

En una primera denuncia Pablo fue acusado de abusar de cuatro chicos del jardín, tres nenes y una nena, pero sólo una de ellas siguió su curso hasta el fallo de este jueves 27 de junio: por los otros tres casos, el profesor ya había sido sobreseído en 2016. Por el que avanzó, recibió una demanda de 14 millones de pesos y una causa por el "delito de abuso sexual simple agravado por encontrarse a cargo de la educación de un menor de edad en concurso ideal con exhibiciones obscenas".

"Si vos lees los desgrabados de las cámaras Gesell los chicos supieron explicar bien los juegos que se hacían en clase, los que interpretaron un acto sexual en eso fueron los padres. Había uno tipo rayuela en el que cuando yo tocaba el silbato los hacía cambiar de color de baldosa, porque el patio del colegio es como un damero. Las nenas pasaban de las blancas a las negras y viceversa. Los padres declararon que los hacía cambiar de sexo", se indigna.

Otro juego al que se refirieron los denunciantes fue "El corchito". Según aportaron a la causa, la actividad tal se la describieron sus hijos consistía en obligar a los nenes a bajarse los pantalones y tratar de sostener un corcho en la cola.

"Era uno de los tantos elementos que yo ponía en una cajita y que ellos, a través del sonido y de pistas, tenían que adivinar qué era", explica. Detrás de Rivelli, del Medalla Milagrosa también se desvincularon la directora y la vice, e incluso algunas docentes, todas señaladas como "encubridoras" por los padres que llevaron adelante el reclamo judicial.

Los que sí siguieron fueron la mayoría de los chicos señalados como víctimas del "profe Pablo que era malo", y los que, según indica Yamil Castro Bianchi, abogado del docente, recién asistieron a terapia por lo ocurrido dos años después de las denuncias.

"En relación al caso por el que Pablo fue llevado a juicio, quedó en evidencia en el debate que el niño había sido víctima de un interrogatorio de cuatro horas por sus padres. Literalmente: lo levantaron y le preguntaron por cuatro horas. Los peritos coincidieron que el relato del menor pudo haber sido inducido por los padres, y hasta quizás sin malas intenciones, sino por el examen sugestivo", comente el letrado.

El veredicto, del que se conocerán los fundamentos el próximo jueves, lleva las firmas de los jueces Marcelo Alvero y Carlos Rengel Mirat, y de la jueza Marta Yungano y es unánime: para la justicia Pablo no cometió ningún delito que afecte el "buen nombre y honor del que pudo haber gozado con anterioridad". Pero en la práctica nada es tan vertical.

Por lo pronto, el hombre que hoy cumple 33 años no piensa en demandar a quienes siente lo daminificaron, y lo más cerca que se mantuvo de un aula fue para cursar la carrera de Historia, la que está a un año y medio de terminar y con la que no planea ejercer la docencia. "Al menos no en escuelas", aclara.