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Linchamientos: el riesgo de que la Argentina regrese a la época cavernícola

Son demasiados casos en poco tiempo, un riesgo fatal si no se detiene a tiempo.

Un juez de la Corte Suprema dice: "Si un chico le pega o le roba a su madre. ¿Lo mandamos a la cárcel o a un psicólogo?" Una de sus compañeras en la Justicia afirma: "Un chico que delinque debe ser sacado de las calles para evitar que la policía lo mate".  La idea del garantismo es más la de cuidar al que llegó a ese estado por lo que fuera ("ningún pibe nace chorro", dice un cantante popular), y dejan librado a su mala suerte al resto de la gente.

Entonces se produce lo que ya está pasando reiteradamente en el país. El ciudadano común -cuando puede- hace justicia por mano propia y de lo que no ocupan demasiado ni la policía, ni la justicia ni los legisladores, lo hace la gente aún retrocediendo al salvajismo más terrible de la prehistoria de la humanidad.

No es un estado que solo se da en la Argentina de hoy, también ocurre en los países del primer mundo.  Es cierto que cuando somos víctimas de los delincuentes queremos matarlos con nuestras propias manos. Pero una cosa es querer hacerlo y otra llevar a cabo la Ley del Talión.

Nueva Orleans, 2005. La antigua cuna de músicos negros más prominentes de Estados Unidos estaba siendo olvidada por Washington. La indiferencia del gobierno de entonces frente a la miseria y la delincuencia creciente tuvo la gota que rebalsó el vaso, el huracán Katrina y su secuela de casi 2000 muertes y una devastación pocas veces vista en un país supuestamente primermundista.

A la devastación climática le siguió la devastación de la conciencia de muchísimos sectores, aún de clase media.  Canalizaron su bronca contenida saqueando y robando lo que continuaba en pié.  Igual que en los saqueos de diciembre pasado, una reacción diabólica de gente que no tenía necesidades económicas dio rienda suelta a lo más primitivo del ser humano y se lanzaron por cualquier bien material que encontraban. Un ejemplo de los saqueos en Córdoba demuestra a qué grado llega la alienación del hombre, y no siempre en situaciones límites. Chicos que habían sido abanderados en sus colegios, robando a diestra y siniestra y en el garaje de una lujosa vivienda se hallaron electrodomésticos robados por un matrimonio que maneja una sociedad de fomento en un barrio de "la docta".

En Nueva Orleans fue tal el estallido de la gente, que ante el desborde a que fue sometida la policía hizo que Bush enviara fuerzas especiales que utiliza en conflictos bélicos (ejércitos privados de ex comandos que contrata el Estado) para poner en orden una ciudad desmadrada.

Una frase de Shakespeare: "Grita ¡Devastación! Y suelta a los perros de la guerra".  La devastación y el hastío de la injusticia social dan lugar a dos situaciones contrarias. Una es la solidaridad de mucha gente que se entrega a ayudar al prójimo, la otra es la terrible... aquellos que aprovechan la situación para sacar a la luz lo más primitivo de la condición humana.

Sin analizar el origen de lo que ocurre en la Argentina (indigencia y "paco" tienen mucho que ver.. nunca la pobreza, sino indigencia y abandono total de gente en condición límite), lo que estás sucediendo con esto de los linchamientos es un primera advertencia que hay cosas que vienen muy feo en el país.

Nos acostumbramos a vivir en esa metáfora de la "puerta giratoria" en la Justicia y en contrapartida se empieza con la aberración de hacer justicia con mano propia.

En el siglo XXI la conciencia del hombre retrocede miles de años.

Tres de los más grandes estudiosos de las costumbres de las sociedades primitivas (Sir James George Frazer, Mircea Elíade y Joseph Campbell)  han escrito sobre aquellas sociedades salvajes donde el hombre hacía de la violencia y el estrago una costumbre que les parecía normal en aquellos tiempos.

Creíamos que esos tiempos eran parte de los libros de historia, pero al parecer el inconsciente colectivo al que se refería Carl G. Jung sigue agazapado dentro de cada uno de nosotros.

Basta un "enter" de injustica o Estado ausente para que saquemos de nuestro interior  esos perros de la guerra que citaba Shakespeare en una de sus obras.

Primero fue incendiar viviendas de violadores o ladrones barriales. Ahora es linchar a los delincuentes. Los garantistas o abolicionistas de leyes creen que están ganado una batalla, pero están perdiendo una guerra que nadie quiere.

¿Habrá un término medio para detener a tiempo lo que ya está convirtiéndose en una cruel realidad de sangre derramada inútilmente?

Si no se encuentra rápido un equilibrio que no tiene que ver con llevar los chicos al psicólogo (¿y con los más grandes qué hacemos?) corremos el riesgo de llevar al país al borde de un abismo irreparable.

Washington vio a tiempo las consecuencias de abandonar a Nueva Orleans a su suerte y modificó sus parámetros de ayuda social a las ciudades más desprotegidas y vulnerables..

Un aforismo de Lao Tsé que figura en el libro sagrado llamado "Tao Te Ching": reza: "El hombre inteligente soluciona sus problemas. El hombre sabio los evita".

Ojalá prime la sabiduría en la Argentina antes que todo se salga de cauce