DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Limitar gastos irrita a los irresponsables

*Por Ricardo Arriazu. Existen numerosos ejemplos de gobiernos –como el de Grecia– que se endeudan sin medir las consecuencias.

La mayoría de las personas consideran que tienen necesidades "insatisfechas" y les encantaría incrementar su gasto para satisfacerlas. La limitación de recursos ("restricción presupuestaria") normalmente les impide hacerlo y los llena de frustración. Por falta de espacio, y conocimiento, dejo en manos de antropólogos, psiquiatras y sociólogos la discusión sobre cuándo estos reclamos son justos y cuándo no lo son, y el debate sobre si estos sentimientos generalizados son inherentes al ser humano o adquiridos.

La restricción presupuestaria puede ser modificada temporalmente a nivel individual mediante el endeudamiento , siempre y cuando otra persona esté dispuesta a bajar temporalmente su gasto; pero esta mejora tiene como contrapartida una reducción inevitable del gasto en el futuro cuando se repaguen el crédito y los intereses. La frustración que acompaña a la reducción del gasto al momento de cancelar la deuda es frecuentemente mayor que la insatisfacción original.

Existen numerosos ejemplos de personas y gobiernos que se endeudan sin medir las consecuencias futuras de sus acciones.

En el campo político esta tendencia se acentúa por la popularidad que acompaña al que incrementa el gasto público (el que en realidad incrementa el gasto privado al incrementar salarios, pensiones, subsidios, transferencias, etc.), mientras que los que enfrentan la dura tarea de reducir el gasto a niveles sustentables reciben severas críticas por su "insensibilidad".

El comportamiento irresponsable no se limita a los países emergentes; Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff identificaron recientemente en su libro This time is different más de 250 casos de incumplimientos de pagos de deudas soberanas desde 1800, incluyendo 13 casos en España, 8 en Francia y Alemania, y 7 en Argentina.

En la actualidad Grecia puede ayudarnos a entender esta situación.

Entre 2001 y 2010 el gasto público en ese país excedió a la recaudación, con lo cual, para financiar este desequilibrio el gobierno se endeudó elevando el monto de su deuda del 103% al 142% del PBI.

La situación explotó cuando los acreedores se negaron a continuar financiando y exigieron el cumplimiento de los servicios de la deuda . La comunidad internacional decidió ayudar a Grecia, pero exigiéndole que "ponga la casa en orden". La población griega rechazó el ajuste y reclamó que se deje de pagar la deuda . Esta posición fue también apoyada por numerosos analistas "progresistas".

Vale la pena examinar la validez de estos reclamos y los efectos de esta propuesta. Entre los años 2005 y 2009 el déficit fiscal griego se incrementó del 5,3% del PBI al 15,4% pero, a diferencia de otros países, este incremento no se originó en una caída de los ingresos sino en un incremento del gasto que pasó del 44% del PBI al 52,1%. Por otro lado, este incremento del gasto no estuvo asociado a un incremento de la inversión, sino a mayores gastos en jubilaciones y pensiones, en salarios y en otros gastos corrientes. Es decir, es el resultado de una política irresponsable en momentos de crisis.

El ajuste acordado con la Comunidad Europea y con el FMI permitió reducir el déficit al 9,6% del PBI, sin embargo el desequilibrio es aún superior al del año 2008. Lo mismo sucede con los gastos en jubilaciones y salarios, los cuales en conjunto son mayores a los del año 2008 en el equivalente a 2,6% del PBI. El "ajuste" no alcanzó para retrotraer la situación al nivel del año 2008.

Muchos analistas plantean que Grecia se beneficiaría con el incumplimiento unilateral de los servicios de su deuda y el abandono del euro y muestran como ejemplo la recuperación económica argentina luego de la reestructuración de su deuda . Un análisis de las cifras permite comprobar la falacia de estos argumentos.

La comparación con la experiencia argentina deja de lado la enorme mejora de los términos del intercambio que benefició a nuestro país (por un valor equivalente a casi 100 mil millones de dólares) mientras que Grecia está enfrentando un importante deterioro de sus términos del intercambio.

Una reestructuración unilateral de la deuda tendría como beneficio una reducción de los pagos por intereses y amortización de la deuda, al mismo tiempo que se reduciría el actual financiamiento, a la vez que incrementaría las salidas de capitales.

Lo importante es cuantificar el impacto neto de estos efectos.

Los pagos por intereses de la deuda pública durante 2010 fueron equivalentes al 6,4% del PBI lo que se compara con ingresos netos por financiamiento equivalentes al 9,6% del PBI. Si los intereses se redujeran a la mitad y dejaran de entrar capitales, el impacto neto negativo sería equivalente al 6,4% del PBI, por lo que el ajuste seria mucho más severo.

Se argumenta que el abandono del euro haría el ajuste más suave pues Grecia podría devaluar. El principal efecto de una devaluación es la baja de los salarios en términos reales, lo que supuestamente se logra sin que el afectado lo note por la existencia de "ilusión monetaria" (los agentes económicos sólo se interesan por los salarios nominales). Esta propuesta deja de lado los efectos negativos de la pérdida de los subsidios que Grecia recibe de la CE y que al no existir una moneda griega se pierde la ventaja de la ilusión monetaria.

Inevitablemente Grecia reestructurará en algún momento su deuda, pero confiamos que lo hará en forma amigable y con alargamientos de plazo.

Alemania está exigiendo la "participación" del sector privado (alargamiento obligatorio de los plazos) para continuar con su apoyo, mientras que el Banco Central Europeo argumenta que esa participación puede tomar otras formas (alargamiento voluntario de plazos, privatizaciones, etc.), posición que también apoya Francia. Este conflicto afectó seriamente a los mercados, pero al momento de escribir esta nota las posiciones se habían acercado en forma significativa. ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos si nuestro comportamiento, individual y colectivo, fuese más responsable!