#LecturaDV Habló la madre de la joven que se suicidó un colegio en La Plata: "No supe ver lo que la angustiaba"
A inicios de agosto, Lara, una estudiante de 15 años, se quitó la vida en medio de una clase en el Colegio Nacional Rafael Hernández.
Extraído del portal Infobae
Resultó ser una mañana cálida en una zona de casas bajas y residenciales de City Bell. Hay mucho verde y reina el silencio. El frente de la casa tiene una puerta bordó y revela una mano artesanal. No hay portero eléctrico, sino una suerte de pluma atada a un piolín. Al moverla, se activará un rústico sonajero. A los pocos segundos se abre la puerta. Es Julissa, una joven que apenas pasó los treinta años, que recibe con una sonrisa genuina y una mirada infinitamente triste.
Durante las siguientes dos horas reflexionará acerca de su única hija, Lara, de 15 años, que hace exactamente un mes se quitó la vida en el medio de un aula de su colegio.
Pelo largo y mojado, una campera de algodón bordó, una camiseta blanca, jeans, zapatillas deportivas y una cicatriz en el labio superior. Ella misma por momentos parece una adolescente. Pero no: es una madre que acaba de perder lo que más amaba en su vida y que en cada una de sus palabras esconde esa terrible búsqueda de explicar lo inexplicable.
En medio del dolor más profundo, esta madre se permitirá darle una lectura a la tragedia vivida y hasta abrirá el juego a indagar sobre la problemática de la vulnerabilidad adolescente. Alarmas que no son previstas, la violencia en las instituciones educativas, el rol de las redes sociales, la dificultad histórica del mundo adulto para poder interpretar los pedidos de ayuda de los más jóvenes y también la difícil autocrítica.
"Creo que siempre la vi como a una chica más pequeña. Me costó ver que ella tenía su propio mundo privado. Me costó tanto que, evidentemente, tenía un mundo privado bastante preocupante y yo no estuve al tanto. Esa autocrítica me va a perseguir durante toda la vida", reflexiona Julissa frente a Infobae.
El jueves 3 de agosto, poco antes de las ocho de la mañana, Lara se pegó un tiro en medio de una clase de geografía, delante de la mayoría de sus compañeros del prestigioso Colegio Nacional Rafael Hernández de La Plata. La adolescente murió cuatro días después.
Ya pasó un mes. Las finas láminas de sol que entran desde la ventana iluminan la mesa donde se apoyan algunas porciones de torta, un par de muffins, algunos vasos de agua, el termo y el mate. Un gato blanco con manchas marrones se pasea por la cocina. Mientras tanto, esta artesana, actriz y fotógrafa intenta identificar cuándo se produjo el quiebre emocional de su hija.
"Yo tuve a Lara a mis 21 años. Y tenerla de tan joven fue lo mejor que me pudo pasar. Si bien nunca fuimos amigas y siempre estuvo establecido el rol de cada una, la cercanía generacional nos hizo estar muy unidas durante los 15 años", relata Julissa con entereza, voz firme y orgullo.
"Lara era divertida, graciosa, creativa y precisamente en lo social no había tenido jamás ningún tipo de problemas. Yo pongo la bisagra en nuestra vida desde hace unos dos años. Ahí empezaron a aparecer situaciones que me hicieron preocuparme con su estabilidad emocional", Julissa habla sentada en uno de los cabezales de la mesa. De fondo, en la pared hay cuatro portarretratos de su hija. Se produce una escena que conduce desde la culpa al refugio.
A mediados de 2015, la separación de su madre con su última pareja -quien durante casi una década fue una figura masculina muy importante en la vida de la adolescente- y la necesidad del cambio del colegio de toda la vida trastocaron la rutina de Lara. Además, representaron un desafío ante una personalidad sensible y peculiar.
Lara había ido desde jardín de infantes hasta segundo año de la secundaria a la Escuela Italiana, una institución bilingüe de enorme prestigio en la ciudad, no exento de cierto matiz elitista.
"Para ese año existía una evaluación llamada tesina, en la que los alumnos debían preparar durante todo el ciclo una tesis en idioma italiano sobre un tema libre y relacionarlo con cinco materias. A mitad de año me llamaron para una reunión y me dijeron literalmente que Lara no estaba capacitada para rendir este examen y que consideraban que estaba destinada al fracaso. Básicamente la expulsaron", afirma Julissa.
En sus dibujos empezó a aparecer el caos. Las expresiones de los personajes. Todo con otra impronta. Frases aleatorias, misteriosas, inconexas
Ese escenario generó un golpe anímico enorme para la joven, que había pasado toda su vida en la institución. "Uno, como adulto, no se da cuenta de la magnitud que tiene eso para un chico. Es su familia, es su lugar de pertenencia. Pasás ocho horas por día ahí y que de golpe te digan 'acá no cabés más, no estás a la altura'. Es algo terrible".
Después de pasar por el pequeño colegio Albores, Lara llegó -a inicios de 2016- al Nacional de La Plata, el mismo colegio del que había egresado su madre. "Lara no quería ir al Nacional y siempre me lo dejó en claro. La primera semana, me dijo 'Mamá, esto es una selva. Acá hay un bullying terrible, son todos unos forros. No se respetan entre los compañeros ni a los profesores. No es algo contra mí, pero en general se vive algo terrible'".
Julissa no termina de encontrar la posición adecuada para hablar. Sus palabras surgen de manera fluida, pero entran en cortocircuito con su lenguaje corporal. Rodillas pegadas al mentón, pies sobre el asiento, dedos entrecruzados. La tensión de la charla crece.
En el nuevo colegio Lara cambió. Su madre empezó a percibir otra personalidad y otra actitud. Los dibujos, las historietas y las caricaturas que tanto le gustaban, y que en años anteriores se mostraban con colores vivos, sonrisas y viñetas, se habían transformado en pinturas sombrías, en blanco y negro, con frases aisladas, inconexas y desafiantes.
"En su última etapa había entrado en una fase de dibujos llamativamente oscuros. Ahora me cierra que tenía que ver con su estado de ánimo. En ese momento pensé que le gustaba el animé y el metal. Y la estética de eso es así. Me parecía normal en ese sentido. Pero en su expresión empezó a aparecer el caos. Las expresiones de los personajes. Todo con otra impronta. Frases aleatorias, misteriosas, inconexas", cuenta.
El cambio radical en los dibujos se vio acompañado por un vuelco en la bibliografía y en un proceso de introspección definido: en el último año el único deseo de Lara en su tiempo libre fue permanecer encerrada en su cuarto, delante de su computadora y metida en internet. "Me empezó a desafiar con temas que nunca antes había tocado. Un día llegó a cuestionar la existencia del Holocausto y hasta criticó las bases del movimiento Ni Una Menos. Empezaba a sacar cosas de internet, se notaba que eran discursos empaquetados, muy armados, que se repetían".
"Las redes sociales y los jóvenes representan un nexo que los adultos todavía no pudimos interpretar. Seguimos muy alejados y tenemos que empezar a hacernos cargo, a vincularnos con lo que realmente pasa en internet. No estamos dándonos cuenta de lo peligroso, de lo grande, de lo influyente que es eso para los pibes", se lamenta. Y continúa: "Lara tenía todo con clave y yo me esmeré en respetarle su privacidad. Ella quería tener su vida privada. Hoy me siento totalmente responsable de no haber visto lo que consumía en las redes".
Un día después del suicidio, se reveló que la propia joven había anunciado su deseo de suicidarse en medio del aula: lo había hecho de manera anónima en una red social llamada Voxed, donde la gran mayoría de los usuarios realizan publicaciones sin dar a conocer su identidad. "Voy a robarle el revólver a mi papá antes de salir para el colegio y pienso pegarme el balazo en la primera hora", escribió Lara y muchos en esa red pensaron que se trataba de una broma macabra.
El clima de la casa de City Bell provoca picos de emociones contrapuestas. Julissa logra rememorar anécdotas con Lara con una sonrisa reluciente y hasta con un tono festivo. Por momentos recurre a diarios personales y dibujos de su hija y los rememora con humor. Hay una necesidad latente de volver a traer a escena esas épocas en las que coloreaba las hojas de fucsia, rosa, naranja flúo y turquesa. Aquellos años en los que las inquietudes recaían en el deseo de comprarse un buzo marca GAP o conseguir helado en polvo en Carrefour en pleno verano.
El drama que nadie quiso ver
Los problemas de adaptación al nuevo colegio persistieron. Julissa dice que durante 2016 acudió en dos oportunidades al Nacional para tratar las dificultades de integración de su hija al grupo. En las dos ocasiones, según su relato, tanto un preceptor como una psicopedagoga de la institución hicieron referencia a unas "figuritas terribles" dentro de la clase y le ofrecieron cambiar a su hija de curso. Lara, que había logrado consolidar un vínculo íntimo con otra chica nueva de la clase, no quiso saber nada con un nuevo cambio.
La conducta introspectiva de la joven de 15 años se mantuvo con el pasar de los meses de 2017. Así y todo, Lara se mantenía firme en su decisión de no contarle nada a su madre sobre lo que sucedía puertas adentro de su colegio.
La noche del miércoles 2 de agosto, Julissa, que incursiona desde hace unos años en el under como actriz, tenía su noche de estreno con una obra en la que había trabajado durante meses. Ese día, Lara fue a dormir a lo de su padre.
"Tuvimos un estreno muy bueno. Después nos fuimos a cenar, festejamos un poco y me volví a mi casa", relata.
El silencio se torna asfixiante y la angustia se empieza a apoderar de la casa de City Bell. "A la mañana siguiente, eran como las 8 y de repente me desperté de la nada. Sentí algo muy extraño en mí. Habrá sido esa conexión entre madres e hijos que le escapan a la física real. No pasaron tres minutos hasta que sonó el teléfono y una voz me dijo que acudiera al hospital San Martín porque mi hija había tenido un accidente y era grave".
"Yo pensé que había sido un accidente de tránsito, que estaba llegando tarde y que la habían atropellado. De hecho, durante todo el camino fui diciendo 'que haya sido un auto y no un micro'. Cuando llegué a la puerta del hospital, estaba mi papá que me dijo, descolocado e incrédulo: 'Se pegó un tiro'".
Lara nunca terminó de revelar lo vivido y sufrido en el colegio, pero para su madre dejó un mensaje claro para la institución: "Lara tuvo la posibilidad de hacer lo que hizo en la casa de su padre, que era grande, con dos pisos, con espacio, con la tranquilidad que ese lugar te ofrece, era todo más cómodo. Y aun así ella eligió poner un arma en su mochila, con todo el riesgo que eso conlleva, dirigirse al colegio y tirarse un tiro delante de todos sus compañeros. Es algo que para mí no se puede pasar por alto. No lo hizo en la casa del padre, lo hizo en el Colegio Nacional".
"Ella está diciendo mucho con eso. Estaba manifestando un enojo muy grande contra un lugar que tenía que haber sido su lugar de pertenencia. Un lugar en el que un chico pasa seis horas por día y en una gran medida implica su universo. El colegio es el universo del pibe. Uno, como adulto, se maneja de otra manera. Deja un trabajo, empieza otro, tiene amigos de la vida, con los que compartió diferentes etapas. Tiene otras herramientas para irse del lugar en el que no se siente bien. Un pibe no tiene esa posibilidad".
Julissa revela también que la decisión de su hija fue tomada con predeterminación. La misma mañana del trágico hecho, Lara les avisó a sus dos únicas amigas que no fueran a la primera clase porque iba a faltar la profesora. No quería que presenciaran su muerte. Dejó también sobre el televisor la llavecita de su "caja de deseos y tesoros personales". Y, además del mensaje dedicado a sus compañeros encontrado dentro de la mochila, escribió una extensa nota de suicidio en un cuaderno que dejó en la casa de su mamá. "En esa carta la sentí fría y muy decepcionada. La noté muy sola y eso realmente me destrozó".
Entre la caja de los tesoros había recortes con pequeños deseos, una postal, una foto de su padre de niño, una foto de ella junto a su madre, el escudo de la Escuela Italiana, una piedra que le regaló su abuela materna.
Adultos y jóvenes, cada vez más lejos
La ciudad de La Plata se convirtió en los últimos años en uno de los escenarios principales de los suicidios adolescentes en el país. En 2016, un grupo de cuatro amigos de toda la vida se quitaron la vida de la misma manera: se ahorcaron. Semanas después de la muerte de Lara, dos amigas de una escuela secundaria tomaron la misma decisión en sus casas.
¿Sabemos qué les pasa y qué sienten los adolescentes, cuáles son sus problemas, qué necesitan? "Hay una desconexión completa entre los adultos y los adolescentes. Están solos. Y te lo dice alguien que estuvo siempre presente. Pero la realidad es que muchos de nosotros todavía asumimos los problemas de los más jóvenes con posibles soluciones de adultos. Nos es imposible ponernos en el lugar de ellos", dice Julissa.
Ahora llora mientras habla. Recién en estas últimas horas siente que puede empezar a despegarse del abismo más profundo.
La habitación de Lara ya no existe más. Hoy es el dormitorio de su madre. No quedó ni uno de los muebles. Lo mismo sucedió con gran parte de la ropa y de las pertenencias. "Les di mucho a sus amigos, para que Lara permanezca viva en ellos", explica.
Julissa, por su parte, recibe cada semana la ayuda de especialistas del Centro de Contención del Derecho a la Víctima y empieza a tratar de reacomodar su vida. "El jueves fue la primera vez que dormí sola. Recibí mucho más apoyo y ayuda del que pude imaginar. Y ya empecé a sentir la necesidad de tener mi espacio".
Cada tanto, reaparece la risa a ese rostro castigado en las últimas semanas por el dolor más extremo. El hecho de haber podido despedirse de su hija durante los cuatro días de su internación se transformó en el único consuelo del que aferrarse.
"Yo le agradezco a Lara, sinceramente. Me regaló esos cuatro días para poder decirle tantas cosas. Si yo ese día llegaba al hospital y me tenía que volver a mi casa sola, yo no sé si hoy estaría hablando con vos. Esto la alivió. Es terrible, pero es así. Andá y viajá tranquila, hija".
"Hoy siento que subestimé el deseo de Lara de estar en otro colegio.Me arrepiento de eso, honestamente. Obviamente, no voy a decir que la causa de lo que decidió Lara fue por culpa del Colegio Nacional, bajo ningún punto de vista. No hay una causa específica cuando uno toma esa decisión. Es muy difícil entenderlo. Creo que yo tenía que haber pedido ayuda de un profesional para ver cómo trabajaba ese tema con Lara. Consideré que mostrándole mi mirada, de que el anterior colegio no era el lugar que elegimos, iba a ser suficiente. Y yo elegí correrme y correrla. Y en el fondo hay una mirada exclusivamente adulta en eso".
"A mí me sostuvieron mis amigos y mi familia. Desde ese día hasta ahora, que me siento un poco más armada. A mí me agarraron mis afectos y me cuidaron. Cada uno extirpó un poco de dolor. Y me di cuenta de que hay muchas razones para seguir adelante. Justamente es una paradoja con lo que Lara denuncia. Ella denunció haberse sentido sola, no caber. Y hay una contradicción tan grande con lo que yo siento que construí con mi entorno, que son lazos verdaderos y muchos... Estuve tan en contraposición con lo que le sucedió a Lara".
Y de a poco el cuaderno con los dibujos vuelve a un canasto. Los recortes y postales regresan a la "caja de los tesoros". Y las fotos vuelven a ser colocadas en el álbum de madre e hija.
La mesa queda vacía. La casa de City Bell se sumerge nuevamente en el duelo y la reflexión. El sol desaparece del comedor y el gato regresa a la pileta de la cocina. Y la puerta de madera bordó se cierra otra vez, al menos hasta que el sonajero rústico vuelva a cantar.