#LecturaDV El curioso hábito de Mauricio Macri de caminar por la cornisa
A días de las elecciones, episodios y decisiones claves que golpean al bolsillo marcarán la agenda de lo que se viene. Las reacciones del Presidente.
(por Ernesto Tenembaum extraída de Infobae)
En una de las temporadas de House of Cards, Frank Underwood enfrenta un desafío electoral. Las encuestas anticipan un resultado extremadamente parejo y, justo en ese momento, los países productores de petróleo deciden subir el precio del barril. O sea, ocurre lo que no debe sucederle a un Presidente en medio de una campaña: le aumenta la nafta. Underwood y su esposa, la fría y hermosa Claire, tratan el tema casi como una crisis de Estado. Así son las cosas que imaginan los guionistas. Esta semana, a Mauricio Macri le ocurrió lo mismo pero en la realidad.
El presidente argentino está a pocos días de una contienda electoral que puede definir su supervivencia. Las encuestas arrojan, en el territorio clave, una exasperante paridad. A él también le subió el precio la nafta. Pero, a diferencia de los protagonistas de la serie norteamericana, Macri y la bellísima Juliana andan muy felices en una gira por Alemania: realmente notable el vestido negro que usó ella el viernes. Sobre la nafta, ni una palabra.
El contraste entre una y otra situación se acentúa por otras razones. La primera es que, en el caso de la serie yanqui, el aumento del combustible no fue una decisión de Underwood: el problema llegó desde Medio Oriente. En la realidad argentina, en cambio, fue un daño autoinflingido. Macri se aumentó la nafta a sí mismo. Por otra parte, la suba de combustibles en House of Cards no es un hecho tan terrible ya que se produjo en un contexto en el que la inflación no es un tema de debate. En la Argentina, ya se sabe lo que ocurre con los precios.
Es difícil entender por qué Macri hizo eso. Pero el método que llevó a la decisión tal vez aclare muchos de los traspiés de este último año y medio. Para entender esto, es necesario concentrarse en algunos elementos técnicos no demasiado sofisticados.
El aumento de las naftas fue decidido por el secretario de Energía, Juan José Aranguren, y tomó desprevenidas a otras áreas del Gobierno. Quien más lo sufrió fue el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, que transpira frío cada vez que el Indec está por anunciar la cifra de inflación y, en estos dieciocho meses, aprendió que un aumento de las tarifas repercute en los precios. Como todo el mundo, Sturzenegger se enteró del monto del aumento por los portales de noticias. La bronca fue tan grande que las explicaciones abarcaron un amplio abanico: "Aranguren cedió al lobby de las petroleras", fue la menos ofensiva.
En la Secretaría de Energía, mientras tanto, explicaron con suficiencia que el aumento era previsible. Desde enero se decidió que el precio de la nafta se moviera de manera trimestral, según una fórmula matemática. El componente central de esta es el promedio de la cotización del dólar de los últimos cinco días hábiles de cada trimestre. Así, por ejemplo, a principios de abril, cuando el dólar estaba planchado, el precio de los combustibles bajó. Era lógico que los precios aumentaran en julio, pero no tanto: lo que ocurrió fue que el Banco Central dejó que el tipo de cambio escalara fuerte justo los cinco días que no debía hacerlo. Entonces, mágicamente, para alegría de los ejecutivos de las empresas petroleras, el aumento pasó de un insignificante 2% a un muy relevante 7 por ciento.
O sea, Aranguren priorizó su fórmula polinómica. Y Sturzenegger su fe en la flotación del dólar. ¿Quien debía avisarle a uno que la formula polinómica se la podía guardar en estos días? O, en caso de que hubiera que respetarla, ¿quién debía avisarle al otro que en los últimos días de junio el dólar no debía volar? Ministro de Economía no hay, o sea que el responsable es quien debe coordinar estas cosas: Mauricio Macri o "los ojos del Presidente", como definió él mismo a Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.
Todo tendría lógica si el aumento de las naftas fuera una política de Estado, aun más importante que sobrevivir a las elecciones. Suena muy raro. Desde el último aumento, que se aplicó la primer semana de enero, el dólar subió apenas un 7%, más que compensado por una baja del 15% del barril en el resto del mundo. Había margen. Hay múltiples interpretaciones sobre quién se benefició con la política petrolera del Presidente. En realidad, como siempre, todos se quejan: unos porque aumentó demasiado la tarifa al consumidor respecto del aumento del salario, otros porque no aumentó lo suficiente si se lo compara con el aumento de costos y la devaluación. Lo cierto es que, un año y medio después, la inversion en petróleo y gas es bastante menor que en tiempos del "marxista" Axel Kicillof. Ni lluvia ni goteo de inversiones: todo lo contrario. ¿Es sensato jugarse una elección para sostener una política petrolera que dará sus frutos en años, si es que los da alguna vez?
Pero la historia no termina aquí.
Aunque Macri pareció ignorarlo al asumir que en la Argentina cuando se mueve el dólar en alguna proporción se mueven los precios. El aumento de la nafta ya metía presión a la inflación: a eso se le sumó que el dólar, a comienzos de semana, no paraba de subir. El Central -y hasta el mismo Presidente- explicaban que estaba todo perfectamente calculado. Que era necesaria esa corrección. El miércoles por la noche, algunos economistas empezaron a gritar. Marina del Poggetto, del Estudio Bein, fue la más clara: "Es la corrida más tonta que he visto", dijo. Finalmente, lo controlaron. Mario Blejer explicó el viernes que la suba del dólar tendrá algún efecto inflacionario, extra al del combustible.
Las elecciones primarias son el 13 de agosto. El 8, el Indec demostrará una vez más que el Gobierno no cumplió su objetivo prioritario, vencer la inflación. Difícil que el dato atraiga indecisos. A alguien, evidentemente, le gusta caminar por la cornisa.
Está claro que la economía argentina es una bomba de tiempo muy difícil de desactivar. Pero la falta de coordinación no ayuda demasiado en ese sentido. Mucho menos si ocurre en campaña electoral. El escándalo por el recorte de pensiones a discapacitados estalló pocos días después que la vicepresidente Gabriela Michetti anunciara un plan para el sector. En esa presentación, Michetti explicó por qué el apoyo a los discapacitados repercute en millones de argentinos.
Nadie la consultó por los recortes. Ella misma, luego, se encargo de difundir su enojo. En una reunión con el equipo de jefatura de Gabinete cruzaron fuertes insultos. Otra vez, la falta de coordinación.
¿Alguien notará en la Casa Rosada que, cada día, alguna empresa importante anuncia un número elevado de despidos? En algunos casos, las decisiones las toman, incluso, empresas cercanas al Gobierno, como Tecpetrol, de Techint (una petrolera, por si faltaran datos) En otros, como el caso Atucha, ¡las toma el mismo Gobierno! Cada uno de esos obreros tienen vecinos, familiares y hay muchos otros trabajadores que se miran en ese espejo. Jorge Triacca se limita a su rol de serenar a la conducción de los sindicatos. En Hacienda se regodean con las cifras "agregadas".
¿No será mucho pedirle a la revolución de la alegría que le gane a la tristeza de un despedido? Por otra parte, ¿alguien registra en la Casa Rosada lo que le ocurre a un trabajador que pierde el empleo? ¿Seguro que todos los despidos son imprescindibles? ¿No habrá algunos avivados que intentan maximizar ganancias, protegidos por el laissez faire oficial?
Macri tiene todo el derecho a sentir que sabe de esto más que nadie. Se trata de una percepción presidencial muy común. Fue el primer ingeniero en llegar a Presidente, el primero que no es no radical, ni militar ni peronista desde 1916, el primer super rico desde Marcelo T de Alvear, el primer porteño en décadas, el primero que llega desde el mundo del deporte, el primero de centroderecha en ganar una elección, el primero que funda un partido político de alcance nacional desde 1945. Es un hombre record por dónde se lo mire.
Pero la elección que viene es muy riesgosa. A su manera, ya lo reconció Peña. "Cristina obtendrá un magro resultado a nivel nacional", dijo. Es cierto: pero ella no se presenta a nivel nacional sino en la provincia de Buenos Aires Con ese criterio, también tendrá un magro resultado a nivel mundial. "Cristina pasará del 54 por ciento de 2011 a un 11 o 12 por ciento en esta elección.
"Fue un proceso claro de autodestruccción política", agregó. También es cierto. Pero si gana la provincia de Buenos Aires, tal vez habrá comenzado su proceso de reconstrucción política. Y, en medio de tantos augurios, Peña no auguró que ella sería derrotada en octubre, porque está todo muy peleado y el Gobierno, al ritmo de sus errores, ha perdido apoyo cuando más lo necesita.
Pero Mauricio ha sido siempre un ganador. ¿A quién le podría dar miedo un aumento de las naftas y una "corrida boba" en los días previos a la elección? Solo a Frank Underwood, un personaje de ficción.