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Lectura DV: El temor al regreso del populismo

El Gobierno tiene dos propósitos con el acuerdo sobre el bono de fin de año, frente al temor del empresariado del retorno del populismo.

Extraído de La Nación

Por Joaquín Morales Solá

 

Los empresarios entienden la realidad con la ley de la oferta y la demanda en la mano: ¿por qué deberían invertir ahora, deducen, si gran parte de las empresas grandes y medianas (ni hablar de las pequeñas) tiene ociosa entre el 40 y el 50 por ciento de su capacidad de producción? Sin embargo, el temor al regreso del populismo es fácilmente perceptible en todos ellos, incluidos funcionarios con concepciones distintas y empresarios de diferente porte. Conclusión: el populismo no está muerto.

La directa y, por momentos, osada apelación de Macri al compromiso empresario en una cumbre de hombres de negocios no fue un reclamo de adhesión personal. Los empresarios, para hacer una arbitraria síntesis del pedido presidencial, deben "romperse el traste" para alejar al populismo de cualquier horizonte cercano. Estaba refiriéndose a una información que circula entre funcionarios y políticos: una parte del empresariado está demorando sus inversiones a la espera de lo que sucederá en las elecciones del año próximo. Es cierto que los empresarios conocieron de cerca las agresiones y arbitrariedades del populismo y que, en parte por eso, decidieron "ver y esperar" hasta establecer cómo será el futuro proceso político. La lógica de Macri es otra: porque conocieron lo que conocieron deben apostar a un modelo (no necesariamente el suyo) que aparte al país de la sombra de cualquier populismo. Aunque, claro está, deben empezar por consolidar lo que hay, que es, obviamente, el gobierno de Macri.

A primera vista, puede parecer contradictorio que en ese debate se haya incorporado la discusión por el bono de fin de año, que cualquier economista ortodoxo colocaría entre las recetas del populismo. El Gobierno tiene dos propósitos con el acuerdo sobre ese bono, que altas fuentes oficiales calificaron de "histórico". "¿Alguien se imaginó hace 10 meses que conseguiríamos ese acuerdo en medio de un año en recesión y con mayoría opositora en el Congreso?", se pavonea un funcionario.

El primer propósito es empezar a tirar agua en el fuego anunciado de diciembre. Diciembre es el mes de las sublevaciones sociales, presuntas o reales, desde hace 15 años. Esta vez hay un gobierno no peronista, que es cuando lo presunto suele hacerse real. Las amenazas, por lo tanto, no corresponden sólo a la paranoia del oficialismo. De hecho, hasta el líder de Barrios de Pie, Daniel Menéndez, denunció la complicidad de comisarios corruptos con el narcomenudeo para espolear asaltos a los supermercados en diciembre. El kirchnerismo, encerrado cada vez más en la lógica fanática de una secta, estará siempre dispuesto para esos menesteres. Tranquilizar diciembre es un objetivo que la administración quiere alcanzar por caminos ortodoxos o heterodoxos, pero alcanzarlos al fin.

El segundo propósito es despejar el año próximo de la discusión sobre la historia de la inflación. Los funcionarios económicos del Gobierno sostienen que con ese bono y con la quita del impuesto a las ganancias para el aguinaldo de diciembre, los ingresos de los trabajadores habrán empatado con la alta inflación acumulada durante este año. Los empresarios, sobre todo los nucleados en la UIA, no comparten ese punto de vista. "Carece de la percepción de la calle", dicen. El año económico para ellos fue "dificilísimo" (para llamarlo de algún modo, aclaran) y muchas pymes deben pedir créditos para pagar los salarios de fin de mes. La UIA se negó a asumir un compromiso global, porque sencillamente tiene que vérselas con 1200 convenios y acuerdos salariales diferentes dentro de la entidad. "Venimos de cinco años de una economía estancada o en recesión y Brasil viene de la caída económica más grande de su historia", argumentan. Muchas pymes argentinas, vinculadas sobre todo a la alimentación, exportaban a Brasil hasta que Brasil estalló.

El Gobierno no ve las cosas tan oscuras como los empresarios nacionales. Hay, dice, dos Argentinas: una está en el interior rural, con una economía en franca reactivación por los beneficios que le dio al campo, y la otra está en los centros urbanos, donde todavía la recesión se hace sentir. "El consumo aún está retrasado en el conurbano", acepta. Sucedió lo mismo con la reactivación de 2002

2003: primero se recuperó el interior rural y, sólo al final, la economía volvió a crecer en los centros urbanos. El problema de entonces y de ahora es que en los centros urbanos está el consumo masivo, porque ahí viven más argentinos que en el campo. La Argentina de los centros urbanos tuvo espasmos de crecimiento en agosto, pero no se repitieron en septiembre ni octubre. Prat-Gay responde siempre que la recuperación de una recesión no es nunca una flecha coherente, sino un proceso cargado de avances y retrocesos.

La inversión prevista por el Gobierno no incluye a la industria nacional. Cree en los 48.000 millones de dólares en inversiones prometidas desde el exterior para los próximos cuatro años. La cifra es importante, pero desglosada anualmente (unos 12.000 millones de dólares) resulta insuficiente para compensar los últimos años de desinversión. El sector rural está haciendo inversiones significativas en modernización tecnológica y en la compra de maquinaria agrícola. El último rubro es el de la obra pública. En el primer trimestre se invirtieron unos 17.000 millones de pesos en esas obras, pero en el tercer trimestre la inversión en obra pública alcanzó los 51.000 millones de pesos. Tres veces más.

Los industriales nacionales se parapetan detrás de la falta de demanda. "Es la demanda la que ordena la oferta y no al revés", dice un empresario. Funcionarios destacados ven, al revés, a un empresariado demasiado pendiente del eterno zigzag de la política. "¿Depende la inversión de los empresarios norteamericanos de las encuestas entre Trump y Clinton? No", pregunta y responde un alto exponente macrista. La pregunta que debe hacerse, concluye el Gobierno, es si hay voluntad -o no- de enfrentar al populismo con armas reales y no sólo con retórica. Intuye también que en la resistencia de los industriales locales se esconde el eterno debate entre proteccionismo y apertura de la economía. Macri dio una refutación importante al proteccionismo excesivo cuando ordenó quitarle todos los aranceles a la importación de computadoras. Fue un golpe sobre todo a la industria protegida de Tierra del Fuego que incluyó a su amigo Nicolás Caputo, con fuertes intereses en la isla austral.

Gobierno y empresarios están seguros de que entre marzo y abril la reactivación estará en la percepción de la gente común, aunque los funcionarios esperan que la economía promueva buenas noticias mucho antes. Basan sus expectativas en tres razones: entonces llegará la parte gruesa de los dólares del campo; el blanqueo podría reforzar los dólares del Gobierno y de los bancos, y Brasil volverá a crecer. Prat-Gay necesita, mientras tanto, que Federico Sturzenegger baje las tasas de interés, que es lo que hacen todas las economías en recesión del mundo capitalista. Es extraña la discordia entre estos dos hombres con formaciones distintas: discrepan, pero conversan más de lo que se sabe. Sturzenegger puede disentir, pero es un hombre ajeno al universo de las conspiraciones.

Prat-Gay tiene la batalla ganada si su pelea es con los ortodoxos. Macri es también un jefe político, que siempre preferirá las decisiones graduales para acompañar su consolidación electoral. En su campo de batalla está sólo el populismo, viejo o nuevo.