Lectura DV: Cristina, enfrentada al detector de mentiras
El periodista Carlos M. Reymundo Roberts analizó los paralelismos en el caso Rousseff con la ex Presidente argentina.
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Extraído del diario La Nación
Que la hayan destituido a Dilma Rousseff por manipular cifras de las cuentas públicas me suscita al menos cinco reflexiones. 1) Los brasileños nos han dado una lección, porque, seamos sinceros, los argentinos no sabíamos que eso de camuflar los números de la economía estaba mal; creíamos que sólo era picardía criolla y un instrumento de la lucha contra los poderes concentrados, los medios hegemónicos, los buitres y el imperialismo yanqui. 2) Si Dilma se proponía mentir con las cifras, antes debió haberle pedido know how a Cristina Kirchner; mentir es un arte y, cuando no lo dominás, tenés que recurrir a los buenos artistas; Cris le hubiese mandado a Moreno, que miente por mentiroso y por ignorante, lo cual lo convierte en un fabulador insuperable, el mejor de todos. 3) Dilma dice que fue víctima de un golpe; es verdad: fue un golpe contra el relato; otra lección para los argentinos: en cuestiones de Estado, el engaño, la ficción, la deformación de la realidad también tienen sus límites. 4) La presidente brasileña fue destituida al cabo de un proceso en el que intervinieron el Congreso y el Poder Judicial, lo cual me trae a la memoria lo que tantas veces oí en mis tiempos de militante kirchnerista: en política no hay guita mejor gastada que la que se destina a comprar legisladores y jueces. 5) No todo es sombrío en el futuro de Dilma: seguramente Moreno va a pensar en ella si abre en Brasil una franquicia de su cadena de panchos.
Lo notable es que Dilma perdió el puesto por perrear cifras y no por un escándalo de corrupción. No la acusan de haber robado. En América latina, a los presidentes suelen echarlos por inútiles o por corruptos. No por mentirosos. ¿Estamos frente un fenómeno histórico de revaloración de la verdad? ¿Terminaron los tiempos en que nos creíamos todo? ¿Ya no vamos a tolerar que nos engañen? Por Internet está circulando un videíto humorístico que muestra a un joven norteamericano buscando empleo. En una empresa lo confrontan a un infalible detector de mentiras: cada vez que miente, la maquinita emite un chillido, tipo pip-pip-pip. No les cuento más del videíto, por si les llega. Está muy bueno. Pero me hizo pensar. ¿Estaría dispuesta Cristina a ser sometida a uno de esos detectores, que no dejan de emitir el chillido hasta que se dice la verdad? Supongamos que acepta, convencida de que con su labia va a lograr engañar a la maquinita. "Señora, ¿durante su gobierno el Indec ocultó la inflación?" Cristina: No, jamás. Pip-pip-pip. Bueno, sólo algunas veces. Pip-pip-pip. Unas cuantas veces. Pip-pip-pip. OK, siempre. Moreno era ingobernable. Silencio: el detector deja de chillar. "Señora, ¿se enriqueció en el poder?" No. Pip-pip-pip. Fui una abogada exitosa. Pip-pip-pip. Era Néstor el que se ocupaba de esas cosas. Pip-pip-pip. Máximo. Pip-pip-pip. Algunos manguitos hice. Pip-pip-pip. Debe ser mucha guita, pero nunca me puse a contarla. Silencio del detector. ¿Tiene su plata afuera? No. Pip-pip-pip. Créame, está adentro. Pip-pip-pip. Adentro de pozos, bóvedas, conventos. Silencio del detector. "¿Usted es una golpista que trabaja para que el gobierno de Macri se caiga?" Sí, maquinita del diablo, engendro gorila, trabajo día y noche para que este gobierno explotador del pueblo se derrumbe ya mismo. Silencio.
Si, como decía, la verdad llegara a convertirse en una demanda social insoslayable, digamos, en un reclamo unánime que tiene su correlato electoral, va a ser divertido ver cómo se reinventan nuestros dirigentes. Si ya no es posible mentir, todo cambia drásticamente. ¿Macri seguirá hablando de "pobreza cero"? ¿Boudou se cortará la lengua, dejará de reírse, se recluirá en un refugio de montaña? ¿Se acortarán las intervenciones públicas de Massa? Después de dar a conocer su verdadera declaración jurada de bienes, ¿Scioli anunciará que vuelve a la motonáutica? ¿Máximo abandonará la política para dedicarse a la administración de la fortuna familiar? ¿Capitanich dirá que, así las cosas, "ya nada tiene sentido"? ¿Y Aníbal Fernández? Lo imagino llamando a una conferencia de prensa en la que, en medio de sollozos, lanza una súplica desesperada: "No me pidan tanto".
Otra posibilidad es suavizar el cambio de reglas, para que no resulte tan traumático. A nuestros políticos les permitiríamos, no digo mentir, pero sí acomodar un poco los hechos a sus necesidades e intereses. Concretamente: autorizar desviaciones no significativas en el camino hacia la verdad. Por ejemplo, que nadie le saque tarjeta roja a Macri cuando prometa que la crisis se revertirá "en el tercer semestre". O a Hebe de Bonafini si declara que a la "Toma de Caracas", anteayer, fueron apenas 500 tipos, todos agentes de la CIA. O a Lázaro Báez por haberse olvidado de declarar más de 200 propiedades. O a Josecito López por jurar que su principal objetivo aquella noche infausta eran los scones de las monjas.
Arrojadas al desván de la historia, Dilma y Cristina deberían reunirse para analizar qué pasó en sus vidas. Gritar sus verdades. Dilma: "Te juro que no sabía que estaban manipulando las cifras". Cristina: "Y yo no sabía que estaban robando". Deberían hablar y hablar, sin ataduras, sin pelos en la lengua. Y haciendo oídos sordos a ese inquietante chirrido que las interrumpe. Pip-pip-pip.