Lecciones porteñas para candidatos mendocinos
* Por Carlos Salvador La Rosa. En las elecciones porteñas predominó la extrema polarización y la extrema nacionalización.
Capital Federal
Si -al revés- la diferencia entre Macri y Filmus hubiera sido de más o menos cinco puntos, se podría haber hablado del tsunami cristinista arrasando hasta en su bastión más adverso y su efecto subjetivo hubiera sido notable a favor del Gobierno nacional.
Ahora bien, una diferencia a favor de Macri de casi 20 puntos puede producir lo opuesto: el de un voto nacionalizado contra el kirchnerismo a través de una polarización establecida por la misma sociedad, aunque eso depende de que las oposiciones sepan aprovechar la nueva e inesperada "sensación"; pero el clima, la "realidad subjetiva", está.
No se trata sólo de cómo puede influenciar este resultado en las dos elecciones que se presagian adversas para el kirchnerismo (Santa Fe y Córdoba) sino hasta en el territorio donde ocurrirá la madre de todas las batallas: la provincia de Buenos Aires, donde las heridas internas en el partido oficial parecen ser bien profundas.
Es cierto que todo está por verse pero también que nada está dicho del todo, algo que no se pensaba antes del domingo capitalino. Porque si bien la oposición nacional sigue sin aparecer, el kirchnerismo para reasegurarse lo que creía seguro y hoy ya no tanto, deberá mostrarse de otra forma. El comicio porteño puede ser una cantera de enseñanzas para unos y otros.
El arrastre de Cristina es posible que siga siendo un gran aporte electoral, pero el dedo de Cristina parece insinuar lo contrario. Que a ella la voten por ella misma -por su renacida buena imagen-, bien, pero que ella pueda imponer a quiénes quiera por su omnímoda voluntad para que los voten sólo porque lo dice ella, puede producir un daño enorme al oficialismo. No sólo por los enojos internos que ocasionó al cambiar candidatos designados localmente por ignotos que, bajo la excusa de su juventud, sólo esconden su obediencia monárquica, sino también porque a los votantes -al pueblo llano- tampoco parecen gustarles esas imposiciones.
Pero más importante que eso, es que parece estar cayendo un mito discursivo que en realidad no era más que un chantaje concreto: el de que lo mejor que le puede pasar a cualquier comuna o provincia es votar por alguien que represente lo más fidedignamente posible al proyecto nacional. Un modo indirecto de afirmar que si uno no vota por quien dice Cristina, puede ir olvidándose hasta de pagar los sueldos públicos, en el período de centralización de recursos más grande quizá desde tiempos de Rosas.
Sin embargo, no en todo estuvo mal Cristina en la Capital: su mejor decisión fue la de optar por el candidato más razonable que tenía para ese difícil bastión (el que más se parecía a los votantes), entre otras cosas porque había demostrado autonomía en ciertos casos con relación al poder central. Daniel Filmus no semejaba un obsecuente de esos que abundan a la vera de Cristina. Sin embargo, lo contradictorio fue que se eligió al más independiente de la manera más dependiente, como diciéndole: Ojito, no te elegimos para que después hagás lo que quieras sino que te elegimos porque, al parecer que hacés lo que quieras, esos porteños gorilas te votarán.
Pero ocurrió que tan grande era la desconfianza K hacia Filmus que no se cansaron de tomarle mil pruebas de lealtad en medio de la elección, haciendo que el pobre hablara en la campaña muchísimo más a Cristina que a los votantes, dejando el camino libre a Macri para que éste -sin decir nada o sin decir nada importante- con sólo pasearse por los cien barrios porteños, lo arrasara.
No es que Filmus haya salido peor de lo esperado porque Cristina lo arrastró hacia abajo sino porque las decisiones que tomó Cristina en Capital fueron pésimas. Actuó como si se podía permitir cualquier capricho y los porteños no se lo permitieron. Entonces ahora los obsecuentes K y los intelectuales K insultan a los que votaron a Macri con un odio lindante en la xenofobia. No tanto porque hayan votado al "derechoso" de Macri sino porque no votaron con obediencia debida al gobierno nacional.
Por eso si un humilde consejo se le pudiera brindar a la señora presidenta sería el de que a veces, para ir por todo -como le enseñó su señor esposo- hay que saber ir por un poco menos.
Mendoza
Tal como en el PJ porteño, en el resto del país Cristina aplicó igual forma de elección de candidatos oficialistas vía el verticalismo a ultranza. Mendoza no es la excepción; ése es el precio con el que paga el arrastre que supuestamente Cristina dará a los candidatos locales. Pero ahora quizá, luego del domingo capitalino, haya que pensar que con eso no alcanza.
Por otro lado, la reaparición del debate por la promoción industrial puede servir como un test acerca de las cosas que deberán modificar los candidatos (en particular los oficialistas, pero no sólo ellos) a fin de obtener el favor popular en los comicios. Algo más importante: recuperar la dignidad provincial perdida.
En primer lugar, hay que romper con la falacia de pertenecer o no al "proyecto nacional" como garantía de buen gobierno. La experiencia demostró la falsedad de este precepto y también de su contrario: No nos va mejor ni peor por ser o no parte del proyecto nacional, ya que nos ha ido mal de todos modos. Con gobiernos afines o no al de la Nación, Mendoza hace mucho que viene perdiendo presencia política. Lo de la promoción es la punta del iceberg de ese tema mayor. Lo cierto es que no nos respetan ni nos hacemos respetar.
Así como están las cosas, hagamos lo que hagamos, no lograremos que se termine la promoción ni que nos compensen con algunos mendrugos de la misma ni que nos indemnicen con obras faraónicas. Lo primero, porque no van a querer las provincias promocionadas; lo segundo, porque no lo van a permitir el resto de las provincias; lo tercero, porque al Gobierno nacional le importamos un rábano.
Pero no echemos la culpa a las otras provincias ni a la Nación. La causa es nuestra impotencia, ingenuidad y/o torpeza frente a las picardías de nuestros vecinos, que juran una y mil veces aceptar una fecha de finalización promocional para, al vencerse el plazo, desdecirse y traicionarnos siempre. También lo es nuestra impotencia, ingenuidad y/o torpeza frente al Gobierno nacional que tanto a radicales como a peronistas mendocinos les hace desistir de legítimas demandas jurídicas a cambio de promesas siempre incumplidas.
Sin embargo, más grave aún es que al carecer de toda "política exterior provincial", nos ocurra lo que está ocurriendo ahora: que cada sector local busque la culpa en los otros sectores, para así cada uno intentar sacarse de encima su propia culpa. Allí están los principales candidatos a la gobernación echándose la culpa mutuamente por el fracaso, para ver quién saca más votos, sin entender que desde afuera se están riendo de todos juntos.
Es que los Gioja y los K, entre otros, no pueden creer tanta ingenuidad, tanta torpeza, tanta incapacidad de plantarnos todos juntos, no contra ellos sino a favor de nosotros mismos. Así como, más allá de sus pertenencias partidarias, se van animando no sólo porteños sino pampeanos, cordobeses o salteños, los que empiezan a intuir que el único modo de a veces lograr un sí, es saber decir no, cuando corresponda o sea necesario decirlo.