Lecciones de la crisis educativa chilena
*Por Eduardo Escalante. Un interesante diagnóstico acerca de los conflictos que está teniendo Chile por estos días con su sistema educativo. Dificultades que también se presentan en otros países.
Innumerables colegios están tomados por los alumnos, las calles han sido testigos de multitudinarias movilizaciones con los problemas y destrozos que siempre provocan algunas minorías, fenómeno que no depende de un punto específico de la geografía del planeta, porque lo vemos en Grecia, Francia, Inglaterra, Corea, Japón, España.
Estas movilizaciones no son el resultado de una imitación del movimiento de los "Indignados", tienen sus propia historia que empieza con lo que se denominó el movimiento de los "pingüinos" hace unos años y que convocó a miles y miles de alumnos que protestaron por la calidad y la equidad de la educación.
Como reacción, el gobierno chileno ha dispuesto un gasto en Educación de 4.000 millones de dólares, lo que quiere decir que siempre estuvieron disponibles, pero es el conflicto el que los hace visibles. Cifra que es bastante grande y que refleja el estado de salud financiera del sistema chileno.
La educación es una de las fracturas de la cultura chilena y no sé si hay cifra que pueda sanar la desconfianza y el descontento. Así lo han demostrado las declaraciones de los alumnos secundarios y universitarios a horas de escuchar el anuncio de la autoridad.
El sistema chileno es bastante particular: si empleamos el concepto de "propiedad", parte de su estructura depende de los municipios, parte de privados que son subvencionados para organizar proyectos educativos, y parte pertenece a "privados-privados", esto es, son particulares que no reciben subvención del Estado.
No es necesario un ejercicio mental muy complejo para derivar la hipótesis que el logro educativo es diametralmente superior en el segmento "privado-privado".
Hay una brecha que no sólo es significativa sino que es enorme entre la calidad de la educación que recibe un alumno de un colegio municipalizado y la que recibe un alumno de un colegio "privado-privado".
Sin embargo, esta es una forma de fragmentación que no necesariamente debería ser nociva, siempre y cuando se garantice que en todas las escuelas haya buenos docentes y todo lo demás, no tendría por qué ser problemático.
Pero se ha transformado en raíz del problema para los alumnos que han cuestionado el "lucro" en educación; una de las banderas de lucha más sentida e incorporadas en las narrativas de los alumnos.
La propuesta del gobierno es hacer un debate, no entendiendo que el debate está en las calles desde hace tres semanas, como señala un experto en educación. No se entiende que el presidente llame a estas alturas del conflicto a un debate.
Es quizás el tema más sustantivo que toca el corazón de la forma que ha tomado la privatización de la educación en Chile.
Este contexto de "protesta" y "movilización" se puede interpretar a partir de lo que muy bien describe Néstor López, sociólogo e investigador argentino: los países de América Latina han vivido la desilusión del optimismo pedagógico.
La educación iba a ser la gran solución a los problemas. Desde el punto de vista de la política social, se ha pensado que la educación es la política social por excelencia porque es la que genera movimientos sociales ascendentes, acceso a otras posibilidades y todo lo demás.
Esto significó que se le dio una centralidad a la educación que hizo que existiera un debate muy rico y grandes reformas. Lo que está pasando hoy es que el panorama es mucho más complejo de lo que se veía y los éxitos fueron pocos.
Es la realidad que vive Chile, no se ha entendido la complejidad del proceso cultural que viven los alumnos.
Por una parte, el alumno va a la escuela, hace el esfuerzo por estar, pero las posibilidades de que ese paso por la escuela se traduzca en aprendizaje es problemático y para muchos está fracasando.
Por otra parte, cuando a la escuela ingresan jóvenes pobres, rurales, indígenas, o cuando los docentes se encuentran en el aula con estos chicos de "condiciones extrañas", ahí la cosa se complica, aumenta la complejidad de las mediaciones pedagógicas, pero además las condiciones de desigualdad se hacen aún más visibles, ya sea por la experiencia en el aula o porque los mismos procesos de acreditación de la educación van haciendo más explícito que hay alumnos cada vez más desiguales.
Se podría decir que hay escuelas que tienen alumnos de altos ingresos y muy integrados, y alumnos muy pobres, casi excluidos. La acreditación ha ayudado a transparentar las disparidades. Es interesante cómo un proceso de gestión técnica se transforma en una denuncia ética.
La forma que ha tomado el desarrollo y las conexiones directas que se logran con el mundo global producto de las redes sociales, ha hecho evidente que hay ahora grandes grupos que son totalmente distintos, con identidades distintas, con modos distintos de hablar, de comunicarse, de socializarse.
Todos estos grupos están en el aula. Ése es el gran problema que podría estar teniendo la mediación pedagógica. No hay un ciudadano genérico ni una opción cultural genérica. Y un mal manejo de procesos de integración y cohesión de estos grupos puede profundizar la desintegración.
Se hace difícil pensar que en una sociedad tan desigual se logre una educación de calidad para todos.
Porque si uno lo lleva al extremo, una política de calidad y equidad, querría decir que cualquier niño o adolescente, independientemente del país que le tocó nacer y del nivel socioeconómico que tenga, tiene que tener una buena educación, casi diríamos, la misma educación.
Generalmente eso es muy difícil que sea posible con sociedades tan desiguales. De ahí aparecen las dificultades estructurales de la política educativa.
Es por ello que la "cuestión educativa" trasciende a las políticas educativas y tiene que ver con una política social de integración y de cohesión.
Si hay fragmentación social, crisis de integración, si hay tal nivel de desigualdad, es demasiado pedirle a los sistemas educativos que garanticen educación de calidad para todos.
Es por ello que los 4.000 millones de dólares podrían ser plenamente suficiente o totalmente insuficientes.
Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.