Lavado: la primera condena, para una mafia de barrio
* Por Hugo Alconada Mon. Una empleada de comercio, su marido desocupado y su cuñado son el trío protagónico de algo que parecía ya una utopía: la primera condena por lavado de dinero que se conoce en el país, una década después de la entrada en vigor de la ley que impone penas de prisión, multas y decomisos para ese delito.
Lejos de las complejas transferencias internacionales, los grandes operadores bursátiles, la corrupción política, las poderosas corporaciones o los paraísos fiscales, la condena para los lavadores llegó desde Córdoba por una trama de alcance barrial. Los otros actores son un dealer que trabajaba de colectivero y su mujer, que montó un local de venta de ropa "trucha". Con los fondos que blanquearon del trío que fue condenado compraron de todo: una casa, departamentos, autos y camionetas, un restaurante, televisores de plasma y hasta una mesa de pool. La falta de condenas por actividades de lavado era uno de los argumentos más simples y contundentes que afrontó el país cada vez que fue evaluado durante los últimos años por el principal foro intergubernamental del mundo, el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que volverá a reunirse a mediados de febrero para revisar la situación argentina. El jefe de la unidad antilavado (UIF), José Sbattella, podrá exponer ahora la sentencia del Tribunal Oral Federal N° 2 de Córdoba, que condenó a la pareja de dealers (en ese caso, por el delito de narcotráfico) y al trío que se encargó de reintroducir el dinero en el circuito blanco (por lavado), según consta en la copia de la sentencia, dictada el 15 de este mes, que obtuvo La Nacion. El trío de lavadores condenados abarca a María Eugenia Rodríguez, de 43 años, su marido Julio Guillermo Vallejo, un tucumano desocupado de 42 años, y el hermano de éste, Gonzalo Maximiliano Vallejo, un empleado cordobés, de 36 años, que se encargaron de blanquear el dinero obtenido por la venta de cocaína y marihuana en la capital cordobesa. Los tres -no cumplirán penas de prisión efectiva por el monto de sus condenas- trabajaban para una banda de narcotraficantes que lideraba Jorge Guillermo Altamira -"el Gallo" o, más simple, "el Narco"-, y su mujer, Magalí Macarena Vallejo. El vínculo entre los narcos y los lavadores era tanto familiar como laboral. Por un lado, porque Magalí Vallejo era hermana de Julio y de Guillermo; por otro, porque era la dueña de la tienda J&M, donde trabajaba su cuñada, María Eugenia Rodríguez. Repleto de ropa deportiva trucha y con ventas formales por 10.900 pesos durante 2005, 24.444 pesos al año siguiente y nada declarado hasta que lo cerró la policía en 2007, J&M sirvió para "dar apariencia de legalidad a la liquidez monetaria proveniente de la venta de estupefacientes", según el tribunal, "como así también utilizarlo de pantalla para esconder el verdadero negocio vinculado al narcotráfico". El blanqueo fue sustancial, según corroboró la Justicia. Como dueña del local, Magalí Vallejo compró dos departamentos, una casa, dos autos, una camioneta, televisores plasma y equipos musicales. A la par de ella, sus hermanos y su cuñada complementaron la reintroducción del dinero blanqueado, aun cuando los camaristas destacaron que "todos ellos [contaban] con un bajo nivel de ingresos y [eran] procedentes de sectores económicos carenciados". Por eso, concluyeron, actuaron como "testaferros" de "El Gallo" Altamira.
Bola negra
El blanqueo del trío incluyó la compra de "vehículos, bienes muebles e inmuebles y fondo de comercio". Es decir, un auto Volkswagen New Beetle, una camioneta Ford Ranger, el restaurante Como en Familia y hasta una mesa de pool por 5000 pesos. "El fin de las actividades económicas que llevaron adelante los nombrados fue adquirir bienes con dinero proveniente del lavado de activos originado en el narcotráfico para, mediante su adquisición «legal»", destacó el camarista Carlos Julio Lascano, lo que refrendaron sus colegas José María Pérez Villalobo y José Vicente Muscará. El jefe de la banda, Altamira, es un conocido delincuente cordobés. Entre otros motivos, porque ya arrastraba una condena previa por tenencia simple de estupefacientes, múltiples denuncias penales, dos investigaciones policiales simultáneas -una por la fuerza provincial y la otra por la Policía Federal-, y una larga lista de testimonios sobre él, su mujer y sus hijos, también detenidos. Colectivero según su empleo formal, el tribunal concluyó que armó una asociación ilícita con su mujer, sus hijos Diego y José, un changarín conocido como "Boby"; un chapista ("Petiso"); un albañil ("Polvorita"); y una ama de casa a la que todos llamaban "la gorda Mary". Juntos vendieron kilos de cocaína y porros de marihuana en distintas casas y en la calle, y a través de mayores y menores de edad, incluido un chiquito al que apodaban "Pollito". El tribunal convalidó el pedido del fiscal federal Carlos Gonella y terminó por condenar a Altamira a 6 años de prisión y a su mujer, Magalí Vallejo, a tres años en suspenso, mientras que el resto de la banda recibió entre 3 y 5 años de prisión cada uno, más multas, accesorias y costas. Lo histórico ocurrió, sin embargo, cuando los camaristas también hallaron culpables a Julio y Gonzalo Vallejo y María Eugenia Rodríguez, y los convirtieron en los protagonistas de la primera condena por lavado de dinero en el país. Les fijaron dos años de prisión y multas de $ 100.000 cada uno. Y ordenaron el decomiso de los autos, la camioneta, el restaurante, la casa, toda la ropa trucha... Y, sí, también la mesa de pool.
UNA HISTORIA DE DEALERS CORDOBESES
La sentencia y sus consecuencias
* El fallo. La Justicia consideró culpables de lavado de dinero a tres integrantes de una familia cordobesa (uno de ellos desempleado) por ayudar a introducir en el mercado legal fondos de una pareja de vendedores de drogas.
* Los traficantes . El dinero proveniente de la venta de marihuana y cocaína se usó para comprar casas, autos y electrodomésticos. El jefe de la banda es un colectivero que vendía drogas. En su caso, la condena fue por narcotráfico. * In fraganti. Al colectivero lo detuvieron con unos gramos de marihuana y papeles con restos de cocaína, según la sentencia.
* Dato histórico. Es la primer condena de lavado en más de diez años que existe ese delito. La falta de sentencias es una de las causas por las que la Argentina es sospechada en el ámbito internacional de no tener compromiso con la lucha de este flagelo. * Delitos mayores . Más allá del caso de Córdoba, no hay avances en causas relacionadas con delitos del narcotráfico internacional, el blanqueo de grandes corporaciones y la corrupción política.
* Ultimátum. El Gobierno tiene hasta febrero para mostrar avances, a riesgo de ser enviado a la "lista gris" de países sospechados de favorecer el lavado.
Bola negra
El blanqueo del trío incluyó la compra de "vehículos, bienes muebles e inmuebles y fondo de comercio". Es decir, un auto Volkswagen New Beetle, una camioneta Ford Ranger, el restaurante Como en Familia y hasta una mesa de pool por 5000 pesos. "El fin de las actividades económicas que llevaron adelante los nombrados fue adquirir bienes con dinero proveniente del lavado de activos originado en el narcotráfico para, mediante su adquisición «legal»", destacó el camarista Carlos Julio Lascano, lo que refrendaron sus colegas José María Pérez Villalobo y José Vicente Muscará. El jefe de la banda, Altamira, es un conocido delincuente cordobés. Entre otros motivos, porque ya arrastraba una condena previa por tenencia simple de estupefacientes, múltiples denuncias penales, dos investigaciones policiales simultáneas -una por la fuerza provincial y la otra por la Policía Federal-, y una larga lista de testimonios sobre él, su mujer y sus hijos, también detenidos. Colectivero según su empleo formal, el tribunal concluyó que armó una asociación ilícita con su mujer, sus hijos Diego y José, un changarín conocido como "Boby"; un chapista ("Petiso"); un albañil ("Polvorita"); y una ama de casa a la que todos llamaban "la gorda Mary". Juntos vendieron kilos de cocaína y porros de marihuana en distintas casas y en la calle, y a través de mayores y menores de edad, incluido un chiquito al que apodaban "Pollito". El tribunal convalidó el pedido del fiscal federal Carlos Gonella y terminó por condenar a Altamira a 6 años de prisión y a su mujer, Magalí Vallejo, a tres años en suspenso, mientras que el resto de la banda recibió entre 3 y 5 años de prisión cada uno, más multas, accesorias y costas. Lo histórico ocurrió, sin embargo, cuando los camaristas también hallaron culpables a Julio y Gonzalo Vallejo y María Eugenia Rodríguez, y los convirtieron en los protagonistas de la primera condena por lavado de dinero en el país. Les fijaron dos años de prisión y multas de $ 100.000 cada uno. Y ordenaron el decomiso de los autos, la camioneta, el restaurante, la casa, toda la ropa trucha... Y, sí, también la mesa de pool.
UNA HISTORIA DE DEALERS CORDOBESES
La sentencia y sus consecuencias
* El fallo. La Justicia consideró culpables de lavado de dinero a tres integrantes de una familia cordobesa (uno de ellos desempleado) por ayudar a introducir en el mercado legal fondos de una pareja de vendedores de drogas.
* Los traficantes . El dinero proveniente de la venta de marihuana y cocaína se usó para comprar casas, autos y electrodomésticos. El jefe de la banda es un colectivero que vendía drogas. En su caso, la condena fue por narcotráfico. * In fraganti. Al colectivero lo detuvieron con unos gramos de marihuana y papeles con restos de cocaína, según la sentencia.
* Dato histórico. Es la primer condena de lavado en más de diez años que existe ese delito. La falta de sentencias es una de las causas por las que la Argentina es sospechada en el ámbito internacional de no tener compromiso con la lucha de este flagelo. * Delitos mayores . Más allá del caso de Córdoba, no hay avances en causas relacionadas con delitos del narcotráfico internacional, el blanqueo de grandes corporaciones y la corrupción política.
* Ultimátum. El Gobierno tiene hasta febrero para mostrar avances, a riesgo de ser enviado a la "lista gris" de países sospechados de favorecer el lavado.