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Las urnas prometen nuevos rumbos políticos

Por Carlos Sacchetto* Los nuevos rumbos serán todos dentro del peronismo, porque, al menos por un tiempo, fuera del movimiento gobernante, habrá poco y nada. La política será una gran interna oficial.

Con la elección del próximo domingo 23 previamente definida a favor de Cristina Fernández, a los actores de la política argentina sólo les queda conocer cuántos puntos porcentuales por encima del 50 por ciento obtendrá la Presidenta. Ése el único motivo de interés, pero al mismo tiempo y para muchos, lo es de preocupación. El temor a una excesiva concentración de poder y, si ésta ocurre, a un uso aún más arbitrario de ese poder, se extiende también hacia el interior del kirchnerismo.

Hay latentes, en la tropa propia, dos focos de conflicto. Uno es el caso de la dirigencia sindical, ámbito donde se han producido en las últimas horas significativas novedades. El otro se da en la cúpula del mismo gobierno, en los sectores que hoy protagonizan una feroz interna oficial que, por lo que puede observarse, excede la lucha por retener o conseguir cargos en el nuevo período que arrancará el 10 de diciembre.

Se desconfían

Los gremios, -dentro de ellos especialmente los de servicios- y con la conducción de Hugo Moyano al frente de la CGT, han dado desde 2003 hasta ahora un fuerte apoyo a los Kirchner. El Gobierno, a su vez, ha propiciado el crecimiento del poder del camionero y lo ha protegido de cualquier embate, incluido el de la Justicia en causas que lo involucran seriamente. Este ocasional pacto de conveniencia entre ambos, ha disimulado las diferencias ideológicas surgidas en los enfrentamientos más violentos de la historia del peronismo.

Todavía hoy resulta extraño que los continuadores de la llamada "burocracia sindical" y del "montonerismo", íconos de una lucha sangrienta en la década de 1970, caminen del brazo y se prodiguen gestos amables. Se sabe, sin embargo, que debajo de la superficie es la desconfianza mutua la que reina. En el pensamiento oficial quieren limitar la influencia de Moyano porque lo creen capaz de virar hacia una mayor autonomía del sindicalismo que establezca condiciones inaceptables para seguir brindando su apoyo a la gestión kirchnerista.

A su vez, los gremios temen que el Gobierno avance con la idea de crear un gran sistema de prestaciones de salud y se apropie de la administración de los fondos de las obras sociales y de las prepagas. Ese proyecto, aseguran a media voz en la Casa Rosada, está activo y sólo espera el previsible y gran aval que a la Presidenta le darán las urnas dentro de tres semanas.

Las ideas de unidad sindical sobre las que se habló en reuniones públicas y privadas durante los últimos días, apuntan a enviarle un mensaje a Cristina: cuando termine en julio próximo el mandato de Moyano, la nueva conducción de la CGT expresará a todo el sindicalismo en un solo bloque. Fieles a la marcha peronista que cantan, los dirigentes imaginan que el "todos unidos triunfaremos", les permitirá ganar esa batalla.

El ministro de Planificación, Julio De Vido, y el ministro de Economía, Amado Boudou, ambos de buena relación con los popes sindicales, no se cansan de darles garantías de que si hay alguna reforma al sistema de obras sociales, los gremios no saldrán perjudicados. Pero la desconfianza persiste.

Luchas intestinas

Saben los sindicalistas que ninguno de esos funcionarios tendrá poder de decisión sobre las políticas futuras del Gobierno y que, además, está pendiente la interna que los involucra a ambos. Esa interna ha crecido al calor de las preferencias que ha venido expresando la Presidenta sobre el perfil que quiere para sus colaboradores más inmediatos.

Quienes ejercen un kirchnerismo más "izquierdizado" y provienen del peronismo combativo, sienten que son muy escasos los puntos de coincidencia que tienen con el rockero Boudou y los jóvenes que se encolumnan detrás de él.

Eso involucra a la agrupación La Cámpora y a otros sectores juveniles con origen liberal que el propio Boudou ha acercado a la militancia luego de haber sido bendecido por Cristina como su candidato a vicepresidente. Forman parte de la última generación de cuadros medios y se definen abiertamente como "cristinistas". Algún nostálgico de otros tiempos, de los que hoy integran el Gobierno, seguramente no dejará de sentir algo de pudor al recordar aquella frase encendida que prometía que "la sangre derramada no será negociada".

Hay directores, subsecretarios, secretarios, ministros y legisladores kirchneristas que, ante el avance Boudou y de estos sectores juveniles, no logran descifrar qué dirección ideológica proponen y qué influencia real tendrán en el nuevo Gobierno. El propio Boudou ya ha expresado su interés en conducir, en principio, el peronismo de la Capital Federal. Ese será entonces un terreno de batalla política con hombres que están en las antípodas como el ex canciller Jorge Taiana o el ministro de Trabajo Carlos Tomada.

En síntesis, todo lo que promete de interesante la actividad política en los tiempos que vienen, girará dentro del kirchnerismo y sus variantes.