Las sonrisitas están bien...
Así como se aconseja a quien participa de un banquete que beba o se largue, también se le suele hacer notar a quien gobierna, que resuelva los problemas o se prepare, urnas mediante, para irse.
Es por demás sorprendente que, en vísperas de las asunciones de los que han renovado mandatos por abrumadora mayoría popular, y en medio de la convulsión planteada por conflictos con gremios del transporte sensibles (verbigracia, Aerolíneas Argentinas), se hayan trenzado la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (54 % en el orden nacional) y el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri (casi 65%en la capital federal) por el traspaso de los subterráneos.
Visiblemente disgustada con un par de gremios aeronáuticos, a los que directamente acusó de "cínicos" y "boicoteadores" durante la inauguración de un hangar el jueves pasado, Cristina recordó las difíciles circunstancias en las que anunció el 21 de julio de 2008, la estatización de AA, poco después del voto "no positivo" en el tema del campo del vicepresidente Julio Cobos.
Fue entonces cuando le dedicó una filípica a Macri, con quien venía arrojándose flores por los diarios: "¡Cuando una escucha que no se pueden hacer cargo de un subte, administrado por una empresa nacional, solvente, con un solo gremio, en una situación económica y social sustancialmente diferente!... Esta presidenta se hizo cargo de esta compañía (por AA), vaciada, quebrada, sin aviones, con el desempeño de seis sindicatos en su interior... sin echarle la culpa a nadie..."
La negociación entre la Nación y la Ciudad Autónoma ha tomado un cariz de dureza -se avanza un paso, se retroceden dos-, justo en un momento en que se toman decisiones que influirán en el bolsillo de los argentinos: la quita de subsidios, que era un reclamo generalizado, la admisión de sincerar y combatir la inflación y los esfuerzos por articular un consejo económico y social, al que den sustento tanto los empresarios, hoy entusiasmados por algunos parámetros fijados por la presidenta, como dirigentes de la CGT, que perniciosamente son los que vienen causándole dolores de cabeza con peleas intersindicales y paros encubiertos.
Con algunas cuestiones irresueltas (¿le pondrá la banda alguien distinto a Cobos, un "traidor" para el peronismo K?) la presidenta ha anticipado grandes líneas de su segundo turno exclusivo y está terminando de conformar su nuevo gabinete donde Julio De Vido, Nilda Garré y el actual titular del Banco Nación, Juan Carlos Frávega, quien empezó su carrera en la institución en Santa Cruz, están llamados a ser pilares en "la continuidad de la transformación" como les gusta recitar a los pingüinos.
Además, en El Calafate, junto con su hijo Máximo, repasará una lista de nombres del sub 40 para ascenderlos a funciones ejecutivas, ya que ella está empeñada en no eternizarse y en servir de puente a una nueva generación. A pesar de admitir indirectamente algunas falencias en la administración de Aerolíneas, se puso abiertamente del lado de Mariano Recalde y de los jóvenes de La Cámpora, en su lucha aparentemente terminal con Ricardo Cirielli, quien solivianta a los empleados técnicos de las torres de control, ahora militarizadas.
El ex jefe de gabinete, Alberto Fernández (caracterizado en privado como "Jorge Nelson, la viuda de Gardel" por connotados exponentes del oficialismo), trata de llamar la atención de Cristina con el propósito de volver a ser admitido en el redil. Por un lado la elogia ("es positivo que advierta cuáles son los problemas, que yo venía enumerando"), pero por otro no cesa con las críticas ("La Cámpora tiene manejos equivocados. Algunos jóvenes son más valiosos y otros más oportunistas"). En el universo cristinista hay muy poco espacio para perdonar a personajes como Alberto.
En el encuentro de la UIA, que giró alrededor de seguir con el péndulo argentino (que en el 2001 casi se lleva puesto al país) o continuar por la huella del actual esquema desarrollista, Cristina dio pistas de cómo se prepara para garantizar la gobernanza:
·Respetará las reglas de mercado, pero no aceptará que se cuestione su poder político.
·Pidió innovar sobre todo en las conductas, para hacer competitiva la economía argentina y tornarla sustentable con inclusión social.
· Llamó a aplicar una "sintonía fina" en materia de precios y salarios, subsidios, dólar y otras variables, con la participación de la trilogía Estado, empresarios, trabajadores.
·Si bien llamó a reinvertir utilidades en el país, dijo que no se prohibirá el giro de ganancias al exterior.
·A la CGT, le avisó que no dará vía libre al proyecto de ley para que el parlamento apruebe el reparto de utilidades patronales. Esa, señaló, es una cuestión que se debe resolver por las partes, sector por sector.
·A los hombres de negocios les hizo saber que al cruzar información de créditos otorgados a tasas negativas en el Bicentenario, se detectó que algunas empresas habían salido corriendo a comprar igual o más cantidad de dólares que los prestados.
·Subrayó que desde el Estado se utilizará la persuasión. "No hay que confrontar", señaló, aunque llamó a acatar las conciliaciones dictadas por el Ministerio de Trabajo y advirtió que no se puede afectar toda la actividad económica por trifulcas que poco tienen que ver con la defensa de las conquistas laborales.
·Su cometido principal consistirá en evitar que la crisis la paguen los que menos tienen.
"Las sonrisitas están bien, pero la fuerza y la firmeza son los que definen las cosas", destacó.
Es cierto, los argentinos no son fáciles. Los reajustes serán complejos y las certezas no se alcanzan sin esfuerzos compartidos.