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Las razones de Fito Páez

*Por Alejandro Mareco. ¿Cuánto sabe Buenos Aires de las desventuras argentinas? Después de habernos expoliado con su Aduana, ganó la guerra contra el interior.

"Ay, Buenos Aires, dulce morena", dice un momento de una canción de Víctor Heredia. Sigue: "Bien pudo ser / culpa de aquella inmigración / que trajo Europa en su eclosión / esa angustia de comprar / Chanel o Madame Rochas. / O pudo ser nuestra conquista castellana / que trajo augustas toledanas / con su costumbre de mirar / allende siempre del mar".

Las buenas intenciones de Víctor Heredia –incluso al llamar a Buenos Aires "dulce morena" cuando si hay algo que quiere ser Buenos Aires es blanca, no importa si dulce o amarga– se mezclan con otras buenas intenciones de cantarle cosas a esa ciudad maravillosa y, a la vez, ladina.

"Abrí los ojos y la vi, estaba linda como siempre...", diría Silvina Garré, al embriagarse de canto y urbanidad en un despertar.

Es la ciudad de la gran seducción argentina, que tiene todos los brillos que no pudimos alcanzar desde los rincones perdidos del interior (a los ojos de Buenos Aires, todos los rincones argentinos son rincones perdidos) y es también la de la seducción de los que llegan a buscar una vereda bajo el sol porteño.

Y, por supuesto, de la genuflexión (¿qué sería de la fama de Buenos Aires sin tantos genuflexos?). De hecho, son muchos los que logran un lugar bajo el sol: la cultura que Buenos Aires irradia al interior ha sido realizada con gente, mucha gente, del interior (Homero Manzi, para más datos, era de Añatuya, Santiago del Estero).

Pero vayamos al desencanto con el que Fito Páez, enorme músico argentino (héroe de nuestra cultura), plasmó su visión de la mitad, de esa casi mitad que votó a Mauricio Macri y por cuyas palabras el rosarino tuvo que pagar con muchas críticas y hasta con denuncias por discriminación.

Disculpas por lo que se dice a continuación, pero a uno le parece que Fito Páez, desde su afirmación políticamente incorrecta aún para quienes quiso beneficiar, tiene una parte de razón. Aunque nada justifica sentir asco porque alguien piense o vote distinto.

Se comparte: esa ciudad apuesta a un modelo neoliberal que ya se fue al descenso como River, aquí y en el mundo. Pasa que mientras el interior se desangraba con fábricas cerradas y desempleo, en el corazón porteño brillaba la construcción de Puerto Madero, en tanto las empresas que venían a vender servicios y a llevarse plata, todo el capital que invertían era en edificios en Recoleta y aledaños. De producción, ni hablar.

La Aduana y la guerra. ¿Cuánto sabe Buenos Aires de las desventuras argentinas? Esa ciudad, después de haber expoliado a la patria con su aduana, ganó la guerra contra el interior en el siglo XIX. Dejó pobres a las provincias y, por si los provincianos no fuéramos lo suficientemente provincianos, hasta les rendimos honores a nuestros saqueadores, como Bernardino Rivadavia.

El gran problema de Macri y de los sectores solventes de la ciudad (que, en eso tal vez erró Fito, no son los únicos que votaron al PRO, y seguramente muchos de los solventes acompañaron a Filmus) es que vienen los inmigrantes bolivianos, incluso los de la provincia de Buenos Aires, a gastar los recursos de sus hospitales, entre otras yerbas. Todo el país debería atenderse gratis en Buenos Aires, porque Buenos Aires tiene los recursos de todo el país (todos, por caso, pagamos su Policía, su Universidad, sus investigaciones, etcétera).

En vez de denunciar a Fito Páez por discriminación, habría que denunciar a Buenos Aires por discriminar a todos los argentinos, latinoamericanos incluidos, porque eso somos.
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