Las nenas con la cumbia
*Por Pablo Leites. Llegan las Kumbia Queers, reinas de la movida tropipunk, el amor a las chicas y la fiesta sin prejuicios. Habla Ali Gua Gua, su líder.
Primero, una desambiguación en tiempos de Wikipedia: el término anglosajón "queer" remite en su forma literal a lo extraño, lo poco usual, aunque el uso popular terminó consolidándolo (a veces en tono despectivo, otras de afirmación de diversidad) como una manera más de denominar al colectivo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Si el sexteto de chicas argento-mejicanas que integra Kumbia Queers decidió titular su primer disco Kumbia Nena!, y sus letras hablan de chicas enamoradas de chicas, aclarar la cuestión de la diversidad se vuelve una redundancia. Aunque no es menor.
"Tomamos a la mujer como tema de inspiración, algo que con nuestros proyectos anteriores no nos permitíamos. Celebramos la fiesta, la euforia, la alegría, y lo cantamos en femenino, por qué no", razona Ali Gardoki, alias Ali Gua Gua, vértice veracrucense de la banda de tropipunk que se ríe de todo: su segundo disco, editado por Pop Art y producido por Pablo Lescano de Damas Gratis, se llamó La gran estafa del tropipunk. Un segundo volumen que les valió viajar muchísimo en el último año, en sus pasaportes hay sellos de Dinamarca, Suecia, Bélgica, Alemania, España, Francia, Chile, Brasil, Colombia...y más. ¿Y cómo es el público?
"Mira, es un público muy mezclado, hay hiphoperos, rockeros, grandes, chicos, gays, hererosexuales, inclusive cuando podemos hacer cosas al aire libre tenemos mucho ambiente familiar y público infantil que muere por la Kumbia Zombie. Al principio puede sonar extraño, pero después claro, si los niños no tienen ningún problemas de prejuicios y sólo quieren bailar. Incluso en Europa, donde se dice que el público es frío, hemos tenido mucha suerte. No serán como los argentinos, pero..."
-¿Cómo fueron los comienzos de Kumbia Queers?
-Es un proyecto original, definitivamente no somos una banda prefabricada por una disquera. Al principio y como en el vivo somos un poco más rockeras que lo que se oye en el disco, en algunos lugares se nos hizo difícil. Veíamos mucho público escéptico y que no sabía si era de broma que estábamos ahí, pero ya enseguida vimos que la gente empezaba a entusiasmarse. Hay a quien no le gusta, pero al final lo que nos interesa es provocar una reacción: positiva o negativa, pero que te mueva el intestino.
-¿En tu caso, que te llevó del rock a la cumbia?
-Venimos del punk rock, con las She devils de aquí, y con Las Ultrasónicas, mi banda de México. Yo nací en Veracruz, un pueblito de pescadores en la costa el Golfo de México, un lugar con influencia afrocaribeña, enfrente tienes Cuba y lo que se escucha es más sonero, más salsero que en el resto de México. Por otro lado está el son jarocho, que es el género de La Bamba. La cosa es que mi madre escuchaba Julio Iglesias, y crecí sin muchos prejuicios musicales, recién cuando fui al DF empezé a ver que se armaban tribus. Y cuando tenía 20, en los camiones (ómnibus) la gente escuchaba cumbia mejicana a todo volumen: ahí me voló la cabeza. Me puse a buscar qué hacer con la cumbia, sobre todo para reivindicar un ritmo que me parecía lo máximo, y que tanto salseros como metaleros, y los músicos virtuosos en general, hacían de menos.
-¿Cómo funcionó la "exportación" de la cumbia villera al resto del continente?
-Bien. Sucede que es un ritmo común a toda Latinoamérica. Cada país tiene su propia versión de la cumbia, en Perú la cumbia amazónica o chicha peruana; la psicodélica también está buenísima; la de Ecuador y Paraguay es muy distinta a la cumbia mejicana rebajada, de Monterrey; la colombiana con acordeón más tirando a ballenato; la cumbia villera argentina tiene un sello, también la santafecina... Es como las variaciones del castellano: en cada lugar le ponen su tonada, su acento particular, pero en el fondo es el mismo idioma.
Con la diversidad como marca de fábrica y el rescate de un género que fue paria durante décadas como último norte artístico, no es extraño ver y escuchar a las Kumbia Queers en marchas para crear conciencia y escenarios tradicionalmente marginales. "Hemos tocado en marchas del orgullo gay, en Argentina en el Congreso y en México en El Zócalo, en la cárcel de mujeres de Ezeiza, en la cárcel de hombres de Chile", enumera Alí.
-¿Tocarían en un festival para concienciar sobre la violencia de género?
-Claro, si nos invitan. Es muy raro, en México por ejemplo puedes casarte con alguien de tu mismo sexo, pero todavía hay estados en donde si abortas vas a parar a la cárcel, por un lado hay apertura, pero al mismo tiempo hay conservadurismo, y se complica con la iglesia. No puedes decidir sobre tu cuerpo. Las chicas de la banda siempre tuvieron eso presente, Patricia Pietrafesa, que es una de las artistas punk más emblemáticas de Argentina, ha grabado un disco con Fun People con el aborto legal como tema. Supongo que siempre nos preocupó poder decidir sobre el propio cuerpo, como paso anterior a poner el ojo en la violencia.
-¿Ya que podés, te casarías?
-No (risas). No me niego, pero en general, aunque es una institución que respeto, no quiero el matrimonio para mí. De hecho conozco muchas amigas que se casaron y terminaron divorciándose, lo mismo que parejas heterosexuales ¿no? Pero es lo básico, cuando quieres estar con alguien quieres eso, no necesitas ningún papel. Tal vez me casaría, pero por los regalos.
El show
Las Kumbia Queers se presentan este sábadodesde las 23 en Casa Babylon (bulevar Las Heras 48). La banda actuará en una nueva edición de la Fiesta Bazurich. Anticipadas a $ 30 en Edén (Obispo Trejo 15).