Las mujeres los prefieren gorditos
Contrariando al mercadeo de la imagen, las mujeres siguen escogiendo hombres que no se incluyen dentro del paradigma que la industria de la belleza intenta imponer desde hace décadas.
Contrariando al mercadeo de la imagen, las mujeres siguen escogiendo hombres que no se incluyen dentro del paradigma que la industria de la belleza intenta imponer desde hace décadas.
Por el contrario de su sexo opuesto, las chicas exigen cada vez menos a sus parejas y, en consecuencia, se inclinan a aquellos que, fuera de estado, no pretenden asemejarse a una publicidad de boxers.
No obstante y a pesar de este “relajo” que la mujer le permite a su príncipe (¿?) el hombre se inclina cada vez más a iniciarse en la tendencia de los cuidados personales. Cremas para el cuerpo, el rostro y las extremidades; acondicionadores para el brillo extremo del cabello; manicure y peluquería, son sólo algunos de los hábitos que los hombres fueron adquiriendo durante las últimas décadas.
Aquello que comenzó con el perfume en exceso y las alhajas decorando las orejas masculinas, paulatinamente se fue transformando en un “cabeza a cabeza” con los cuidados que tiempo atrás pertenecían al reino de la mujer.
Sin embargo, y por el contrario a este incremento en la tendencia de los cuidados de manera cuasi “unisex”, las mujeres prefieren hombres más bien “rellenitos” y que no se condicen con los estereotipos de belleza impuestos por los medios de comunicación. Tal vez, esto se deba a una inmensa necesidad de las damas de no sentirse exigida por alguien que se cuide más que ellas mismas y, en tanto se disuelven aquellos mitos que afirmaban que los hombres debían ser “machos” y que, por ende, nada conocía de cuidados de piel ni accesorios varios, las chicas elijen parejas cada vez más “feas”.
En este sentido, los hombres con nariz prominente (que hasta hace no mucho podían denominarse “narigones” con completa tranquilidad) son ahora aquellos que tienen un perfil “excéntrico”; los que se comieron varios postres de más, pasaron a ser de “gorditos” a “corpulentos” o “robustos” y, además, los típicos barbudos descuidados y mal vestidos, pertenecen ahora para ellas a la onda “bohemio”.
Lo indudable es que el grupo femenino se autoexige cada vez más mientras que permite que los hombres que a su vez también las presionan (por un consumismo de ideal de belleza meramente impuesto y, sinónimo de delgadez extrema, principalmente) se relajen en todo sentido y, más relajo, más atracción siente.
Quizás sea esta una forma de incrementar su autoestima, situándose al lado de un hombre que en evidencia no es reflejo de belleza según el estandarte común que se pretende alcanzar ó tal vez realmente, de manera genética, la atracción femenina se guíe hacia hombres poco llamativos. Al margen, sea cuál fuere el porqué de esta irrisoria paradoja, lo cierto es que ocho de cada diez chicas encuestadas descartan a los hombres musculosos y bien formados (como así también a los delgados en extremo) y escogen al hombre promedio o al rellenito.
Por el contrario de su sexo opuesto, las chicas exigen cada vez menos a sus parejas y, en consecuencia, se inclinan a aquellos que, fuera de estado, no pretenden asemejarse a una publicidad de boxers.
No obstante y a pesar de este “relajo” que la mujer le permite a su príncipe (¿?) el hombre se inclina cada vez más a iniciarse en la tendencia de los cuidados personales. Cremas para el cuerpo, el rostro y las extremidades; acondicionadores para el brillo extremo del cabello; manicure y peluquería, son sólo algunos de los hábitos que los hombres fueron adquiriendo durante las últimas décadas.
Aquello que comenzó con el perfume en exceso y las alhajas decorando las orejas masculinas, paulatinamente se fue transformando en un “cabeza a cabeza” con los cuidados que tiempo atrás pertenecían al reino de la mujer.
Sin embargo, y por el contrario a este incremento en la tendencia de los cuidados de manera cuasi “unisex”, las mujeres prefieren hombres más bien “rellenitos” y que no se condicen con los estereotipos de belleza impuestos por los medios de comunicación. Tal vez, esto se deba a una inmensa necesidad de las damas de no sentirse exigida por alguien que se cuide más que ellas mismas y, en tanto se disuelven aquellos mitos que afirmaban que los hombres debían ser “machos” y que, por ende, nada conocía de cuidados de piel ni accesorios varios, las chicas elijen parejas cada vez más “feas”.
En este sentido, los hombres con nariz prominente (que hasta hace no mucho podían denominarse “narigones” con completa tranquilidad) son ahora aquellos que tienen un perfil “excéntrico”; los que se comieron varios postres de más, pasaron a ser de “gorditos” a “corpulentos” o “robustos” y, además, los típicos barbudos descuidados y mal vestidos, pertenecen ahora para ellas a la onda “bohemio”.
Lo indudable es que el grupo femenino se autoexige cada vez más mientras que permite que los hombres que a su vez también las presionan (por un consumismo de ideal de belleza meramente impuesto y, sinónimo de delgadez extrema, principalmente) se relajen en todo sentido y, más relajo, más atracción siente.
Quizás sea esta una forma de incrementar su autoestima, situándose al lado de un hombre que en evidencia no es reflejo de belleza según el estandarte común que se pretende alcanzar ó tal vez realmente, de manera genética, la atracción femenina se guíe hacia hombres poco llamativos. Al margen, sea cuál fuere el porqué de esta irrisoria paradoja, lo cierto es que ocho de cada diez chicas encuestadas descartan a los hombres musculosos y bien formados (como así también a los delgados en extremo) y escogen al hombre promedio o al rellenito.