Las Malvinas son mías
Por Raúl Acosta* Si tengo que compartirlas con el resto de los que viven en mis pagos lo hago. Son mías.
Si tengo que compartirlas con el resto de los que viven en mis pagos lo hago. Son mías. Estas islas, los peces fríos del sur, el alimento que por allí pulula, sus piedras, esas rocas raras que no dejan armar fácilmente una pista de aterrizaje me pertenecen. Desde que comencé a escribir anoté en el cuaderno de la escuela primaria: "Las Islas Malvinas fueron, son y serán Argentinas".
En días pasados un periodista y escritor, que gusta de armar trifulcas y disparates para vender más libros, sostenía que nosotros, como los kelpers, venimos de los barcos, que no somos pueblos originarios. Se dice cada cosa.
La verdadera posesión es emotiva, el afecto, la emoción de sentirlas nuestras las hacen nuestras. Mías. Están en la memoria. No veo modo que me las quiten. Cuando el viejo Atahualpa canta "la hermanita perdida" es el más capo del folklore argentino diciéndolo. Hermanita.
A mis amigos en el barrio nunca les pedí filiación. Crecieron conmigo. A mi viejo nunca le pedí documentos. Me retaba y me mandaba y crecí sabiendo que era mi viejo. No hay ADN en el afecto. ¿De qué documento me hablan para que Las Malvinas sean nuestras?
Si tengo que compartirlas con el resto de los que viven en mis pagos lo hago. Son mías. Igual que la pelota, los juegos, la vereda. Como son las cosas, como eran en el barrio. De a muchos.
No soy el único que crecí sabiéndolo. La señorita lo recordaba todos los años. La profesora de Geografía. Los mapas. Los discursos.
Vamos a invadir las Islas Malvinas. Lo recuerdo como si fuera ayer. Héctor Ricardo García puso la mesa de reclutamiento en la puerta de Crónica. Azopardo y Garay, Buenos Aires. El General Otero era General. El General Otero era el General bostero; había sido interventor, o algo así, en Boca Juniors. Ringo Bonavena por lo menos sargento. Por ahí deben andar las fotos. Había una larga cola de gente, de todas las edades, que se venían a anotar a la puerta de Crónica, para reconquistar las Islas Malvinas. Preguntaban quién pondría las armas. Uno trajo su pistola. Otro dijo que tenía un "máuser". En silencio preparábamos el pasaporte. Viajaríamos a Londres a pegar carteles: "Las falklands son argentinas". Un entusiasmo bárbaro. "El gallego" García puso en tapa un aviso clasificado: "Compro avión de guerra, en buen estado". Gallego loco, en la tapa lo puso. Intervinieron el diario. Dejó de llamarse Crónica.
Para algunos era broma, yo me la creí. Además Héctor Ricardo García ya había llegado con un avión, lo estrelló de punta en Las Malvinas. Lo hizo un fenomenal piloto. Con él volamos al terremoto de San Justo. A la lancha que se hundió en Corrientes. Al santuario de La Difunta, en Caucete. Fenomenal piloto. A veces me dejo llevar por el idioma sectario de los cronistas. A cubrir el terremoto de San Justo. A entrevistar a los sobrevivientes de una tragedia con una lancha. Caucete. San Juan. Para el aniversario de la Difunta Correa, un culto cuasi pagano que ahora se acompaña por el de "El Gauchito Gil".
Hugo Carregal y Víctor Cornú eran dos pibes cantores. Abrían y cerraban un programa: "Guitarreada". Con Antonio Carrizo. Cuando se hicieron los festivales por Malvinas. Para recaudar fondos, para abrigos, comida para los soldados, Hugo Carregal desde Venezuela saludaba, llorando, a su amigo Víctor, ya conocido como Víctor Heredia. No hace tanto, abril o mayo de 1982. Todos estaban en los festivales. Había una cadena nacional.
El día 2 de abril yo me puse contento. Imaginaba una toma simbólica, como la del Gallego García. Llegamos, tumbamos, ponemos la bandera y volvemos. Todo era alegría. Qué íbamos a imaginar que Leopoldo Fortunato Galtieri, borracho de cuarta, seguiría en serio algo que no debía ser así. Qué imaginar. Qué. Todos los milicos se colaron. Todos. Pinky condujo el festival. Como la "Campana de Cristal" aquella con Augusto Bonardo o Blackie, pero en serio y trágica. Una piojería. Nos fumamos a "pepitito Gómez Fuentes.
Cuando años después, después de la tragedia nacional que fue Malvinas, culpa de estos milicos asesinos, me pidieron una canción para los soldados. Letra y música. La hicimos con "el peludo" Cánepa. Jorge Cánepa. Por años la cantó Cecilia Petrocelli frente al Monumento a la Bandera, donde ahora pusieron el Monumento a los caídos. Cada 2 de abril. Era una madre reclamando por eso que fue heroico, increíble y a la vez injusto. Por allí andará. Ni Sadaic ni nada.
Una vez, por aquello del periodismo, estuve en Corrientes, capital, frente a la plaza y el árbol donde acampaban los sobrevivientes. Veteranos. Demasiados correntinos. Alguna vez dirán la verdad, eligieron a los más "menchos", sin familia cerca de los cuarteles, eligieron de preferencia a los negritos más desguarnecidos, más argentinos. Los correntinos están entre los más argentinos. Fueron de todos lados y de todo pelaje. Todos los soldados fueron héroes. Los que murieron, los que están vivos. Algunos oficiales no fueron héroes. Otros fueron directamente unos cobardes asesinos.
A mi corazón no será fácil doblegarlo. Soy un miedoso pacifista y me pongo ancho sabiendo que hubo argentinos valientes. Héroes. El 2 de abril de 1982 a la noche yo fui orgullosamente argentino. Quién quiera decir que no lo fue que lo diga. Estamos en libertad. Entre otras cosas por la sangre derramada en Malvinas. Básicamente por la sangre derramada en Malvinas.
A mí, bien personalmente, cuando un petimetre me dice que no se le mueve un pelo de su bigote cultivado por el tema Malvinas algo me cruje. No puedo sostener la cara de póker. Me consuelo sabiendo que igual la compartiría con él, para mirarle la cara a su recontra tataranieto cuando las islas sean parte de lo que somos. Yo estaré, porque soy argentino. Sus descendientes seguirán descendiendo de los barcos, porque son visitantes, gente de paso, sin raíces.
Me dicen que algunas cuestiones son "nacionalismo ‘puro". Nacionalismo viene de Nación. Y mas allá del concepto de Nación y Estado, con el que todos los politólogos juegan hablemos de nacer, de haber nacido, vayamos a Julia Prilutsky Farni. "Se nace en cualquier parte. Es el misterio -es el primer misterio inapelable- pero se ama una tierra como propia y se quiere volver a sus entrañas. Allí donde partir es imposible, donde permanecer es necesario, donde el barro es más fuerte que el deseo de seguir caminando, donde las manos caen bruscamente y estar arrodillado es el descanso, donde se mira al cielo con soberbia desesperada y áspera, donde nunca se está del todo solo, donde cualquier umbral es la morada. Donde se quiere arar. Y dar un hijo. Y se quiere morir, está la Patria. "Julia Nació en Kiev, Ucrania, 1912, pero fue argentina hasta el verdadero caracú. Murió en un geriátrico en nuestros pagos. Su padrino fue Alfredo Palacios y sus amigas Alfonsina y Eva. Ahora están de vuelta amolándonos con Malvinas. Que si, que no. Que fuimos manipulados, Que no nos pertenecen. Que es "al cuete" enojarnos.
La Bandera es una, San Martín es uno, Argentina es única de allí vengo, en ella estoy, soy parte de lo que fue y aquí quedarán mis huesos. En mis huesos una alícuota de aquello que fuimos, de lo que nos fue dado. Una calle de Santa Fe. Un rancho en Coronda, una ranchada en Barrancas. Una habitación en Rosario. El río desde Puerto Aragón. También las Malvinas. El himno en las fechas patrias. El guardapolvo blanco, comunitario. La sopa todos los días de la semana. Si tengo que compartirlas con el resto de los que viven en mis pagos lo hago. Son mías.