Las madres, la vida
Hay quienes pretenden legislar contra la naturaleza, empeñándose en cercenar la maravillosa facultad de procrear.
En todas las épocas, desde que el hombre se expresa en las múltiples formas que asume el arte, se ha exaltado de las más diversas maneras, siempre plenas de afecto, la figura materna. Sería imposible, y seguramente presuntuoso, pretender resumir tantos y tan excelsos homenajes, en este recordatorio de un nuevo aniversario del Día de la Madre.
Vale la pena tener presente que el niño, para continuar alimentándose después del alumbramiento, tal como lo hiciera desde el útero materno, se relaciona e interactúa con su madre buscando el pecho, aun antes de abrir los ojos, antes de poder distinguirla, y confirma así un vínculo entrañable con ella que lo acompañará toda la vida.
No en vano, en la enorme proporción de los casos, la primera palabra que pronuncia el niño es precisamente "mamá" y, según refieren algunos a quienes le ha tocado presenciar muchas muertes, sobre todo por heridas de guerra, que las últimas palabras del moribundo en su agonía suelen evocar a su madre. Es por ello una figura destacada desde el comienzo de la vida y que acompaña al ser humano a lo largo de toda la existencia.
Las experiencias de lucha y entrega de las madres por sus hijos son infinitas, incluyendo la disposición a entregar la propia vida en muchos casos dramáticos, ni que hablar del dolor por las hijas perdidas o secuestradas por la infame trata de personas y que conmueven hasta la médula a toda una sociedad.
La naturaleza, que para los creyentes se traduce como una fuerza divina, plantea con la concepción y el nacimiento lo más parecido a un milagro, a un hecho mágico y trascendente donde lo divino y lo humano se tocan. La ciencia y la tecnología no han hecho sino confirmar este deslumbramiento ancestral que se revela como fruto de la unión del varón y la mujer, con su mapa genético prodigiosamente complementado a mitades e indisolublemente unido en un nuevo ser diferente de ambos padres. Y cuanto más avanzan la ciencia y la tecnología, más sorprendente resulta este milagro.
Durante nueve meses nuestra madre nos alimentó en su seno y el vínculo filial nos mantiene unidos durante toda la vida, aún a la distancia y por razones inexplicables que más de un caso ha podido reflejar.
No hay madre que, frente a la interrupción no deseada de un embarazo, no viva un enorme vacío y una profunda angustia en sus entrañas. Más aún si vio crecer a ese niño y compartió años de vida, la pérdida adquiere un peso insoportable que sólo sublimado puede brindarle algún consuelo.
En los próximos días, el Congreso tratará un proyecto de despenalización del aborto. Por eso, en estos tiempos mezquinos en que algunos pretenden legislar contra la naturaleza y la vida, empeñándose en cercenar la maravillosa facultad de dar vida de la que toda madre goza, la ciudadanía debería sorprenderse y preguntarse cómo se puede anteponer la ideología del egoísmo y de la muerte a la defensa de la vida de un inocente. Resuenan en nuestros oídos a propósito de esta triste situación, aquellas señeras palabras de la Madre Teresa: "No los maten, démenlos a mí".
Cantemos pues a la vida en el Día de la Madre y comprometamos todo nuestro esfuerzo para defender a esos hijos, los "por nacer", vitales desde su concepción, sin que importe si fueron o no deseados en su origen, cuando ya han sido gestados, cuando ya son personas, seres humanos que encierran en sí mismos el futuro. Dejémoslos vivir y ocupémonos de proteger a las madres, cuyo día hoy festejamos, abogando por todo el apoyo público y privado que necesitan para hacer de su condición el mejor ejercicio de generosidad que la naturaleza brinda..