Las elecciones de hoy
En lugar de abrirse a la ciudadanía, las fuerzas políticas se cerraron y despojaron al pueblo de su papel de gran elector.
Los ciudadanos argentinos asistiremos hoy, por primera vez en nuestra historia, a elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias para seleccionar a los candidatos a cargos electivos nacionales que podrán presentarse en los comicios generales del 23 de octubre.
La profundización de la democracia interna en los partidos políticos y la participación de toda la ciudadanía en el proceso de selección de sus candidatos a cargos nacionales es, siempre, un objetivo loable. La posibilidad de que una parte importante del electorado, esté o no afiliado a una fuerza política, se involucre en la vida partidaria aumenta la representatividad y la legitimidad política de los dirigentes que pasen a ocupar puestos ejecutivos o legislativos.
No obstante, desde la sanción de la ley que dio origen a las primarias abiertas, se han generado innumerables controversias y dudas respecto de su reglamentación e instrumentación.
Del mismo modo, las conductas que prevalecieron en la dirigencia política terminaron desnaturalizando las elecciones. Los partidos, en vez de abrirse a la ciudadanía, se cerraron a ella.
En consecuencia, hoy estaremos en presencia de una nueva excentricidad propia de la crisis política que atrapa a la Argentina: tendremos un simulacro de elección general en el cual los electores deberán votar a candidatos que carecen de desafiantes en sus propios partidos.
Todos los precandidatos a la Presidencia de la Nación han sido digitados por acuerdos de cúpulas partidarias, cuando no del dedo de algún supuesto iluminado.
La mayoría de los aspirantes a la jefatura del Estado está conformada por dirigentes que dominan a sus agrupaciones como si fuesen reyezuelos. Allí donde no predomina esta desviación, mandan los sondeos de opinión pública, que aconsejan cuál es el candidato al que cada fuerza debe impulsar, con independencia de cualquier debate de ideas.
Tampoco habrá mayor competencia para definir las candidaturas a cargos legislativos nacionales, ya que prácticamente todos los partidos políticos presentarán listas únicas, fruto del consenso de pocos dirigentes.
El caso más palpable se ha advertido en el oficialismo, donde Cristina Fernández de Kirchner no sólo se autoproclamó candidata a su reelección, sino que también impuso a dedo a un buen número de postulantes a diputado nacional del Frente para la Victoria en un gran número de distritos del país, además de bendecir a no pocos aspirantes a gobernador, imponer postulantes a vicegobernador y hasta a legisladores distritales.
Parecido fue lo ocurrido en las principales fuerzas de la oposición, donde las listas de precandidatos que hoy serán expuestas a la convalidación del voto ciudadano fueron armadas entre cuatro paredes por una suerte de oligarquías partidarias.
Así, los grandes electores no serán los ciudadanos. Los grandes electores han sido algunos popes partidarios habituados a ejercer el monopolio de la lapicera.
De esta manera, las primarias abiertas de hoy, en lo que respecta a las candidaturas presidenciales y de legisladores nacionales, han quedado reducidas a una gran encuesta solventada por toda la población.
Afortunadamente, en algunos distritos que han adherido a la ley nacional de primarias abiertas, como no pocos municipios de la provincia de Buenos Aires, habrá una apertura a la ciudadanía, que podrá participar en la selección de candidatos a intendente de partidos en los que sí habrá una interesante competencia. Claro que la resistencia política a implementar novedades que vienen funcionando muy bien en muchos países y en provincias argentinas, como el voto electrónico o la boleta única, terminará provocando serios inconvenientes en no pocos cuartos oscuros, dada la gran cantidad de papeletas electorales.
En el debe de estas primarias abiertas habrá que anotar también la magra campaña informativa de las autoridades, evidenciada en que, hasta hoy, un porcentaje bastante elevado de la ciudadanía no sabe qué se vota ni el verdadero sentido de estos comicios.
No menos cuestionables son las derivaciones de ciertos artículos de la ley que impuso estas elecciones, tales como aquellos que regulan y limitan las pautas publicitarias en medios audiovisuales. Es que mientras los partidos políticos tienen prohibido emitir cualquier tipo de spot televisivo o radial fuera de los espacios gratuitos cedidos por el Ministerio del Interior, el Gobierno ha podido hacer uso y abuso del canal de televisión oficial y otros medios para hacer propaganda de la gestión presidencial, además de emitir a toda hora cuestionables piezas televisivas, solventadas con el dinero de todos, que exaltan la figura del ex presidente Néstor Kirchner y su esposa.
La reforma que en la práctica comenzará hoy ha mantenido así algunas deformaciones intolerables de nuestro régimen electoral, agravadas por el hecho de que no se obliga a los funcionarios a pedir licencia cuando ingresan en la carrera electoral.
Pero el primer vicio de la reforma electoral es que fue pensada por el gobierno kirchnerista para corregir los que, a juicio de sus impulsores, fueron los factores de la derrota oficialista en las elecciones legislativas de 2009; es decir, la fragmentación del peronismo y la emergencia de algún candidato acaudalado que pueda influir en el electorado mediante la profusión de publicidad audiovisual.
Cuando una ley se concibe desde el interés particular y mezquino de algunos, es difícil que llegue a buen puerto. Es de esperar, pese a todo eso, que la ciudadanía concurra masivamente a expresar su voluntad.